Pelotazales guipuzcoanos de distintas comarcas asistieron a la final. No solo de Amezketa. También de Zumarraga, Azpeitia, Donostia, Alegia, Soraluze... Y uno no puede evitar acordarse de que todos ellos deben recorrer un buen número de kilómetros para asistir a eventos de esta envergadura. Pamplona con el Navarra Arena y Bilbao con el Bizkaia han borrado del mapa de las finales a Donostia. Por cierto, la final del próximo Campeonato de Parejas irá a la capital vizcaína porque el nuevo recinto de Iruñea está ocupado ese día con otro evento.
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El Atano III no tiene capacidad para competir con esos recintos por dos razones evidentes. La primera es el aforo ya que Navarra Arena y Bizkaia casi doblan la capacidad de la sede donostiarra. La segunda, más preocupante, que el Atano III se ha quedado antiguo. Necesita algo más que un lavado de cara para equipararse con la modernidad que destilan sus dos competidores directos. Los asientos, el acceso, el suelo del frontón, los espacios... Navarra Arena y Bizkaia, distintos uno del otro, poseen virtudes inalcanzables para un frontón que, rebasada la barrera del medio siglo, se ha quedado viejo.
Es discutible, sin duda alguna, si las inversiones realizadas en los nuevos frontones de Pamplona y Bilbao están justificadas, sobre todo en el caso del Navarra Arena. Pero provoca envidia sana ver pelota en unos edificios acordes al siglo en el que vivimos. El Atano III necesita algo más que un lavado de cara. Urge una renovación profunda más allá de los retoques para que San Sebastián mantenga el protagonismo que le ha correspondido en la pelota. Por afición, por pelotaris -la nueva hornada merecería un escenario acorde a sus tiempos- y por capacidad organizativa, derivada ahora a eventos más internacionales en detrimento de lo tradicional que perdura. Aunque las finales se vayan a otras ciudades. Ahora que tanto se habla del 2.0, apliquémoslo también a la pelota.
Al margen de frontones, Ezkurdia acapara titulares por su trayectoria, por esa confianza consigo mismo que hace unos meses parecía lejos de su alcance y ahora mismo se antoja inseparable a su condición. ¡Cómo cambian los tiempos! Mérito del protagonista.
Y Altuna III no tiene motivo alguno para sentirse descontento. Le ha batido un pelotari en racha, poderoso y en plena madurez. Sus palabras de que «estar en la final ya es un éxito» no son excusa, sino una verdad como un puño.
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