El fútbol, un terreno dominado durante años por los hombres, ha dado un giro de 180 grados, un terremoto desatado por las pioneras que se resistieron a cumplir con los clichés y rompieron estereotipos –como aquellas mujeres eibarresas que se calzaron las botas y saltaron al campo en los setenta– y que se replica con continuas sacudidas que van cerrando la brecha a favor de una mayor igualdad. La Copa conquistada por la Real en Granada en 2019 o la más reciente final en Zaragoza, celebrada casi como una victoria por 5.000 aficionados txuri-urdin, representan los máximos exponentes de cómo el avance deportivo ha ido acompañado también de un tsunami social. Un jugada perfecta.
Clubes como el Oiartzun, el Añorga o el Zarautz se encargaron de abonar el terreno décadas atrás antes de que estallase el fenómeno hoy todavía creciente. La fundación del equipo femenino de la Real en 2004 dio el empujón definitivo. Siempre fue necesario que la pirámide del fútbol femenino guipuzcoano contara con la referencia del club bandera de Gipuzkoa. No hay elemento más transversal en la sociedad guipuzcoana que el conjunto txuri-urdin.
Si en algo coinciden las pioneras que comenzaban a darle patadas al balón es en que en su momento no pudieron apoyarse en referentes. Sencillamente no existían. La gran revolución del fútbol femenino ha venido precisamente de la mano de futbolistas que sí han desempeñado ese papel para las generaciones venideras. Megan Rapinoe o Alex Morgan figuran entre los grandes nombres internacionales que lograron traspasar las fronteras. Más cercanos resultan los ejemplos de inspiración que proyectan Irene Paredes, Vero Boquete, Alexia Putellas, Jenni Hermoso, Aitana Bonmatí...
La cantera guipuzcoana también necesitaba espejos donde mirarse. Aintzane Encinas, Sandra Ramajo o Maialen Zelaia abrieron un camino por el que luego han transitado Nahikari García, Nerea Eizagirre, Amaiur Sarriegi... Tanto las niñas que dan sus primeros pasos desde la formación, como los aficionados y aficionadas que se acercan al campo Z7 de Zubieta cada dos semanas reconocen a sus ídolas. Las sienten suyas. Sin admiradores ni jugadoras a las que admirar no se crea mercado.
No fue casualidad que en la final de Copa de Zaragoza del pasado 18 de mayo se dieran cita el mejor equipo del momento –el Barcelona– y uno de los que más respaldo social recibe de toda la Liga –la Real–. Más de 25.000 espectadores asistieron al encuentro en La Romareda en el que se coronó el conjunto catalán. Más de 5.000 fueron realzales. Se trata del mayor desplazamiento que ha realizado nunca la afición txuri-urdin para presenciar un partido del equipo femenino a domicilio. Otro hito que apuntar a la espectacular trayectoria que ha trazado el cuadro blanquiazul en el último lustro.
Las futbolistas cumplen un papel de atracción descomunal para las masas, a la vez que los éxitos deportivos también ayudan a alimentar la ilusión por un deporte o un equipo en particular. La final de Copa de 2019, el subcampeonato de la Liga F en 2023, la participación en la Champions, la clasificación para una nueva final copera en 2024... Son hitos que han servido como eficaz combustible para generar abundantes adeptos a la Real, y también al fútbol femenino.
Gipuzkoa, el territorio más pequeño, ha alumbrado a dos de los dieciséis equipos que componen la Liga F, al igual que Cataluña que también cuenta con dos conjuntos en la élite, pese a multiplicar por diez la población guipuzcoana. El Eibar, que la próxima temporada vivirá su sexta temporada en Primera, acompaña a la Real en la máxima categoría, como hace menos de una década lo hacía el Oiartzun, en cuya plantilla se encontraba ya Arene Altonaga, hoy capitana del conjunto armero. El club eibarrés ha querido dar la relevancia que merece a la vuelta de su equipo a la élite y este curso ha abierto Ipurua para jugar sus partidos como local.
Este milagro deportivo que ha obrado el fútbol guipuzcoano encuentra explicación en el propio fútbol base. Gipuzkoa cuenta con 4.400 futbolistas que abarcan desde las categorías escolares hasta la Primera División. Significa el 20% de las fichas totales del territorio. Gipuzkoa lidera esta proporción entre el fútbol masculino y femenino de todo el Estado. La media estatal no alcanza el 9%, mientras que en el conjunto de Euskadi supone el 16% de todas las fichas.
En cifras absolutas, Gipuzkoa cuenta con más mujeres jugando al fútbol que comunidades como Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Murcia o Cantabria. La participación femenina en los campos de fútbol del territorio ha aumentado un 10% el último año. La Federación Guipuzcoana ha detectado además que donde más altas se producen son en las franjas de edad más bajas. El futuro.
La gran cultura deportiva que posee Gipuzkoa ha permitido alcanzar los datos de participación actuales que son la envidia. El fútbol femenino puede haber vivido un boom, pero esta realidad ni mucho menos puede catalogarse como una moda, porque no tiene visos de ser pasajera.
Los más de 5.000 aficionados que asistieron a La Romareda protagonizan la foto más reciente, pero no la única. El Reale Arena congregó a más de 15.000 espectadores en la vuelta de las semifinales de Copa en la tarde de un miércoles laborable de marzo. Antes, en 2019, el estadio donostiarra acogió a 28.367 personas en su interior en un derbi ante el Athletic para alcanzar la cifra récord de asistencia a un partido de fútbol femenino en Gipuzkoa.
El fútbol femenino interesa y mueve afición en el territorio. Cada dos semanas en Zubieta e Ipurua y cada fin de semana en el resto de los campos del territorio . El partido solo acaba de empezar.
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