Paseo en la cancha... y en la grada

El Navarra Arena se quedó pequeño. Si se llega a quitar la lona que separa el frontón de las otras zonas del recinto y se habilitan los 11.000 que puede albergar, también se habría llenado. Y si se hubiera ampliado incluso ese número de asientos, también. Era la primera final navarra de la historia en Pamplona y el respetable respondió de lo lindo. A primera hora de la tarde los bares cercanos al frontón tenían buen color. La jornada, calurosa y soleada, invitaba. Los más clásicos tiraban por el gin-tónic, también el pacharán tuvo su fuerza. Con hielo, claro, había que refrescar el gaznate. Una vez cogidas las fuerzas, algún que otro pelotazale navarro en demasía, rumbo al frontón.

Varios zarauztarras, vestidos de colorado, iban con Ezkurdia. «Joseba es socio de la Real, se pone al lado nuestro en Anoeta y queremos que gane». Esta cuadrilla se sumó a una treintena de aficionados venidos de Arbizu, que tiraron de ingenio para animar la tarde cuando la Policía Foral les requisó varios vasos. Vestidos de rojo ellos también. «Foralak, ere, Ezkurdiaren alde!», entonaron. Risas aseguradas.

Pero es Unai Laso el que manda ahora mismo entre el aficionado navarro. Así lo decían los vasos que repartieron en los bares, azules y colorados para animar a su pelotari favorito. El respetable podía elegir de qué color quería su cerveza. Se vieron más azules que colorados. Una cuadrilla de oiartzuarras fue la que animó el cotarro. «¡Se merece la txapela, dios!».

La final como tal no tuvo demasiada historia. El de Bizkarreta se paseó en la cancha... pero también en la grada. El de Baiko tuvo amplia mayoría en las tribunas del Navarra Arena, que casi como si fuese por justicia quería que ganase un pelotari que hace un año disputaba una previa para entrar en un campeonato aficionado. Alguien tuvo mal ojo en su empresa y el público quiso meter el dedo en la llaga. «Baiko, entzun, Laso Txalpeldun», tronó el Arena durante los cinco minutos que duró la entrega de premios.

Como durante las últimas finales, el campeón recibió la txapela con las luces apagadas y bajo una marea de aplausos. Una especia de fuegos a su espalda iluminaron la cara de Laso. Sus ojos brillaban algo más de lo normal, sabedor de que había pasado a la historia. Una vez encendidas las luces, se vieron más caras conocidas. En el palco disfrutó la presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, cerca de Joseba Asiron, exalcalde de Pamplona. Del mundo del deporte sobresalieron el entrenador de Osasuna, Jagoba Arrasate, y el exdirector deportivo de la Real Lorenzo Juarros, mientras que Iker Vicente aparcó el hacha para acudir al Arena. En la bancada de Ezkurdia vibró su hermano Mattin, su tío y su primo Julio Soto, bertsolari de profesión. Sufrió su padre, Martin Ezkurdia.

Del mundo pelotazale destacaron varios campeones del Manomanista como Fernando Arretxe, Patxi Ruiz, Patxi Eugi o Iker Irribarria, o el seleccionador de material Martin Alustiza. Como representantes de Baiko, celebraron el triunfo de Laso José Ramón Garai y Aimar Olaizola, mientras que no pudo disfrutar de la final el gran Atano X, que cumplía las bodas de diamante –60 años casados– con Inazita. Fuerza mayor, ya saben.

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