Es el juego del gato y el ratón

No había que ser muy inteligente y saber demasiado de pelota para apostar que la final iba a ser larga, dura, peleada, con errores y alternancias en el marcador. Los dos pelotaris han demostrado durante su carrera profesional qué tipo de delanteros son. Sin golpe con el que romper partidos, son más ratoneros que puramente talentosos. Los pronósticos se cumplieron tras 42 tantos. En el primero, ya se dieron 22 pelotazos a buena . Si contamos los 36 de las dos vueltas la cifra asciende hasta los 396. Hay partidos de parejas con menos pelotazos. «Ha sido una final durísima desde el principio, no sé ni qué decir todavía, no me llega la sangre a la cabeza», declaró el de Etxarri-Aranaz.

Salaberria se marchó a casa «feliz» pese a la derrota. El goizuetarra volvió a caer en la final del Promoción tras la derrota del año pasado ante Alberdi. «No queda otra que levantar la cabeza y seguir peleando para volver a llegar a otra», se conformó el de Aspe, que pecó de no rematar y llevar el partido a un aspecto físico que no le convenía. Tuvo oportunidad para rematar en varios tantos pero insistió en cargar el juego atrás en vez de buscar jugada. Y, cuando lo hizo, se encontró con el error. Con diecinueve iguales una dos paredes de sotamano se le marchó abajo cuando amenazó con golpear atrás. No fue él quien dilapidó la ventaja sino Bakaikoa quien ganó el partido por méritos propios. Con 16-18 abajo en el marcador y tras una vuelta por estorbo de Salaberria con casi más de treinta pelotazos, revivió para confirmar la voltereta.

Y lo hizo como mandan los cánones. Se puso 17-18 tras una bonita dejada al txoko mientras que se vio otra vez por delante con dos tantos de saque. Suele ser un tópico que en el mano a mano es indispensable el primer disparo y lo cierto es que ganó el partido desde ahí. Con siete tantos de saque por dos de Salaberria consiguió alcanzar el cartón veintidós. La final no podía terminar de otra forma que con otro tanto durísimo, el más peloteado de todos con 30. Salaberria, absolutamente exhausto, se jugó un gancho desde lejos que no impactó por encima de la chapa. Le faltó fuerza y determinación en los momentos clave.