La comparación es inevitable. La ubicación del estadio de El Sadar al lado del Navarra Arena provoca una reacción inmediata en el pelotazale guipuzcoano. El nuevo multiusos de Pamplona se halla a pocos metros del campo de fútbol de Osasuna, en un conjunto urbano que ... recuerda a San Sebastián, con el Reale Arena de Anoeta pegado casi al Atano III, cuyo emplazamiento es próximo al núcleo de la ciudad. Sin embargo, el paralelismo comienza a hacer aguas del lado donostiarra en cuanto uno traspasa el umbral del Arena y se adentra en su interior.
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Basta con lanzar una mirada a la grada y a la cancha para darse cuenta de las diferencias entre un recinto adaptado a la coyuntura del siglo XXI y otro anclado en lo que era moderno cuando se disputaron los Mundiales de 1970 en la capital guipuzcoana. Inaugurado el 17 de julio de 1963, está a punto de cumplir 60 años de vida en los que un uso continuado y prácticamente diario ha amortizado con creces la inversión.
El frontón Anoeta cambió de nombre en 1995 para convertirse en Atano III. Ha conocido modificaciones como la del rebote de cristal, aprovechado para retrasar unos metros la pared de atrás. Se han tocado los baños y los vestuarios. También se trajeron en su día asientos del Carmelo Balda, de distinto color, para sustituir algunos rotos. De hecho, la mayoría son aún originales, lo que no significa que sean nuevos.
Sede prácticamente exclusiva de las finales manomanistas durante décadas, la última que albergó fue la de 2014 entre Juan Martínez de Irujo y Julen Retegi. Lo peor no es que hayan transcurrido ocho años desde aquella fecha, sino que la construcción primero del frontón Bizkaia en Bilbao y más tarde la del Navarra Arena en Pamplona han descolgado por completo a San Sebastián de una carrera que en su día lideró en solitario. Ahora, en cambio, porta el farolillo rojo de esa carrera.
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Para encontrar la última semifinal del Manomanista jugada en Donostia hay que retroceder más aún, al Irujo-Bengoetxea VI de 2013. El Atano III, como el contiguo polideportivo Gasca, necesita una reforma profunda, valiente y urgente más allá de semifinales o finales. La pelota ha evolucionado con más rapidez que instituciones como el Ayuntamiento de Donostia o la propia Diputación de Gipuzkoa, centradas más, según se desprende de las palabras de los dirigentes, en los retornos generados por la inversión en los eventos que en la esencia de una ciudad y un territorio que, si alguien no pone remedio, deberán viajar para ver ganar txapelas a sus pelotaris.
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