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Cosme Carral (Bilbao, 1965), cuenta con una amplia experiencia en el mundo de la auditoría de empresas. Formó parte durante casi dos décadas del equipo auditor de Deloitte. Y desde 2012 es el socio responsable de KPMG en Euskadi. Desde su despacho en la Torre ... de Iberdrola puede disfrutar de unas impresionantes vistas de Bilbao. Pero también es una magnífica atalaya para radiografiar la salud de muchas empresas vascas y, por tanto, de la economía en general del territorio.
-KPMG cumple 31 años en Euskadi. ¿Cómo ha evolucionado la firma en estos últimos años?
-Yo puedo hablar más de la última época. En los últimos seis años el cambio ha sido radical. Hemos pasado de estar unas 70 personas empleadas a unas 160. También en cuanto a servicios y enfoque a clientes. Antes teníamos básicamente auditoría, y algo de abogados. Y ahora tenemos una consultoría muy importante, un despacho de abogados más grande, y además somos líderes de auditoría en el País Vasco.
-Básicamente, ¿en qué ayudan a las empresas?
-Somos una sociedad multidisciplinar que al final hacemos auditorías, fundamentalmente para las sociedades que por ley tienen la obligación de auditarse. Y luego tenemos los servicios de 'advisor' y consultoría. Los servicios que aportamos a las empresas son de cualquier tipo: hablamos de sistemas, digitalización, internacionalización, abogacía fiscal, mercantil, laboral, asesoría financiera, operaciones societarias de crecimiento en cuanto a compras, fusiones…
-¿Qué tipo de servicio, de entre todos los que prestan, presenta un mayor crecimiento?
-La digitalización. Es algo que todas empresas tienen que hacer. No se trata solo de tener factura digital, sino de cambiar todos los procesos de las compañías y aprovecharse de todos los beneficios que tienen las nuevas tecnologías y de cambiar el enfoque del negocio. Vemos que las empresas que están teniendo mucho éxito estos años es porque saben aprovechar las ventajas de la digitalización y las nuevas tecnologías.
-¿Cómo ha cambiado en los últimos tiempos la manera de auditar?
-La auditoría ha cambiado bastante. Sobre todo el tema de la participación del regulador con los escándalos que ha habido y las crisis financieras. El mercado pide cada vez más transparencia tanto a las empresas como al auditor. Con la nueva ley de auditoría estamos mucho más en el foco de todos los mercados, de los usuarios de la información y de los reguladores. Y eso hace que nuestro trabajo requiera de más control por parte de todo el mundo: tanto nuestro interno, como de los propios reguladores. Por otro lado, el tema de las nuevas tecnologías también cambia el tipo de trabajo que hacemos. Antes era muy manual. Cuando empezamos estábamos con hojas y lápices. Y ahora se basa todo en utilizar sistemas de información que nos ayuden a hacer muestreos estadísticos. En ese sentido también cambia el perfil de la gente que necesitamos, que ahora es mucho más técnica.
-A veces la labor de las auditoras ha sido cuestionada, como en los muy sonados casos de Bankia o el Popular. ¿Han sido episodios que realmente han mermado su prestigio?
-En lo que se refiere a los usuarios de información, es decir, los consejos de administración o los bancos de negocio. Es decir, los que de verdad usan esa información financiera, creo que no se ha dado esa merma de prestigio. Con el cambio de la nueva ley el informe de auditoría de 2017 es totalmente diferente del de los años anteriores. Hasta entonces el informe decía muy poco, sólo hablaba cuando las cosas estaban mal, pero cuando estaban bien no explicaba nada. En cambio ahora explica muchísimo más: cuál es nuestro trabajo como auditores, nuestro trabajo en esa compañía. De manera que a un usuario el informe de auditoría le aporta muchísimo más y entiende mucho mejor nuestro trabajo. Hasta que surgieron algunos escándalos la gente no entendía muy bien cuál era la responsabilidad del auditor. Ahora se estipula muy bien cuál es la del auditor, y cuál la del consejo de administración de la empresa auditada. El consejo es el que tiene la responsabilidad de las cuentas. Creo que cada vez se entiende mucho más nuestro papel. Y también ponemos más medidas de control para que en caso de que haya mala praxis, no se produzcan.
-Uno de los principales cambios que trajo la reforma europea de la Ley de Auditoría es la obligatoriedad de cambiar de auditor en las grandes empresas, lo que ha supuesto que en el caso de KPMG ahora audite a Iberdrola o BBVA, entre otras. ¿Qué ha supuesto este reto o para su equipo de auditores?
-Fue uno de los puntos que también ha ayudado a la transformación de nuestra oficina de Bilbao. Nos ha hecho cambiar totalmente nuestro perfil. Hemos tenido que incorporar mucha más gente, y cada vez con perfiles más especializados. Las auditorías requieren una especialización mucho más grande del conocimiento del cliente y en estos momentos tenemos equipos muy especializados en los sectores de energía y financiero. Porque al final los clientes quieren seguir teniendo el conocimiento local.
-Tienen una visión privilegiada de la marcha de la economía y las empresas vascas. Ahora se habla de desaceleración, incluso de crisis. ¿Qué opinan?
