Aritz Aranburu (Zarautz, 1985) dio un buen susto este verano a todo el deporte vasco y a la sociedad guipuzcoana en particular. El reputado surfista zarauztarra, uno de los mejores de Europa en los últimos 20 años, contrajo la malaria este verano en un viaje ... al oeste de África y estuvo en agosto tres semanas ingresado en el Hospital Universitario de Donostia. Ahora, prácticamente recuperado del todo, vuelve a soñar: «No me quito de la cabeza los JJOO de París 2024».
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– Lo más importante, ¿cómo está?
– Bien, bastante mejor. Gracias.
– Menudo susto...
– Sí, es verdad. Tuve momentos realmente malos, con varios días seguidos con 40 de fiebre y sin poder dormir prácticamente nada, medio delirando en el hospital... Llegué a estar preocupado.
– Y eso que, si algo es usted, es positivo.
– Sí, sí. Pero vaya, que al final nadie se libra de pasar un mal rato.
– ¿Qué pasó?
– Me fui en julio al oeste de África, a Liberia y Sierra Leona, con Natxo González, Kepa Acero y Jon Aspuru. El objetivo era vivir una aventura vital con el surf como excusa. Y la verdad es que la experiencia fue impresionante. Pero, a las dos semanas de volver a Zarautz empecé con las fiebres. Eran muy raras, me subían de repente, me bajaban... al ver que no se me pasaba fui al Hospital Donostia.
AVENTURA VITAL
– Y lo ingresaron.
– Sí. Ya les comenté nada más entrar que pensaba que podía ser malaria o algún tipo de infección similar. Me hicieron las pruebas y, en efecto, di positivo. Al final el que anda se acaba cayendo. Estuve primero 11 días ingresado, me fui a casa pero a la semana volví porque tuve una recaída, entré en un estado crítico porque había aún mucha carga de la bacteria en el organismo. Llegué al Hospital en un estado francamente malo, pero tengo que decir que me sentí muy afortunado por cómo me cuidaron. Creo que no he podido estar en mejores manos.
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– Continúe.
– La malaria no es una enfermedad de estos lares, y quizás podía creer que no iban a tener muchos conocimientos. Pero menuda lección me dieron... Estuve rodeado en todo momento por profesionales de mucho nivel. No sabemos el privilegio que es tener un servicio sanitario como este hasta que te pasa algo así. El alta definitiva la tuve a finales de agosto.
– Menos mal que los síntomas aparecieron aquí, ¿no?
– Sí. En la zona en la que estuvimos está repleta de localidades muy básicas, con recursos limitados. Es gente que no tiene nada... pero que te de lo da todo. Lo que pasa es que cuando sucede algo te das cuenta de las pocas infraestructuras que tienen y lo desprotegidos que están... Son cosas complicadas de entender. Mi sensación es que a ellos les encantaría tener los problemas de los que nos quejamos nosotros.
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objetivo
– ¿Saca alguna conclusión de esta experiencia vital?
– Claro, siempre. Viajar supone siempre abrir fronteras mentales. Nos encontramos con personas maravillosas y nos empapamos de una cultura muy rica. Descubrimos también que allí el surf les afecta de manera positiva. La excusa para estos viajes siempre es el surf, pero todo lo que te llevas después es lo mejor. Estuvimos varios días con una comunidad de surferos con la que mantenemos el contacto y a la que vamos a enviar material que ya no usamos para que lo aprovechen.
– ¿Le llegó el cariño de la gente cuando estaba ingresado?
– No sabe cuánto. Puse aquel post en Instagram y después recibí cientos de mensajes de apoyo de familiares, amigos y gente que no conozco de nada. Incluso de gente que ha pasado también la malaria, dándome consejos. Lo agradecí muchísimo, fue súper bonito. Mención especial a los que me traían comidas guays al hospital, que yo soy un poco glotón (risas).
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– Pasamos página. ¿Qué tiene entre manos ahora?
– Esta pasada semana he estado compitiendo en Portugal, con Adur Amatriain. Me pidió que le acompañara y me hizo ilusión. Estoy un poco verde ahora, pero me viene para recuperar sensaciones.
– No se ha retirado.
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– ¿A nivel competitivo? No, aún no... (risas) Me hace gracia porque sé que tengo a algunos en ascuas, pero confirmo que sigo compitiendo. Aunque sé que estoy en la recta final de mi carrera. Tengo proyectos pendientes y también soy consciente de que he dejado un poco de lado el circuito internacional. Pero insisto, no me he planteado aún lo de la retirada de la competición. Lo que tengo clarísimo es que voy a surfear por pura diversión y por pasión durante muchísimos años más.
– ¿Está soñando con algo otra vez?
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– Sí, con los JJOO de París 2024. No me los quito de la cabeza. La competición va a ser en Teahupoo, Tahití, que es donde he conseguido los mejores resultados de mi carrera. Ya he mostrado mis ganas de estar allí y de pelear por la clasificación en los campeonatos del mundo de 2023. Va a ser complicado, pero por ganas no va a ser. Este 2022 he estado en varios torneos invitacionales de olas potentes y la verdad es que me ha ido bien, gané en Portugal el 'Capítulo perfeito'.
- Son distintos a las pruebas del circuito internacional, ¿no?
- Eso es, no tienes esa presión del circuito, pero te lo pasas increíble, como un niño. En el surf puedes dejar de competir a nivel mundial, pero luego están este tipo de torneos invitacionales que suelen ser espectaculares.
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agradecido
- Vaya mazazo la muerte de Chris Davidson.
- Sí, fue una noticia realmente triste. El surf es una comunidad pequeña a nivel internacional en la que todos nos conocemos. La gente suele alucinar con lo bien que nos llevamos todos, porque estamos juntos mucho tiempo y muy lejos de nuestras casas. Compartimos muchas cosas... Davidson es de una generación anterior a la mía, un surfista de un talento natural increíble contra el que competí varias veces. Es una pérdida importante para nuestra comunidad.
– Sigue trabajando en temas sociales.
– Por supuesto. Este 2022 la escuela Shelter cumple 5 años y seguimos trabajando a tope, con las puertas abiertas de par en par. Nos llena de orgullo el cariño que recibimos de todas partes, pero sobre todo de la comunidad local, los zarauztarras. Kind Surf, que es para niños y personas con discapacidades, es un proyecto imparable que ya cumple 10 años y una experiencia preciosa que me llena mucho. Usar el surf adaptado como terapia y ver los resultados en estas personas es muy gratificante. En Shelter nunca le decimos 'NO' a nadie.
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