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Sabía lo que decía en la previa del partido Mikel Odriozola. «Queremos ganar, no tenemos la obligación de hacerlo». Y es que había nervios este sábado por la noche en el Coliseum. Desde bien pronto además porque los gestos y ademanes de todo el ... público y casi todo el banquillo burgalés cada vez que fallaban un tiro, era notorio. Lolo Encinas lo sabía, maduró el partido y cuando parecía que se le escapaba encontró a Lapornik. Y el GBC tuvo la mala suerte de cometer unos pasos bastante rigurosos con 70-70 a 1:00 del final y que Vrankic, con 73-70 quisiera dejar solo a Ander para que lanzara un triple que interceptó Corbalán y dejó cerrado el choque.
Sin embargo el Gipuzkoa Basket hizo un partidazo. Que se le escapó por muy poco. Por el acierto del esloveno y ese par de detalles. Si hay alguna empresa de pegamento que quiera patrocinar el equipo guipuzcoano nos viene de maravilla. Porque el cuadro de Odriozola se agarró al partido como el Loctite. Hizo sufrir de lo lindo a más de 8.000 personas que sabían que si ganaban se ponían líderes. Pero eso le dio igual a un GBC que compite como un vikingo sin temor a nada. Aunque este sábado le faltó algún arquero. Si llega a meter algún triple más, se fue con una pobre estadística de cuatro de veinte, estaríamos hablando de otra cosa. En el cuerpo a cuerpo no hubo color.
El Gipuzkoa Basket tuvo el partido en su mano tras una deliciosa canasta de Oroz, 61-66 (min. 37). Apretaron Fisher y Corbalán el marcador con un fallo en el triple de Vrankic que podía ser el choque. Barcello e Iván dieron aire desde el tiro libre y fue cuando Lapornik, muy gris hasta entonces, clavó dos triples que pusieron tres arriba a los locales con 35 segundos por jugarse. El GBC dispuso de dos triples para empatar y ahí fue cuando Vrankic quiso encontrar a Ander, pero los dedos de Corbalán se lo impidieron e hizo un mate para el 75-70.
Así es el baloncesto. Donde muchos se conectan a los segundos finales pero realmente no tienen sentido sin los treinta y muchos minutos anteriores. El GBC plantó cara y fue ganando durante mucho tiempo a un equipazo que le triplica en presupuesto y dos detalles le privaron de la victoria. El triunfo se le escapó de las manos porque en los últimos 81 segundos de partido recibió un 8-0 de parcial.
Su puesta en escena fue la que merecía un partido en el Coliseum. Los primeros diez minutos fueron un toma y daca constante. Solo hubo una vez de dos canastas seguidas para un equipo. Fue el GBC con Vrankic y Barcello anotando, 8-12 (min. 6) lo que hizo que los guipuzcoanos se fueran por delante al final del primer cuarto. Llegaron las rotaciones y la donostiarra fue mejor. Con un titánico Marcius bajo los aros y una buena dirección de Motos que, unido a la muñeca de Ander Martínez y la destreza de Ansorregi, crearon los primeros murmullos en el Coliseum, 22-27 (min. 14)
Fue entonces cuando Lolo se jugó un tango y dio rienda suelta al talento de Gonzalo Corbalán. La mezcla de ser argentino, llevar el '10' y con ese apellido tan baloncestísitco no auguraba nada bueno para el GBC. El escolta de Burgos entró en calor y se fue al descanso con 17 tantos –casi la mitad de su equipo– y con el Burgos venciendo por tres puntos.
En la reanudación siguió el intercambio de golpes con Ristic y sus 2,14 metiendo triples y Stürup cargando la batería de energía del GBC. Después Savkov metió un triple en el cuarto final que hizo entrar en calor a Barcello, quien puso por delante al GBC con siete puntos casi seguidos. Pero no hubo colofón en la gran obra trazada por el Gipuzkoa Basket que se quedó sin poder tocar el cielo. Aunque éste sigue arriba y no está tan lejos.
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