El pelaire se hace mayor

El primer tramo del partido fue igualado, con tantos duros y algunos errores debido a los nervios, pero cuando Darío se sacudió esa presión no hubo color y la batalla quedó totalmente descompensada. No hay que restarle importancia a los botilleros en pelota. Asier, hermano de Darío, supo calmar los nervios cuando el de Ezcaray comenzó a desesperarse, si bien también protestó airadamente varias decisiones de los jueces que enfadaron al de Aspe. Fue en ese instante, con 6-4 en contra, cuando Asier agarró de la pechera a Darío. «Tranquilízate y haz lo que sabes». Dicho y hecho. Era un momento complicado, porque a pesar sentirse superior en el peloteo no terminaba de cerrar los tantos.

Tampoco se volvió loco ni con su saque larguísimo con cuatro iguales ni con el saque corto de Agirre justo después, que pareció botar antes de la raya del tres. El siguiente tanto fue el mejor de la tarde. Los dos pelotaris golpearon con violencia la pelota en un toma y daca que cerró Darío de manera brillante. Tras 33 pelotazos, con los dos protagonistas moviéndose por toda la cancha, el riojano se plantó en la mitad de la jaula y de aire con la zurda colocó la pelota pasado el cuatro y muy cerca de la contracancha. Agirre solo pudo seguir con la mirada el golpe. En tenis, cuando se logran tantos espectaculares, se aplaude desde el otro lado de la red. No fue el caso, pero el tanto merecía reconocimiento, el que le dio un Jaian Jai hasta la bandera que, pese a que animaba al navarro, tuvo que rendirse a la genialidad del riojano.

Darío supo cómo hacer daño. Un buen saque le permitía comenzar con ventaja el peloteo y a partir de ahí fue capaz de rematar las jugadas. También sumó mucho desde el saque, puesto que alcanzó los siete en esta estadística gracias a la variedad de sus envíos. Cortos y al centro de la cancha. Largos y arrimados a pared. Pero también preciosos y llenos de técnica como esos que se marchaban al ancho después de pegar en el frontis y rápidamente en la pared izquierda. Agirre se volvió loco buscando la pelota en cada saque hasta el punto de que trató entrar de aire en varias ocasiones. Sin éxito.

«El premio que me llevo para casa es gordo. He empezado nervioso, hemos sacado todas las pelotas del cestaño muy rápido y había mucha tensión. Aunque cuando he empezado a hacer mi juego, he generado superioridades desde el segundo pelotazo». La Rioja sonríe de nuevo.