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«En el mano a mano actual en toda la cancha se dan más pelotazos en menos tiempo y el incremento del juego de aire ... es evidente». Son dos de las conclusiones extraídas por José Mari Echeverría, profesor e integrante del Máster de Alto Rendimiento Deportivo creado dentro del Comité Olímpico Español. Guipuzcoano de origen y navarro de adopción, su análisis desmenuza en interesantes números y datos las finales disputadas entre 1992 y 2020. Solo quedan fuera del informe tres ediciones. El autor aclara los motivos: «Las de 1994 y 1998 debido a la falta de registros disponibles y la de 1999 porque ese año se organizaron dos torneos en lugar de uno por discrepancias empresariales».
El estudio de José Mari Echeverría evidencia la tendencia al alza en el número de pelotazos por minuto. El incremento es progresivo desde 1992 y queda recogido en una gráfica. Ha pasado de los 17,7 pelotazos cada 60 segundos dados por Ladis Galarza y Julián Retegi en la final de hace 31 años en el frontón denominado entonces Anoeta de Donostia –actual Atano III– a los 26,8 registrados entre Erik Jaka y Jokin Altuna en 2020 en el Bizkaia de Bilbao, dentro del último partido contabilizado para la investigación.
José Mari Echeverría tiene 64 años Nació en Beasain y reside en Huarte. Acude regularmente a Zarautz. Licenciado en Educación Física, ha sido profesor de la Universidad Pública de Navarra y del IVEF en Vitoria. También fue subdirector de Deportes del Instituto Navarro del Deporte durante once años.
«Hay menos tiempo entre pelotazo y pelotazo, lo que reduce el tiempo de reacción de los protagonistas», certifica Echeverría. «Se juega con más rapidez y deprisa. El aumento de la intensidad del juego es evidente».
La correspondencia del número de pelotazos por minuto se traduce asimismo en que en las finales manomanistas se ha pasado de dar un pelotazo cada 3 segundos y 38 centésimas a hacerlo en 2:23, lo cual significa que el juego se ha acelerado un segundo y una décima entre pelotazo y pelotazo. El salto es enorme.
El estudio confirma estadísticamente otra modificación que saltaba a la vista sin necesidad del uso de la calculadora y que influye sobremanera en esa ganancia de rapidez: el juego de aire ha ganado peso. Echeverría le ha puesto cifras. «Ha pasado del 9,7% del total de las acciones en 1992 al 39,1% en 2020». Sube casi el 30% en otra evolución progresiva. Conviene tener en cuenta, asimismo, que todos los saques de un partido se incorporan al apartado de pelotazos a bote.
Los gráficos enseñan datos curiosos como la notable utilización del juego de aire en las finales de 1996 y 1997 gracias sobre todo a la presencia de Fernando Arretxe, antecesor de los actuales especialistas por el frecuente empleo del sotamano y del aire con la zurda. Los pelotazos sin bote en esos encuentros llegaron al 21,3% y al 22%, respectivamente, porcentajes que no se alcanzaron de nuevo hasta 2004, 2005 y 2006, casi diez años después y ya con Juan Martínez de Irujo en liza frente a Xala y Olaizola II. La aparición del delantero de Ibero significa un repunte imparable.
Puntualiza el autor del análisis que «mi método para contabilizar el tiempo de juego y los pelotazos varía respecto al empleado en Euskal Telebista. Abarca hasta el momento en que el tanto queda invalidado por el juez. Así, cuento el pelotazo que ha sido falta y el cronómetro no se detiene hasta que la pelota, por ejemplo, bota fuera, pega el colchón de arriba o toca por encima del fleje de la pared izquierda». Señala Echeverría que «la diferencia por encuentro puede cifrarse entre quince y veinte pelotazos entre el recuento de ETB y el mío».
Por contra, el número de pelotazos se mantiene bastante estable las tres últimas décadas. La final con más pelotazos, 468, corresponde a la victoria de Urrutikoetxea sobre Olaizola II en 2015. Contrasta con los 158 del 22-3 endosado por Barriola a Beloki, dos zagueros, en 2001.
Subraya asimismo «el aumento progresivo en la utilización de golpeos como el gancho y el sotamano. No se entra tanto en la postura de volea, salvo en casos como el de Ezkurdia. Restar de aire los saques es otro elemento que ha contribuido a disminuir el margen de reacción y el tiempo entre pelotazos».
Considera «positiva» el artífice del estudio que «la reglamentación de los tiempos de descanso», si bien ha llegado a la conclusión de que «se incumple levemente la mayoría de los tiempos analizados».
Sitúa la duración media de las finales analizadas en 54:37 de tiempo absoluto y 12:35 real –un 22,8% del total– y destaca que «el tiempo real fue mayor en los cuatro primeros años analizados (1992, 1993, 1995 y 1997) y posteriormente se ha mantenido de forma ondulante sin grandes variaciones entre el 18,4% y el 27%».
Echeverría aprecia como «positiva» la implantación en 2009 de la pasa como falta. «Ha venido bien para reducir los tiempos muertos en los que la pelota no está en juego. Antes se cometían cinco o seis pasas por choque. Tampoco ha significado un aumento de las faltas, que oscilan entre cero y dos».
La principal vía para conseguir tantos es el saque (25,1%, uno de cada cuatro), seguido de cerca por la dejada (23,6%), en la que se incluyen no solo las efectuadas a bote, sino también «todas aquellas en las que la pelota bota cerca del frontis, por ejemplo la parada al txoko o la volea en corto».
Observa José Mari Echeverría «un diferente modo de ocupar la cancha según avanzan los años. Si antes se colocaban más entre los cuadros seis y siete, ahora entran en acción cerca del cuatro y del cinco».
«Quizá sea otro de los aspectos que aborde en futuros análisis, como la influencia del segundo y del tercer pelotazo en los tantos. Cuanto más te adentras, surgen nuevos aspectos a considerar», sentencia.
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