Apezetxea se dispone a golpear la pelota ayer en Amezketa. Al fondo, Julen Alberdi. IÑIGO ROYO
Pelota

El mano a mano tiene estas cosas

Ioritz Egiguren, Apezetxea, De la Fuente y Tolosa, campeones en Amezketa

Enrique Echavarren

AMEZKETA.

Lunes, 10 de septiembre 2018, 07:37

Maite Tolosa en féminas, Aingeru de la Fuente en cadetes, Antton Apezetxea en juveniles e Ioritz Egiguren en sénior se proclamaron campeones del torneo Joxan Tolosa al imponerse ayer en las finales disputadas en Amezketa. El cerca de medio millar de pelotazales que poblaron las gradas del frontón Larrunarri se quedó con las ganas de ver más pelota. Los cuatro partidos acabaron con marcadores bastante abultados. Ninguno de los perdedores llegó a los dos dígitos. Es lo que tiene el mano a mano. Los partidos se rompen pronto y adiós a la emoción.

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Los mayores aplausos se los llevó el tolosarra Ioritz Egiguren, que juega en el Zazpi Iturri, nada más concluir su duelo contra el zurdo gasteiztarra David Uribe y también durante la entrega de las txapelas. Era la reedición de la final del GRAVNI, en la que el delantero guipuzcoano se impuso por 22-19. Pero en esta ocasión su victoria fue mucho más redonda. El 18-4 final lo dice prácticamente todo. Egiguren buscó constantemente la derecha al pelotari del Txukun Lakua. Alternó el saque, al ancho y al txoko. Uribe se colocaba al resto en al cuadro seis, en mitad de la cancha. La táctica apenas le dio resultado.

Egiguren minó la moral de Uribe desde que la pelota se puso en juego. Le correspondió el saque y, en un abrir y cerrar de ojos, ya tenía cinco tantos en su casillero. Uribe apenas plantaba batalla. No hacía daño con la volea, su mejor arma. La renta a favor del tolosarra fue aumentando (8-1). Desesperado, el gasteiztarra mandó la pelota directamente a la contracancha tras cruzarla demasiado en una de las escasas ocasiones que tuvo con el saque (9-2). Esa fue la gota que colmó el vaso de su paciencia. A partir de ahí fue una sombra. De ello se aprovechó Ioritz Egiguren para dar un recital rematador. Once tantos llevaron su firma, a los que hay que añadir tres saques. Dos paredes, cortadas al txoko, dejadas a la punta, pelotazos atrás. El tanto más peloteado fue el 15-4 en el que se cruzaron a buena 20 pelotazos. Finalizó con una dejada al txoko de Egiguren. No podía ser de otra forma.

Pegada demoledora

Tampoco hubo demasiada emoción en la final juvenil. La pegada del zaguero goizuetarra Apezetxea hizo estragos en la débil defensa del zizurkildarra Jon Alberdi, que llegó a adelantarse 3-7 gracias a una tacada de siete tantos consecutivos. Esos fueron sus mejores momentos. Su gran defensa de aire le servía para mantener a raya al rival. Pero Cuando Azpezetxea recuperó el saque se fue directo al cestaño, de donde sacó una pelota tosca que le venía como anillo al dedo. Hacía falta poder para moverla y precisamente esa no es una de las cualidades de Alberdi, que no pudo hacer ningún tanto más. El dominio de Apezetxea fue absoluto y se permitió el lujo de lucirse con cuatro dejadas a la punta.

En el derbi navarro de categoría cadete se esperaba algo más del etxarriarra Josu Igoa, que fue un juguete en manos de De la Fuente. El delantero de Eugi encarriló su victoria con una salida explosiva. Constante en el peloteo, escogió siempre la mejor opción para lanzarse al remate. El 0-8 inicial se convirtió en un 2-15 definitivo. La volea de zurda de Igoa apenas si apareció un par de ocasiones. Siempre a remolque, cuando quiso reaccionar ya era demasiado tarde. Gustó De la Fuente, un pelotari con golpe y bonitas maneras.

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Las lágrimas de Ahixa

La más emotiva de las finales fue la femenina, que abría al festival y que enfrentaba a dos pelotaris amezketarras. No por el marcador, que también fue muy contundente, sino por las lágrimas que derramó Ahixa Etxebarria con el 12-1 en contra. Eran lágrimas de impotencia. No le salía nada de lo que intentaba. Estaba fuera del partido. Su rival, Maite Tolosa, tuvo el precioso detalle de consolarle en la contracancha. Además, levantó el pie del acelerador para que la derrota no fuese aún más dolorosa. Etxeberria, presa de los nervios, dejó sin poner en el frontis nueve pelotas. El dominio de su paisana fue absoluto. No hubo color.

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