La esencia de la jaula corre peligro

En la búsqueda de razones, algunas voces apuntan a la diferencia mayúscula entre los tres o cuatro mejores y el resto. Contradice esta opinión aquella tan extendida entre los propios pelotaris de que los menos fuertes pueden superar a las figuras en esta distancia. Si algo ha distinguido, o distinguió, a la jaula es que abría el abanico de candidatos a la txapela respecto al mano a mano en toda la cancha. Las diferencias entre unos y otros no eran tan grandes.

Sin embargo, los datos recopilados por José María Echeverría en sus estudios sobre las finales del Manomanista y del Cuatro y Medio muestran un parecido cada vez mayor entre las dos competiciones debido posiblemente a la evolución de las dos. Estamos ante un juego cada vez más veloz, como ocurre en el resto de los deportes. Alabada, se trata de una carrera lógica e imposible de detener. El juego de aire ha venido para quedarse y es imprescindible para aspirar a las cotas más altas.

Eso no significa una renuncia a defender la esencia de un cuatro y medio en el que madurar el tanto formaba parte del espectáculo y las tacadas no eran tan habituales como en el Manomanista. No tienen por qué convertirse en dos modalidades cada vez más parecidas.

Nadie quiere pelotas motelas. Todos se sienten fuertes con la pelota rápida, aunque luego el tiro salga por la culata. Hay momentos en los que conviene detenerse, mirar de dónde se viene, calibrar dónde estamos y plantear hacia dónde se quiere ir. Los rectores y técnicos de Aspe y Baiko tienen la palabra.