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Unai Laso sueña con la conquista de su primer título de Primera. LOBO ALTUNA
Pelota | Unai Laso, los pelotaris de la final del Campeonato Parejas: «Aita, corre más»

«Aita, corre más»

Unai Laso ·

Los pelotaris de la final. De niño, Unai Laso jugaba el mismo día a pelota y al fútbol, aunque 85 kilómetros separaran el frontón de Igantzi del campo de Aoiz

Joseba Lezeta

San Sebastián

Martes, 29 de marzo 2022

Ochenta y cinco kilómetros, una hora y cuarto en automóvil, separan Igantzi de Aoiz. Un chaval del barrio de Iturrama de Pamplona llamado Unai Laso tiene partidos en los dos pueblos prácticamente a la misma hora, uno de pelota y otro de fútbol. Hay que arreglárselas para llegar a tiempo a los dos puntos, o al menos no demasiado tarde.

Lo cuenta su padre, José Mari. «En casa dábamos prioridad a la pelota sobre el fútbol. Tenía partido en el frontón de Igantzi. Fuimos en coche. Nada más terminar, montamos de nuevo en el vehículo para dirigirnos a Aoiz, donde jugaba su equipo de fútbol. Quedaba lejos. Era imposible estar para el comienzo, pero eran cuatro tiempos y veíamos posible presentarnos para el tercero. 'Aita, corre más', me decía Unai. Ya iba lo suficientemente rápido como para acelerar más. Llegábamos cuando llegábamos».

Unai Laso compaginó la pelota y el fútbol hasta los 12 años. «Jugaba a futbito y era el encargado de tirar las faltas», evocaba en una entrevista. En su familia, sin embargo, preferían la pelota. «Si había que elegir entre los dos deportes, estaba claro», señala su padre.

Sacó su primera ficha como pelotari a los seis años. «Pasábamos el fin de semana en Bizkarreta, el pueblo de la madre de Unai. Le llevé al club Auñamendi, a Espinal, que está a seis kilómetros. La edad mínima era ocho y le hicieron una pequeña prueba. Lo vieron y le dejaron entrar».

Posteriormente Unai Laso encontró también acomodo en otro club, el San Juan, cerca de su domicilio de Iturrama. Estudiaba en Amaiur ikastola, donde coincidió con Joanes Bakaikoa, actual compañero en las filas de Baiko. «Formaron pareja varios años en las categorías benjamín y alevín», cuenta José Mari Laso. «Los dos se intercambiaban de posición dentro de la cancha. Nueve tantos como delantero y nueve de zaguero». Así, en todos los partidos.

Sin embargo, Unai Laso se quedó sin compañero y su mentor tuvo que encontrar solución. Barajaron los nombres de dos zagueros que se encontraban en similar situación a la suya, Josu Irurita y Julen Martija, con el que finalmente entablaron contacto y relación. Jugaron juntos primero en San Juan y posteriormente tres o cuatro años en el club de Huarte, donde completaron su última etapa de formación. La final del domingo en el Bizkaia vuelve a reunirlos, aunque en bandos distintos y como oponentes.

Aunque conocemos a Laso como el delantero de Bizkarreta, en realidad nació en Pamplona, donde se instalaron sus padres tras contraer matrimonio. Su vínculo con Bizkarreta-Gerendiain procede de su madre, originaria de este concejo de 97 habitantes del municipio de Erro situado al pie de los montes Alduides, 34 kilómetros al norte de Iruñea.

La rama materna es la navarra de Unai Laso. La paterna procede de «Bilbao. Soy del barrio de San Adrián, que está al otro lado del parque contiguo al frontón Bizkaia», confiesa José Mari Laso. «En mi juventud, por supuesto, no existía el frontón de Miribilla. No había ninguna escuela de pelota a mano en la capital vizcaína, sí en cambio de pala, y creo que tampoco la hay en la actualidad, pero siempre he tenido mucha afición a este deporte. Estudiaba en Corazón de María y allí jugábamos a pelota los curas del colegio y los chavales que teníamos afición. Pasábamos horas y horas en el frontón. Pero nunca me pude vestir de blanco». Junto a la afición a la pelota, Unai Laso ha herededado de su padre preferencia futbolísticas rojiblancas.

En cuanto José Mari contrajo matrimonio y se instaló en Pamplona con su esposa, comenzó a acudir a los festivales del Labrit para saciar una afición compartida con su suegro. «El apitxi, como llaman allí al aitona, era muy pelotazale. Jugaba muchos partidos en Bizkarreta y tenía fama de buen pelotari en aquella zona».

La amitxi de Unai Laso, la abuela, vive en Bizkarreta, a donde la familia acude regularmente los fines de semana, si bien cuando tiene partido Unai prefiere quedarse en Ansoain –pueblo ubicado entre los barrios pamploneses de la Rochapea y la Chantrea–, donde comparte piso con el manista aficionado Aitor Alduntzin desde «enero del año pasado», puntualiza su aita. «Se quedó fuera de la plantilla de Baiko en septiembre de 2020. Estaba cobrando el paro y nos comunicó el deseo de dar un giro a su carrera deportiva y a su vida. Cambió de entrenador y se independizó».

Se le atribuye a San Ignacio de Loyola el consejo de «no hacer mudanza en tiempos de tribulación», cuyo verdadero significado discuten los expertos. Ajeno a esas disquisiciones, Laso optó por lo contrario. Y le ha ido bien.

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