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Iker Irribarria era un hombre feliz en vestuarios. Se abrazaba con unos y otros, con su hermano Ekhi, pero sobre todo con miembros de ... su empresa como Jon Apezetxea, el intendente, y Jokin Etxaniz, el director técnico. También recibió la felicitación de Rubén Beloki, técnico de Baiko, la promotora rival. Lo cortés no quita lo valiente. Minutos antes se había arrodillado en la cancha justo cuando Urrutikoetxea no pudo poner la última pelota en el frontis. El de Zaratamo, exhausto, también quedó tendido en el suelo. Se levantó primero el de Arama y abrazó a su rival, aquel con el que se había jugado la txapela. Irribarria se dirigió a continuación con el puño en alto a sus seguidores, a quienes agradeció su apoyo, antes de ser abordado por micrófonos y cámaras de televisión.
Ya más tranquilo, con la txapela y el trofeo que le acreditan como campeón manomanista, señaló sonriente que «estoy contento y es hora de disfrutar. Esta txapela me hace una gran ilusión. Sabía que tenía que aprovechar mis oportunidades si quería ganarle a Urrutikoetxea, que ha hecho un gran trabajo. Al principio me he sentido incómodo, pero he sabido reaccionar en momentos puntuales. He aguantado bien físicamente, era más un problema mental porque ha sido una final muy dura. He venido a disfrutar a la cancha y me he encontrado a gusto. La clave de la victoria ha sido saber aguantar y seguir trabajando. He intentado no fallar, hacer mi juego y lo he conseguido. En el segundo tramo de la final «he regalado bastante menos y creo que ahí ha estado el partido».
El de Arama entra en la historia al conseguir su segunda txapela del Manomanista, algo que solo está al alcance de unos elegidos. «No soy consciente aún de lo que he hecho. Es muy bonito llegar a las finales y ganar la txapela. Es importante estar aquí, pero también lo es estar todo el año a buen nivel. Siempre hay ganas de mejorar».
Se le recordó los problemas que atravesó ante Víctor en la primera eliminatoria, de la que apenas se acordaban. «Todos los partidos cuestan, y más el primero, pero a medida que ha ido avanzando el campeonato he cogido confianza poco a poco. Estoy feliz y contento, no todos los días se gana una txapela. En partidos así no se disfruta, hay mucha tensión».
Durante el partido y, sobre todo en los descansos, Irribarria buscaba con su mirada a Jokin Etxaniz, que siguió el partido en vestuarios al no poder ejercer de botillero. «Los jóvenes siempre tenemos cosas que aprender y debes buscar ayuda donde sea, con Etxaniz o Apezetxea. En el 15-10, Jokin me dijo que jugase más a bote, que le diese más altura a la pelota. La txapela en parte también es de ellos».
Añade que «en las finales es difícil que se vean partidos redondos. Al principio ha habido tantos duros y hemos entrado mucho de sotamano. Luego, nos hemos calentado». Fruto de esa intensidad se llevó un golpe en el dedo gordo de su mano derecha «que todavía me duele, pero la txapela todo lo cura». La lana quiso dedicársela «a mi familia, que siempre me ha aguantado en los momentos malos, que han sido unos cuantos». Y con ellos y sus amigos lo celebró anoche por todo lo alto en la sidrería Tximista de Ordizia.
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