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«Iker Irribarria es de Arama y vive en Arama. De acuerdo. Pero es un pelotari hecho en Ordizia, en el Txapagain». Jon ... García, presidente del club, reivindica la relevancia de la entidad que dirige en la formación del pelotari que se enfrentará a Mikel Urrutikoetxea en la final del Manomanista de 2019, la tarde del domingo en el Bizkaia de Bilbao.
Tanto García como Josu Murua e Iker Goitia, dos de los compañeros de Irribarria en sus primeros pasos como pelotari, así como Marcial Garmendia, organizador de los dos festivales de mano profesional que su sociedad, Jai Alai, gestiona anualmente en Ordizia, son voces autorizadas para analizar aquellos siete años de un niño con maneras... y poder.
Garmendia estrecha todavía más el vínculo familiar del pelotari con Ordizia. «Su abuelo, Napoleón Irribarria, era riojano. De Alberite. Se instaló con la familia en Ordizia. Primero trabajó en la CAF. Posteriormente fue sereno y municipal en este pueblo. Y la ama de Iker, Marijo Olazabal, fue atleta del Ordizia».
«Iker tenía siete años cuando empezó en Txapagain, siendo todavía prebenjamín», apunta Jon García. «Era 2003 y permaneció con nosotros hasta 2010». Iker Goitia, delantero de Irribarria durante buena parte de aquella época, añade que «nuestro entrenador era Polo. Y también nos enseñaba el propio padre de Iker, Iñaki. Los pelotaris que alternábamos en nuestra categoría éramos principalmente cuatro: Irribarria, Iñaki Zabala, Murua y yo».
Aquel chaval fuerte comenzó a despuntar en «el campeonato de fin de curso que Txapagain organiza anualmente. Empezamos después de Semana Santa y termina el domingo anterior al día de Santa Ana. Lo mantenemos en la actualidad y la presente es la 23ª edición. En esta ocasión la hemos planteado a nivel de la comarca del Goierri, con pelotaris desde Zegama hasta Ikaztegieta. Hay ocasiones en las que han venido a jugar hasta de Amezketa».
Marcial Garmendia relata la disyuntiva que se le planteó a Iker Irribarria un poco más adelante, «el año que se proclamó subcampeón del torneo del cuatro y medio de Elgeta siendo todavía infantil, en 2010. Justo entonces le convocaron para jugar con el Baskonia la Minicopa de baloncesto. Estuvo en un tris de dejar la pelota. Tanto su aita como uno de sus tíos fueron jugadores de basket. En cambio, otros dos tíos por la rama materna, Josu e Igor Olazabal, habían sido manistas. Pienso que hubo un tira y afloja. También le tiraba más la pelota a su abuelo, el padre de su ama. Finalmente, Iker se inclinó por el frontón».
Josu Murua evoca los primeros días que asistió a los entrenamientos del Txapagain. «Éramos chavales. A los que empezábamos nos ponían a pelotear en el rebote. Éramos los de primer año, los últimos en llegar. En un momento dado me mandaron hacia el frontis para jugar con algunos que llevaban más tiempo que nosotros. Pensaba que eran mayores que yo. Uno de aquellos era Iker, que tiene la misma edad que yo. Somos del mismo curso, pero él estudiaba en una clase distinta a la mía».
«Íbamos a la ikastola Jakintza de Ordizia», coinciden Murua y Goitia. «Nos separamos al empezar el Bachillerato. Aparte de la pelota, compartíamos muchas horas de clase, de recreo y de deporte escolar».
Iker Goitia pone una nota de humor en el relato. «Nadie nos peleábamos con Irribarria... porque sabíamos lo que había. Eso sí, era tranquilo. Lo agradecíamos. Su fuerza no se limitaba a los brazos. También lo era de piernas. Cuando jugábamos a fútbol y algún balonazo suyo se estrellaba en el larguero, este se quedaba temblando un buen rato. Y al enredarnos en el pica-pica a base de balonazos, mejor escaparse de allí para evitar que te golpeara alguno de los disparos de Iker».
«Como pelotari ya poseía una gran pegada desde pequeño», destaca Josu Murua. «Al principio jugaba de zaguero. Llevaba las riendas del peloteo dentro de la pareja. Los compañeros cuidábamos el ancho».
El propio Murua añade otro detalle importante dentro del aprendizaje de Irribarria. «En los entrenamientos le ponían un juego de llaves o una pelota en la mano izquierda para que utilizara solo la derecha. Tenía que darle una y otra vez con su mano menos buena. Primero 20 pelotazos, luego 50. Si había tiempo y ganas, podía llegar a 100». Iker Goitia recuerda que «en nuestro caso sucedía lo contrario. Nos ocupaban con algo la mano derecha para que aprendiéramos a darle de zurda».
