Más madera de nuevo en el Adarraga

Bengoetxea VI y Martija no dieron una pelota por perdida. Su capacidad de sufrimiento les permitió darle la vuelta en el tramo final a un partido que de inicio tuvo color guipuzcoano. Irribarria y Albisu imponían su pegada. El zurdo de Arama, muy mejorado con relación a sus últimos partidos, salió como un tíro. Para el 6-1 llevaba ya tres tantos de cosecha propia, cifra que aumentó a cinco en el 9-6 y a ocho en el 12-13. Albisu mandaba en el peloteo, le enseñaba constantemente la espalda a Martija, pero alternaba pelotazos brillantes con errores de bulto. Esa irregularidad permitió a Oinatz y Martija empatar primero a seis y después colocarse por delante por segunda vez 9-12 tras una tacada de seis tantos consecutivos.

Pero no había nada decidido aún. Las espadas estaban en todo lo alto. Acertaba el campeón manomanista en el remate y le respondía el delantero leitzarra, a quien su gen competitivo le hace diferente al resto. Ninguna pareja conseguía despegarse en el luminoso. Como mucho dos tantos de diferencia y de nuevo igualdad. Irribarria cometió su primer error en el 14-16 al mandar al colchón inferior una pelota franca desde el cuadro uno en un intento de dejada con la derecha.

Ese fallo descentró al de Arama, quien tres tantos después volvió a mandar la pelota a la contracancha (16-17). Y de nuevo otra pérdida en el 17-18. Su envío de zurda encontró acomodo en el colchón superior. La fiabilidad que había mostrado hasta ese momento se desvanecía.

Bengoetxea VI, que se las sabe todas, animó a un Martija al que también se le cayeron dos pelotas en un tramo de partido muy comprometido (18-18). Pero no se vino abajo el de Biskarreta. Siguió a lo suyo. Oinatz decidió tomar el mando. Su agilidad de piernas le permitió llegar al txoko para responder a una parada de Irribarria y abrir la pelota al ancho desde el suelo. Luego ejecutó una dejada preciosa a la punta. A Albisu se le quedó corta una pelota e Irribarria no pudo poner en el frontis la última pelota de derecha tras una dejada al ancho a la que llegó una vez más Oinatz (18-22).