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El intento de Ford de ganar el Dakar con un coche nuevo en su primera participación recordó a los amantes de las viejas hazañas el asalto de la marca de Detroit a las 24 Horas de Le Mans en 1966 para destronar a Ferrari, historia ... que contaron con todas las inexactitudes que hacen grande al cine Matt Damon y Christian Bale en los papeles del constructor Carroll Shelby y el piloto Ken Miles.
Al tanto de las dificultades del 'cavallino rampante', Henry Ford II mandó emisarios a la casa de Enzo Ferrari. Aunque hablaba inglés, se hizo acompañar de una intérprete mientras se aseguraba de que el 'Avvocato' Gianni Agnelli, dueño de la Fiat, se enterase y tuviera tiempo de reaccionar. Por supuesto, el turinés compró Ferrari. De vuelta a casa, Ford pidió detalles a sus ejecutivos, que le dieron toda clase de explicaciones. '¿Qué dijo de mí?'. 'Que no tiene clase, que le ha ofendido como hombre y como italiano, que está gordo... 'Eso no, la verdad', exigió. Tras un silencio, alguien se atrevió: 'Que usted no es Henry Ford, que es Henry Ford segundo'. La invectiva dio en el centro de la diana del orgullo del americano, que decidió ahí mismo crear un equipo de carreras.
Ejemplo de dureza, Ford no podía enfrentarse ni en sueños al estilo, la finura y la velocidad de los bólidos rojos Cuando Shelby, con fondos ilimitados, le expuso el proyecto a Miles, este estalló en una carcajada. La película está llena de coches y gasolina, pero es el dibujo de la lucha contra la autoridad, una metáfora sobre la independencia. Dos genios que tienen que zafarse del marcaje de un ejército de directivos obsesionados con que las normas se sigan a rajatabla, ingrediente incompatible con la brillantez, la creatividad y la belleza. Y con la victoria.
Shelby y Miles crean el GT40, que fracasa en 1965, detalle sin importancia para la película. En 1966, a falta de pocas vueltas los ejecutivos convencen a Henry Ford de que sus dos coches crucen la meta a la par para la foto y obligan a Miles a frenar. Cruza la meta levemente por delante de McLaren, que sin embrago acaba siendo designado ganador por un formalismo. Pero lo que perdura es la aventura de Shelby y Miles y su simbólico viaje de libertad. El vuelco de Carlos Sainz impidió que se repitiera la historia y Ford tendrá que volver al Dakar, aunque en el desierto falta la elegancia de Ferrari.
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