Desde el torneo local de Ordizia dieron el salto a competiciones de otros pueblos, incluidos varios de Navarra. En los archivos de Txapagain figura que ganó el torneo de Andoain en 2007 con Murua, quien rememora que «nos impusimos a Axier Arteaga y a su compañero». Aquella final concluyó 18-15. Eran benjamines. Ese mismo año Irribarria venció con Iker Goitia en el Zugarralde de Burlada -triunfo por 18-17 en la final-, en el torneo de Navidad de Estella -victoria por 18-14 en el partido por las txapelas, en ese caso con Olano- y en el de Leitza -el choque acabó 18-15 con el local Sagastibeltza-. Sin dejar a un lado a sus compañeros del Txapagain, el de Arama comenzaba a alternar con chavales de otras localidades.
El palmarés de aquella promesa adquirió brillo en poco tiempo. Su número de victorias crecía de manera exponencial al de derrotas. En la temporada 2007-08 incorporó a su lista de éxitos el cuatro y medio de Zizur, una de las competiciones más apreciadas por los pelotaris de categorías inferiores de entonces. También se proclamó subcampeón de otros tres torneos: el Titín III, el Hi-tza y el de Lizarra-Estella. La campaña 2008-09 prosiguió por parámetros similares: más txapelas y subcampeonatos. En La Rioja sumó un bonito triunfo en el torneo de Titín con el tolosarra Ioritz Egiguren como delantero. Recibió además el galardón al mejor pelotari de su categoría, acompañado de un premio en metálico de 500 euros.
Irribarria comenzaba a llamar la atención. Josu Murua guarda fresco en su memoria «el último partido de Iker en las filas del club Txapagain. Fue en Lizarra, en un torneo de fiestas. Había nivel. Perdíamos 21-15 y recuperamos el saque. Irribarria puso en juego una pelota viva y empezó a acertar. Nos pusimos 21 iguales... y fallé la última pelota. Le di con la zurda y se fue a la chapa de arriba. Lo pasé muy mal».
Iker Goitia subraya la pelea que Irribarria mantenía con las chapas. «Pegaba dos o tres por partido. Fijo». Josu Murua va más allá en esa apreciación. «Un día que jugó conmigo le conté trece, todas o casi todas en la de abajo. ¡Cómo remató! Pegó trece chapas... y ganó el partido».
Murua relata el momento en el que separaron sus caminos dentro del deporte. «Por aquella época tendríamos 14 o 15 años. El grupo de pelotaris de nuestra edad se redujo a tres. Yo me pasé al fútbol. Cuando Iker venía a los entrenamientos, jugaba en solitario contra dos. Ya no tenía gente de su nivel en Ordizia».
Marcial Garmendia explica que «muchos jóvenes prefieren el fútbol. Vas en autobús a los partidos y tienes ambiente de cuadrilla. A los pelotaris los tienen que llevar en coche sus padres o sus familiares. Xalton Zabala, responsable del club Zazpi Iturri, iba repescando a los mejores pelotaris jóvenes de la zona. Poseía un buen grupo para los entrenamientos e Iker se marchó a Amezketa. Ya estaba en tratos con Aspe».
La relación de Irribarria con Ordizia no se circunscribe al deporte. «En su cuadrilla de amigos solo hay dos de Arama, Irribarria y Oier Calvillo, futbolista del Osasuna Promesas. El resto son de Ordizia», apunta Goitia. «Iker es el mayor de tres hermanos y desde muy pequeño venía en bicicleta tanto a la ikastola como a los entrenamientos. Hay una pista que enlaza los dos pueblos, separados por un par de kilómetros. Su hermana es atleta del Ordizia».
Tanto sus antiguos compañeros como los responsables de su club de formación disfrutaron de lo lindo con la irrupción de Iker Irribarria en el Manomanista de 2016. «Aquel año disputó en Ordizia la previa contra Merino II», recuerda Marcial Garmendia. «¡Vaya frío hizo aquella noche! Vino poquísima gente, unas 70 personas. Creo que Aspe no tenía frontón para ese partido y nos lo ofrecieron diez días antes».
Iker Goitia remarca la diferencia entre «jugar ante 70 personas en Ordizia y disputar dos meses después la final contra Mikel Urrutikoetxea delante de 3.000 en un Bizkaia repleto. «Ahora observo más equilibrado a Iker. Sin embargo, hace tres años estaba con un golpe terrible».
Josu Murua, por su lado, ve a su amigo y antiguo compañero «en condiciones de ganar de nuevo la txapela, sobre todo después de los partidos que ha completado frente a Altuna III y Elezkano II. Ha demostrado encontrarse muy bien de juego». Falta culminarlo para alegría de Arama... y de Ordizia, su segunda casa.
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