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Elezkano II y Rezusta levantan la copa de campeones. J.M. López

Pelota

Campeonato de Parejas: Elezkano II y Rezusta, campeones del esfuerzo

Sorprenden a los favoritos Irribarria y Zabaleta, que no aciertan a aprovechar su mayor pegada (22-19)

Joseba Lezeta

Bilbao

Domingo, 7 de abril 2019 | Actualizado 08/04/2019 09:27h.

Beñat Rezusta no ha trabajado en los altos hornos de Bergara. Ha encontrado en la pelota su oficio. Pero es probable que algún familiar o conocido suyo ha cubierto su vida laboral como fundidor, siempre a altas temperaturas, cerca de la boca de algún horno.

Espíritu de sufrimiento y sacrificio tiene para dar y regalar, como atestiguó una vez más en la final del Campeonato de Parejas. Quizá no sea un ironman, un hombre de acero, pero su zurda está hecha de ese material, resistente cien por cien, inquebrantable. Resistió el acoso incesante de Irribarria y Zabaleta, que plantearon un dos contra uno que no encontró la recompensa pretendida. Aguantó carros y carretas ante dos pegadores formidables a los que no perdió la cara en ningún instante.

Golpe a golpe, devolvió lo imposible e incluso castigó al zaguero contrario lo suficiente para proclamarse campeón del Parejas por segunda vez. En su cuarta final consecutiva, rescata el título obtenido en 2017, entonces en compañía de Irribarria, rival en esta ocasión, y esta vez con Elezkano II, que inscribe por primera vez su nombre en el palmarés de esta competición. El 22-19 hace justicia al juego desplegado por unos y otros.

Beñat Rezusta acumuló 181 pelotazos –todos con la zurda salvo uno–, veintiséis más que su compañero Elezkano II, que terminó con 155, incluidos sus veintidós saques. El reparto entre Irribarria y Zabaleta resultó equitativo: 167 cada uno. Estos números ayudan a entender el discurrir de una final exigente y dura en la que el brillo no estuvo en los remates, sino en la intensidad y el esfuerzo sin tregua de los protagonistas, de los cuatro.

Irribarria y Zabaleta plantearon una estrategia clara: buscaron a Rezusta. Insistieron en pegar atrás confiados en marcar la diferencia con rotundidad en la zaga. Sin embargo, chocaron contra un muro de piedras y acero que no se resquebrajó. Ni en su zona central, ni en las esquinas. Todo lo contrario. Dio la impresión de que la pared se reforzaba en lugar de debilitarse con el paso de los tantos. Rezusta falló tres pelotas, una minucia ante semejante bombardeo de dos contrastados cañoneros.

Tampoco se limitó a poner la pelota a buena. Rezusta, con esa postura de besagain que le caracteriza, halló la fórmula para dejar poca pelota servida. Irribarria no encontró un torrente de oportunidades claras. Tuvo que entrar de lejos, emplear el sotamano de zurda para acentar el dominio o dejar de nuevo la pelota a la derecha de su compañero para que insistiera. Al contrario que en compromisos precedentes, en esta ocasión no bastaba.

Tardaron Irribarria y Zabaleta en darse cuenta de ello porque el zurdo de Arama no decidió lanzarse con mayor decisión a por el remate hasta verse con el agua al cuello en el 16-11. Una bonita reacción suya que tomó cuerpo en dos tantos de volea al ancho y uno de gancho ayudó a restablecer las tablas, 16-16. Ocurrió por segunda vez durante el partido, después del 10-10. Salvo en esos dos tantos, los azules se pasaron el resto del partido por detrás en el electrónico.

Lo más complicado parecía hecho. Comenzaba un nuevo partido, esta vez a seis tantos. El juego podía tomar otro rumbo. Sin embargo, con más de un pelotazale echando de menos la petición de un descanso por parte de Elezkano II y Rezusta para frenar la remontada, el propio Irribarria estrelló un gancho en la chapa. Cambió de nuevo el decorado. Porque Danel Elezkano ya entraba más en juego y había empezado a encontrar las cosquillas en la defensa de Irribarria gracias a sus jugadas con efecto al txoko. Lograron su propósito.

El de Zaratamo, rehecho de un inicio en el que falló varias jugadas y remates, demostró esa valentía imprescindible para facturar con una victoria todo el trabajo realizado durante hora y cuarto junto a su compañero. Porque Elezkano II tampoco se escondió. Ayudó a Rezusta, se responsabilizó de parte del trabajo sucio y encontró huecos suficientes para sumar tantos.

Duelo excelso en la zaga

Mientras en los cuadros alegres Elezkano II ganaba la partida a un Irribarria sin consistencia defensiva suficiente, unos metros más atrás Zabaleta y Rezusta proseguían con un duelo excelso, propio de dos zagueros de muchos quilates. Zabaleta encadenaba derechazos de postal con su elegancia y su privilegiado brazo. Rezusta, más tosco, respondía y encontraba altura y velocidad suficientes para que los contrarios, dos pegadores de categoría, carecieran de oportunidades para mandar la pelota al rebote. El zurdo de Bergara prolongaba los tantos, defendía y se repartía la cancha con Elezkano II para distribuir el esfuerzo en la medida de lo posible. Porque convenía llegar al final lo más entero posible.

Decidido a conseguir cerca del frontis lo que era imposible alcanzar atrás, Irribarria decidió jugársela. Con más acierto y fortuna entre el 16-11 y el 16-16. Más irregular, en cambio, a partir de esa igualada ya que alternó tres acciones certeras con un gancho a la chapa, una dos paredes a la línea y la parada al txoko que hizo sonar de nuevo la chapa en el último tanto.

Elezkano II sumó los mismos –arrimada al cuatro, un zurdazo de aire por abajo que corrió como una flecha contra la pared y una volea con la que rompió la pelota–. Pero no perdió ninguna desde el 16-16. Tampoco Rezusta, sólido como el acero.

Galería. Ambiente antes de la final. J.M. López