La generación de la pandemia

Esta dorada hornada deja un legado hermoso pero también un trabajo ingente a sus sucesores. Mientras los Irujo, Olaizola II y sus compañeros transformaban la modalidad, las plantillas de la entonces Asegarce y de Baiko comenzaban a reducirse por el descenso del número de festivales y de la pérdida de peso del dinero recaudado a través de las apuestas. El negocio tradicional se resintió. Aunque la pelota a mano se ve más que nunca gracias a la televisión, le han surgido otros problemas, acentuados por la llegada de la pandemia, el cierre temporal de los frontones al público, los Erte y el ajuste temporal de los sueldos.

La huelga de los pelotaris de Baiko en otoño del pasado año terminó de complicar un panorama que exige el máximo compromiso de los distintos actores, aunque en la empresa bilbaína hayan recuperado ya los contratos originales y parece que los de Aspe lo harán pronto.

El último año y medio ha exigido a los actuales pelotaris profesionales moverse y actuar al margen de las canchas, fuera del terreno que mejor dominan. Además de mantener la calidad del juego de sus predecesores, se les ha pedido cordura y sentido común para salir del atolladero. Han respondido, siguen respondiendo y merecen ese reconocimiento.