![18.000 personas abarrotaron el Shanghai Arena en el amistoso entre Los Angeles Lakers y Brooklyn Nets](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/201910/10/media/cortadas/chinos-k0ZG-U90373884448ZP-624x385@Diario%20Vasco.jpg)
El ping-pong, mejor que el baloncesto
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De los 1.400 millones de chinos, solo los 18.000 que abarrotaron el Shanghai Arena pudieron ver ayer el amistoso entre Los Angeles Lakers y Brooklyn Nets. La televisión pública canceló la retransmisión. Como cabía esperar, la guerra entre Estados Unidos y China se ... ha trasladado al deporte.
Todo viene de unas palabras del director general de los Houston Rockets, Daryl Morey, que, de gira por Japón, mostró apoyo a la «lucha por la libertad» en Hong Kong. El Gobierno chino montó en cólera y, contra todo pronóstico, el jefe de la NBA, Adam Silver, no cedió a la presión. Que no es poca, ya que la división china de la NBA vale más de 4.000 millones de dólares. El comisionado de la liga dijo: «Simpatizo con nuestros intereses aquí y con nuestros socios que están molestos. No creo que sea incompatible simpatizar con ellos y al mismo tiempo defender nuestros principios. Pero si esas son las consecuencias de adherirnos a nuestros valores, siento que es aún más importante adherirse a ellos. Es mucho más importante que hacer crecer nuestro negocio. Los valores de la igualdad, el respeto y la libertad de expresión han definido durante mucho tiempo la NBA, y continuarán haciéndolo. Como una liga estadounidense que opera a nivel global, una de nuestras mayores contribuciones es la defensa de estos valores del deporte».
La respuesta oficial china no defraudó: «Nos oponemos a la apelación de Silver de apoyar el derecho de Morrey a la libertad de expresión. Cualquier comentario que desafíe la soberanía nacional y la estabilidad social no está dentro del ámbito de la libertad de expresión».
El deporte siempre ha tenido facilidad para explicar el mundo. Si la diplomacia del ping-pong en los 70 mejoró las relaciones entre China y Estados Unidos y acabó en un apretón de manos entre Mao y Nixon, el baloncesto parece que ha logrado lo contrario. Aunque la dosis de propaganda es abrumadora en ambos bandos, este conflicto explica mejor y con más claridad que algunas páginas de internacional la tensión actual entre los dos países. Pero, además de eso, vuelve a poner sobre la mesa la relación entre política y deporte y, fundamentalmente, el debate sobre la libertad de expresión de sus protagonistas.
Cada vez hay más límites. Los departamentos de comunicación de los clubes de fútbol, por ejemplo, lejos de fomentarla, empujan en el sentido contrario. Establecen todo tipo de controles y limitaciones, y eso perjudica a sus deportistas, que se ven atrapados en el tópico por las exigencias de estos nuevos censores. No pueden articular un discurso propio y, mucho menos, sobre temas sensibles. Acostumbrados a salir del paso, cuando surgen las aristas fallan. Juega y calla, que ya ganas bastante, parece la consigna. Hasta una gran figura de la NBA como James Harden patina y corrige a su jefe: «Nos disculpamos, amamos a China». Por eso aún resuenan las palabras de la atleta soriana Marta Pérez en el Mundial de atletismo de Catar: «No sé qué hacemos aquí. En este país yo no puedo inspirar a nadie porque las mujeres que me están viendo no tienen la posibilidad, por nivel cultural, de hacer lo que yo hago». ¿Algún futbolista afeará a la Española que la Supercopa se juegue en Arabia Saudí, donde se pisotean los derechos de las mujeres?
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