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Jon Rahm llegó el tee de salida del Royal St. George's con la imperiosa necesidad de reaccionar después de acabar herido la víspera y con malas sensaciones, en especial por el juego en los greenes y por ese maldito doble bogey en el hoyo ... nueve que lo condicionó todo. A pesar de que pudo sacar a tiempo el manual de supervivencia de los elegidos, firmó un más uno que le había dejado en tierra de nadie en la clasificación y con opciones muy remotas de pelear por la victoria en el Open Británico, el último Grande del año tras el Masters de Augusta. el PGA de Kiawah Island y el Abierto de Estados Unidos.
El vizcaíno sacó ayer a relucir sus galones, demostró por qué deslumbró al mundo hace semanas en Torrey Pines y rubricó una actuación estelar que se materializó en la mejor tarjeta de la jornada con 66 golpes y sin una sola mancha. Espectacular. Sólo Collin Morikawa y Emiliano Grillo consiguieron igualar el lustroso pasaporte del de Barrika. Todavía le queda mucho trabajo el fin de semana porque el líder, el sudafricano Louis Oostuizen, dibujó su juego con escuadra y cartabón y mantuvo el liderato con menos 11, pero lo más difícil, la recuperación, ya está hecho.
The Open
Royal St George's
1 Louis Oosthuizen -6
2 Jordan Spieth -5
- Brian Harman -5
4 Mackenzie Hughes -4
- Dylan Frittelli -4
- Stewart Cinc -4
- Benjamin Hebert -4
- Webb Simpson -4
9 Andy Sullivan -3
- Justin Harding -3
- Danny Willett -3
- Jack Senior -3
19 Sergio García -2
Jon Rahm +1
El campo, hostil el jueves en lo visible –riberas criminales y bunkeres imposibles– y en lo invisible –viento cambiante casi cada minuto–, decidió dar una tregua a los jugadores. El sol aligeró la habitual sensación de ahogo que transmiten los links. El número dos del ránking mundial se encendió desde el principio en modo ganador. Es verdad que no le quedaba otra, aunque son muchos los profesionales a los que se les encoge el brazo cuando las cosas no pintan bien. Ser conservador no está en el ADN de Rahm, que convirtió sus palos en armas letales tanto en las salidas como en los putts y en un compás cuando se trataba de encontrar el camino más limpio hacia las zonas que circundan los hoyos. El resultado apremiaba y el primer birdie tardó en llegar –fue en la bandera número seis–, pero a partir de ese momento el radar del vizcaíno detectó las áreas débiles del campo y las explotó como nadie.
Estaba radiante Rahm, nada que ver con el semblante apagado y de preocupación de la jornada de estreno. Cayó otro birdie en el siete –era la primera vez que su tarjeta ganaba al campo– y cumplió en el ocho. Y se encontró en la salida del nueve, el hoyo que le había amargado la víspera al necesitar dos golpes para sacar la bola de un bunker que le penalizaron sin piedad. El talento y la calidad ya habían salido a relucir. Ahora necesitaba además su envidiable fortaleza mental, la que le permite sostenerse cuando los obstáculos parecen gigantes. Jugó la bandera de ensueño y se cobró otro golpe. La maquinaria funcionaba a pleno rendimiento.
Tras errar un birdie en el 12, Rham calibró el punto de mira y certificó su asombrosa recuperación al encadenar tres birdies en el 13, el 14 y el 15 que le elevaron en la tabla hasta mirar muy de cerca las posiciones de privilegio. Esta vez a la cadena de televisión que ofrece el British no le quedó más remedio que enfocarle. Un vistazo a los nombres que encabezan la clasificación demuestra lo complicado que resulta embolsarse un 'Major'. Pero Jon Rahm viene desde atrás y su sombra es muy alargada. Es el último ganador del US Open.
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