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iraitz vázquez
Sábado, 2 de julio 2016, 08:19
Si hay un jugador de balonmano que ha encarnado talento y sacrificio por el equipo ese ha sido el francés Jackson Richardson, para no pocos ... especialistas en este deporte el mejor jugador que ha dado Francia en su historia. Su manera tan característica de hacer frente a los partidos y su carisma provocaron que se metiera en el bolsillo al mundo del balonmano. Nació el 14 de junio de 1969 en isla Reunión y se convirtió en el líder de la primera gran generación de jugadores galos que dio la década de los 90.
Sobre todas las cosas destacaba por su atlético salto y las condiciones físicas, que muy pocos han sido capaces de alcanzar. Pero si hay una característica que dejaba boquiabiertos a los amantes de balonmano era su variedad en el lanzamiento tanto en apoyo, como en distancia, liftado o de rosca.
Tras pasar por el París Hadnball, el OM Vistrolles de Marsella y el TV Grosswallstadt de Alemania, aterrizó en Pamplona para ser el líder indiscutible de una Portland San Antonio antológico pero que por desagracia se diluiría como un azucarillo hasta llegar a la desaparición del equipo. Durante sus años en Navarra desplegó sus mejores años como jugador de balonmano, donde ganó dos ligas, una Copa del Rey, una Liga de Campeones, una Recopa de Europa, dos Supercopas de España y una Supercopa de Europa. En 2008 colgó la camiseta en el Chambéry, aunque once meses después volvió a pisar el parqué en el Rhein-Neckar Lowen alemán.
Menos que envidiar tiene también su palmarés como internacional francés, donde en 1995 fue campeón del mundo en Islandia, siendo además MVP. Seis años más tarde volvió a conquistar el campeonato en Francia. Durante quince años de su carrera como internacional participó en seis campeonatos del mundo, jugó 417 partidos y anotó 787 goles.
Lo mejor de todo es que la esencia de los Richardson no ha caído en saco roto. Su hijo Melvyn le ha cogido el testigo y durante esta temporada ha sido la estrella del Dijon Bourgogne francés, que se enfrentó al Helvetia Anaitasuna en la EHF. Mi hijo es mejor que yo, llegó a asegurar antes del encuentro. Eso el tiempo lo dirá pero lo cierto es que superar a uno de los mejores jugadores de la historia del balonmano francés es un reto que pocos podrán alcanzar.
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