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ÁLVARO VICENTE
Lunes, 12 de junio 2017, 08:01
«Pon la ola de tubo», reclama desde del agua el surfista Imanol Yeregi al operador que está delante del ordenador en la sala de control. «Espera, la última y luego ponemos la ola de tubo», rebate la también surfista Ariane Ochoa.
Es pedir por la boca y, en un suspiro, la ola emerge ante sus ojos, limpia y redonda, dispuesta a ser destrozada por dos de los mejores surfistas vascos en la actualidad.
Podríamos estar frente a cualquier videojuego de realidad virtual, pero es tan real que asusta. El futuro ya está aquí. En Aizarnazabal, entre bosques y a la orilla del río Urola, se ha gestado uno de los proyectos más fascinantes que cualquier surfista pudiera imaginar nunca. El surf a la carta en instalaciones lejos del mar ha llegado para quedarse.
Olvide toda piscina con olas artificiales que haya podido disfrutar en un parque acuático. Esto es otra cosa, nada tiene que ver. Es el resultado de un largo trabajo de ingenieros guipuzcoanos hasta dar con una instalación única en el mundo que ofrece tantas posibilidades como inspiración tenga el usuario. Consiguieron una primera ola artificial hace años y ahora han dado una vuelta de tuerca en la fabricación de olas.
Wavegarden Cove, como así se ha bautizado, es capaz de generar hasta mil olas de gran calidad por hora, dos cada ocho segundos, desde suaves ondas que rompen a la altura de la rodilla a olas de tubo de dos metros tanto de izquierda como de derecha. No hay surfista invitado que haya tenido la fortuna de probarlo en su instalación de demostración cerrada al público que no haya salido con una sonrisa. A todos, desde los campeones del mundo hasta el que acaba de empezar en este deporte, les ha sabido a gloria. Una ola detrás de otra a su gusto, sin interferencias de otros surfistas y sin depender de las mareas y las horas de luz porque para eso están los focos. Y por si fuera poco, las corrientes que generan las olas están direccionadas para que el surfista vuelva al pico sin apenas esfuerzo.
A quien esto escribe le gustaría destripar su funcionamiento, explicarles cómo se generan las olas, pero aquí también ha existido el espionaje industrial y todo queda bajo secreto de sumario. Digamos que la potencia generada por unos motores es la que mueve unas palas y en función del baile de éstas se genera un tipo de ola u otra, quince distintas por el momento. En España la energía necesaria para generar una ola cuesta diez céntimos. Hasta ahí, no se puede contar más.
Y es que la empresa que lidera el once veces campeón del mundo, Kelly Slater, también trata de conseguir una ola semejante, sin éxito por ahora. Slater calcó la idea que Wavegarden impulsó hace años, basada en un perfil hidrodinámico que se desplazaba bajo el agua generando la ola, la misma que los guipuzcoanos instalaron en Dolgarrog (Gales) y Austin (Texas). Ahora con este nuevo paso dado, la Wavegarden Cove, ni por asomo quieren que ocurra algo igual.
¿Si existen los skateparks...?
Todo empezó en 2003 cuando al donostiarra Josema Odriozola y a su mujer, Karin Frisch, una economista alemana con especialidad en deporte, les asaltó una pregunta cuando regentaban su propia empresa de instalaciones deportivas: «Si existe la nieve artificial, si existen los skateparks, ¿por qué no existe un parque para practicar surf?».
Primero ensayaron con simulaciones por ordenador, después con maquetas y finalmente a escala real. Compraron un terreno en Aizarnazabal y construyeron una laguna artificial en la que fueron probando distintos sistemas. Algunos casi descabellados, como el de un tractor que arrastraba un rodillo generando la ola desde una de las orillas. La cosa, afortunadamente, mejoró. En términos de empleo, la empresa ha conseguido triplicar su plantilla en menos de una década. De los tres trabajadores iniciales ahora suman ya 35 empleados.
Málaga (el año que viene) y Barcelona (en Montgat, también en 2018) serán las dos primeras ciudades españolas que apuesten por esta instalación. Madrid también está interesada. Y hay comprometidas cinco más en Australia (Melbourne, Sidney y Perth), Inglaterra (Bristol) y Marruecos (Marrakech). En Gipuzkoa, ellos no lo dicen, pero existe interés. Se barajó la posibilidad de abrir uno en Zarautz, aunque esa idea quedó aparcada sine die.
Características
Olas de todo tipo
Los surfistas pueden coger tantas olas como quieran en un entorno seguro. Wavegarden Cove produce hasta mil olas de gran calidad por hora, de suaves olitas a potentes olas de tubo de hasta 2,40 metros.
Instalación
Moldeable
Las versiones pequeñas se pueden implantar en un 'resort' o centro comercial. A las de mayor tamaño se les pueden incorporar zonas de baño y equipaciones complementarias.
Lo que han dicho los expertos
«Tres días en el Cove equivale a entrenar tres meses en el mar». Andy King, entrenador de surf. «La ola es muy buena, muy parecida a las olas del mar». Gabriel Medina, campeón del mundo en 2014.
Su precio ronda los catorce millones de euros. A bote pronto es una cifra alta, pero aquí se incluye la tecnología Cove, el proyecto de edificación, la obra civil, la construcción del aparcamiento para vehículos y el asesoramiento de las gentes de Wavegarden para que en un plazo de cuatro o cinco años se obtenga ya una rentabilidad a la inversión realizada.
«La alta frecuencia de olas nos permite acoger a un número elevado de usuarios al mismo tiempo, algo fundamental para que todos los surfistas puedan surfear muchas olas y que los promotores de la instalación puedan trabajar con modelo de negocio de alta rentabilidad», defiende Odriozola, fundador y CEO de Wavegarden.
La creación de escuelas de surf y de distintas zona de restauración son algunas de las posibilidades que se ofrecen alrededor de esta instalación modelo, de 150x150 metros, con la posibilidad de hacerla más grande o más pequeña. Es totalmente personalizable. Las versiones más pequeñas son compactas como para implantarse en un 'resort', centro comercial o residencia; las de mayor tamaño pueden incorporar zonas de baño y equipaciones para incrementar su capacidad. Es surf y mucho más.
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