![Dolor y gloria, volumen 19](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/201909/10/media/cortadas/nadal-k9oC-U9096419881ERF-624x385@Diario%20Vasco.jpg)
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Como si de un coliseo romano se tratara, los espectadores de la Arthur Ashe se levantaban por enésima vez para ovacionar y jalear a los dos gladiadores que raqueta en mano llenaban sus pulmones después de un nuevo punto extenuante. En esta ocasión la mayoría ... ovacionaba a Rafa Nadal que conseguía, tras más de cuatro horas de partido, colocar un 30-15 en el marcador con su servicio tras una sucesión de golpes en la red en la que su rival, Daniil Medvedev acababa golpeando la bola desequilibrado y mandándola al pasillo de dobles. Era el quinto set y el luminoso reflejaba un 5-2 en favor del manacorí por lo que apenas le restaban dos puntos para alcanzar la gloria de un nuevo Grand Slam, el decimonoveno en su carrera.
Lejos de levantar el puño y gritar su característico ¡vamos!, Nadal vio alejarse un poco más la victoria. Crujieron sus articulaciones y el primer gesto tras ver escaparse la bola fue torcer el espinazo. La bandana violeta se perdió entre sus rodillas y se pudo intuir un ligero temblor de agotamiento. El público estaba entregado y las imágenes de la grada disimularon ese momento crítico. El público quería sangre, pero Nadal pedía una tregua. Acto seguido falló tres bolas y entregó el saque a un Medvedev que cada vez se parecía más a 'El Dragón', la máquina diseñada por el padre de Agassi que lanzaba decenas de bolas en cada entrenamiento al pequeño Andre hasta que lo tumbaba de agotamiento.
El ruso, temible en su tiralíneas de revés y casi inexpugnable desde el fondo de pista desde el tercer set, mostró su frialdad en el siguiente juego y empujó a Nadal hacia el abismo. Rafa se sentó en el banquillo... y encendió el secador eléctrico para secarse el sudor. A un juego de adjudicarse una final histórica y su primer gesto fue tratar de cortar la sudoración para seguir exprimiendo su rendimiento.
Sería complicado encontrar en el planeta alguien que conozca mejor su cuerpo que Rafa Nadal. Ha llegado tantas veces a su límite que conoce cada truco posible para rebasarlo y colocarlo más lejos en la próxima ocasión. El ejemplo de la final del domingo lo pone de manifiesto: si es posible hay que ahorrar hasta una gota de sudor.
Nadal ha sido criticado por ese ahorro, por esos años en los que ha sufrido tanto para estar a punto que ha tenido que sacrificar meses y meses de competición y que, por ejemplo, le llevó en 2018 a tener que retirarse en rondas bien avanzadas del Open de Australia y el US Open. 'El fin de Nadal', se ha podido leer en inumerables ocasiones. La primera de ellas, cuando Robin Soderling le eliminó por primera vez en Roland Garros. Eso fue hace diez años. Los mismos que llevan -y en ocasiones, llevamos- 'matando' deportivamente al tenista de Manacor.
Una década en la que Nadal no ha dejado de reinventarse para seguir ganando. Ha modificado su físico, su alimentación, su rutina y su calendario para seguir ganando. «Ganar gusta mucho, y el reto de levantar otro trofeo es lo que sigue motivando a Rafael», confesaba su tío Toni a este periódico el pasado año. Esa motivación le ayudó para cerrar el partido ante Medvedev tras apagar el secador. Y ya son 19 grandes, a uno del récord de Roger Federer.
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