Un bronce que redondea la carrera de Julen Aginagalde

Julen Aginagalde se ha colgado la tan ansiada medalla olímpica que redondea una carrera de ensueño. El bronce conseguido este sábado en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 ante la selección de Egipto es la culminación a una generación de jugadores de balonmano irrepetible y en la que el pivote del Bidasoa Irun ha sido una pieza indiscutible. Clave en el engranaje de un grupo en el que han sido y son más amigos que compañeros.

Esa unión ha sido esencial para vencer a Egipto por 31 a 33 con dos goles de Aginagalde en un partido agónico que se ha decidido en los últimos segundos. El pivote irundarra ha realizado un gran partido y, una vez más, ha sido fundamental. Visiblemente emocionado en los instantes finales, ha sido de los que más ha celebrado la victoria.

Aquel chaval que comenzó a dar sus primeros pasos como balonmanista en el parqué de Artaleku puede decir ahora a sus 39 años que es uno de los jugadores de balonmano más importantes que ha dado este país. Paso a paso ha ido superando obstáculos y rompiendo barreras hasta alzarse con esta presea que sirve de guinda a una trayectoria brillante en la selección.

Julen Aginagalde tenía que estar en Tokio. Lo que ha representado el pivote irundarra en esta gran generación merecía que estuviera con sus amigos en alguno de los tres cajones de unos Juegos Olímpicos después de que no pudieran competir en Rio. Y es que ha sido el alma de un grupo de casi hermanos que han alzado el balonmano español a lo más alto en las últimas décadas. Echaremos en falta a los Entrerríos, Guardiola, Cañellas y compañía. Cómo hemos disfrutado con ellos.

Un Mundial y dos europeos, además de la Champions conseguida con el Kielce, en la que Julen Aginagalde fue clave tirando el último siete metros, y la liga Asobal con el Ciudad Real eran los hitos más importantes en su carrera. Ahora ya puede presumir de otro logro que engrandece aún más su leyenda.

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