Secciones
Servicios
Destacamos
Ciudadanos que corren a cambiar sus monedas nacionales por dólares, gobernantes llamando a la calma y apelando al patriotismo de sus gobernados, peticiones desesperadas de ayuda al FMI… El penúltimo gran susto de la economía mundial tiene nombre (divisas) y apellidos (peso argentino y lira ... turca). ¿Cuáles son las claves de este escenario que ha puesto en jaque las economías de estos dos países?
¿Por qué se deprecia una moneda?
El tipo de cambio de las monedas nacionales (o de todo un continente, como el caso del euro) se mide respecto generalmente respecto al dólar, considerada como la divisa de intercambio internacional. Y las monedas son como cualquier otro producto: su valor sube y baja en función de la principal ley del mercado, la de la oferta y la demanda. Cuando una moneda se deprecia (en este caso el peso argentino o la lira turca) es porque baja la demanda de dicha divisa. Y al revés. Por ejemplo, cuando los mercados financieros o las empresas están interesadas en invertir en un determinado país, han de comprar su moneda. Y al subir su demanda, se aprecia.
¿Y qué es lo que está pasando en Argentina y Turquía?
En lo que va de año, las respectivas monedas de estos países (peso y lira) se han depreciado casi un 50%. «Se están produciendo dos movimientos. Por un lado, la apreciación del dólar, y por otra la depreciación de la lira y el peso argentino. La revalorización del dólar se da sobre todo por la subida de tipos en Estados Unidos y por el buen comportamiento de los mercados bursátiles. Y en el hundimiento de las monedas emergentes se encuentra, como elemento común, la desconfianza de los mercados hacia la situación económica o política de esos países», explica Gonzalo Gómez Bengoechea, profesor de economía de la Universidad de Comillas ICAI-ICADE.
¿Hay algún otro motivo que explique esta situación?
Felipe López-Gálvez, analista de Self Bank, considera que el detonante final de la grave situación por la que pasan Argentina y Turquía ha sido la gran escalada de precios. «Ambos tienen una inflación disparada (17% en el caso de Turquía y 31% en Argentina) y los ciudadanos, ante el temor de perder poder adquisitivo, optan por cambiar sus ahorros a dólares, que es una divisa mucho más segura y estable», dice. En su opinión, otro de los puntos calientes a tener en cuenta en el futuro es la guerra arancelaria de Estados Unidos contra China. El gigante asiático «es a día de hoy el principal consumidor mundial de materias primas, y tiene entre sus principales proveedores a muchas de estas economías emergentes. Estas dependen de que los precios del petróleo, de los alimentos o de los metales estén altos para poder cuadrar sus cuentas. En la medida en que esta guerra comercial acabe castigando a China y el país ya no demande tantas materias primas, los precios podrían caer y perjudicar a las economías emergentes, desde Brasil o Rusia, hasta la misma Argentina», advierte.
¿Qué consecuencias tiene la depreciación de la moneda en la economía de un país?
«Uno a veces tiende a pensar que la depreciación tiene el efecto positivo del aumento de las exportaciones. Pero es un primer efecto, porque el primer punto negativo es que las importaciones son más caras, y en una economía globalizada como la actual significa que muchas de las materias primas y las herramientas de producción que usan las empresas se encarecen y hacen que a la larga los productos sean menos competitivos», dice Gómez Bengoetxea. Además, la depreciación de la moneda causa que muchos de los balances de las empresas y entidades financieras «tengan que actualizarse a la baja e incorporar unas pérdidas derivadas de la depreciación monetaria. Hay un problema de balance en el sector privado y los tenedores de esa moneda». Es lo que sucede a empresas españolas con un porcentaje relevante de sus ingresos en Argentina, como Telefónica, Proseguir, BBVA o Santander. «El caso de los bancos es más preocupante, porque tienen allí miles de milones de euros en créditos. Y si sube la morosidad y empiezan a producirse impagos, es dinero que pierden directamente», advierte López-Gálvez.
¿Cómo intentan arreglar la situación los gobiernos de ambos países?
Argentina es un país que periódicamente pasa por graves dificultades. El de la inflación galopante no es un problema novedoso. En otras ocasiones originó crisis realmente dramáticas como el 'corralito' de 2002, impagos de deuda, o solicitudes de ayuda al FMI. «Ahora el gobierno argentino está tratando de amortiguar la depreciación del peso vendiendo sus reservas en dólares y comprando pesos argentinos. La medida puede surtir efecto a corto plazo, pero desde luego no es la solución a los problemas del país», explica López-Galvez.
En el caso turco, se da la circunstancia de que el pueblo confía en su presidente, Tayyip Erdogan (ganó con gran solvencia las elecciones del pasado 24 de junio). Pero los mercados no. En parte porque creen que es el presidente el que controla la política monetaria y fiscal del país, y no el banco central. «Con una inflación tan elevada cualquier banco central habría subido los tipos de interés para tratar de frenar las solicitudes de crédito. Es decir, enfriar un poquito la economía para moderar el consumo y que los precios dejaran de subir a esa velocidad (la inflación del país se disparó un 17,90% en agosto, la mayor subida en 15 años)», asegura el analista de Self Bank. En un principio el Banco Central de Turquía era renuente a subir los tipos de interés, pero hace unos días anunció su intención de «ajustar» la política monetaria en la reunión que celebrará el próximo 13 de septiembre.
«Uno puede subir los tipos de interés para que sea más atractivo comprar tu moneda. Pero si al mismo tiempo tu país no presenta oportunidades de negocio interesantes, ni estabilidad, por mucho que subas los tipos los inversores no se van a posicionar en tu moneda», añade González Bengoechea.
¿Existe un peligro de contagio a otros países?
«Puede haberlo en los propios países emergentes. Normalmente cuando hay una crisis económica el contagio se produce entre países que, aún teniendo diferencias, presentan un alto grado de similitud en sus problemas. En ese caso los principales afectados son los emergentes, que presentan una sintomatología parecida. Pero no hay que olvidar que el riesgo político también lo tenemos en Europa. Sin embargo tenemos una inflación mucho más estable y un clima mucho más apaciguado desde el punto de vista geopolítico, lo que en principio debería bastar para que no se extendiera más allá de las economías emergentes», dice el profesor de la Universidad de Comillas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.