-En lo que es en Euskadi, a través de nuestra comunicación con los clientes y las encuestas que hacemos de vez en cuando, comprobamos que las empresas siguen siendo optimistas. Las previsiones para este año son de un crecimiento de un 3,1%, y eso nos permite tener seis años seguidos de crecimiento, que es una situación no muy normal. Los empresarios siguen pensando que van a seguir creciendo. Eso tiene mucho que ver con el peso de exportación e internacionalización de las empresas vascas. Hicieron muy bien sus deberes en ese sentido. El peso de sus ingresos depende cada vez menos no sólo de España, sino también de Europa, y están ya en mercados como el chino o el norteamericano, que hace poco era impensable. La empresa vasca está perfectamente preparada para seguir en esta senda de crecimiento si no hay cosas raras.
-Hablando de cosas 'raras', esta misma semana la OMC ha alertado sobre una ralentización del crecimiento mundial por la guerra comercial. Y también está el 'Brexit'.
-Son preocupaciones relacionadas con la incertidumbre. Todas las empresas tienen planes de contingencia para cualquier posibilidad de problemas que tengan. Lo que pasa es que no se sabe qué va a pasar, sobre todo con el tema aduanero de Trump. Tampoco sabemos cómo va a ser el 'Brexit', si blando o duro… Pero como se ha diversificado tanto la empresa vasca, tampoco dependen tanto de un mercado concreto. Antes dependían sobre todo del mercado español y del latinoamericano. Ahora, por ejemplo, el sector de automoción mira mucho a Asia.
-¿Cuáles cree son los puntos fuertes de las empresas vascas?
-En comparación con el resto del Estado, su mayor disponibilidad para irse al extranjero. Y el espíritu emprendedor. A pesar de que se habla de que se ha perdido mucho, lo cierto es que el empresario vasco tiene mucho menos miedo a meterse en cosas nuevas, a abrirse a nuevos mercados, a irse a China sin tener idea del idioma… También creo que el tema de la innovación ha sido siempre una ventaja. Desde los pequeños talleres de hace cien años seguimos siendo un país muy relevante en cuanto a innovación impulsada desde la propia empresa. Y eso hace que la calidad de los productos sea mejor. Como contrapartida, tenemos unos mayores costes salariales.
-Y los puntos débiles? Siempre se habla de la falta de dimensión. ¿Notan algún cambio de mentalidad al respecto en las empresas?
-Poco a poco. El empresario vasco es consciente de que con pequeño tamaño es difícil competir en ciertos mercados. La solución es bastante complicada. Sí es verdad que hay empresas que están creciendo comprando otras o fusionándose. Tenemos grandes grupos, como el caso de CIE Automotive, que acaba de comprar una empresa de techos. Son empresas que se han convertido en verdaderos agentes dentro de su mercado. Y esa es la idea. Conseguir ese tamaño para ser relevante. Pero en la empresa familiar es complicado.
-¿Cómo puede impactar en las cuentas de las empresas la idea, expresada por algún que otro mandatario, de extender el sistema de EPSV al empleo privado?
-Respecto a todo lo que pueda suponer un tema de sobrecostes la empresa va a estar en contra. Hay que tener cuidado con las medidas políticas que puedan favorecer a la población pero que puedan tener un coste para la empresa. La principal preocupación de las empresas es la rentabilidad, para poder reinvertirlo en innovación, en contratar a más gente, en nuevos proyectos, etc. Y para eso hace falta dinero, que la empresa sea rentable.
-El Impuesto de Sociedades también es susceptible de ser aumentado. ¿Cree acertado establecer algún tipo de suelo en el porcentaje que han de pagar?
-El problema del Impuesto de Sociedades es un tema de comparación. Si en todo el mundo las empresas pagaran todas lo mismo, probablemente nadie protestaría. El problema es que no es así. Aquí venimos de un régimen fiscal muy favorable para la empresa, que ya no lo es tanto por temas de la Unión Europea. Muchas empresas vinieron aquí buscando beneficios fiscales. Que me pongas un 'suelo' al impuesto, o que me lo subas, puede provocar que la gente se busque otros sitios en los que lograr ayudas fiscales. Pero sobre todo para ser competitivos. Porque lo que se trata es de compararte con el resto. Si yo tengo que vender en China y resulta que tengo que pagar un tipo del 50% y el irlandés paga sólo el 20%, pues puede bajar los precios y ganar lo mismo que yo. Hay que tener mucho cuidado con el Impuesto de Sociedades por el tema de ser competitivos. Yo intentaría buscar que las empresas estén cómodas desde el punto de vista fiscal. Cuanto más beneficio tengas respecto al resto mejor. Pero, al menos, que no sea menor.
-Ustedes también han realizado múltiples informes sobre la empresa familiar vasca. ¿Cómo ven este sector de la empresa?¿Qué peso tiene en Euskadi?
-Colaboramos con Aefame (Asociación de la Empresa Familiar de Euskadi). El peso de la empresa familiar es fortísimo, de en torno al 80%. Además tiene unas características diferentes al resto. El tema del tamaño es mucho más difícil que se fusionen varias empresas familiares que dos que sean accionistas, a los que les importa menos, y que buscan rentabilidad. Por otro lado, la empresa familiar es mucho más estable, y más rentable, porque hay un mayor grado de implicación y dedicación. Hay que hacer todo lo que sea necesario para ayudar a la empresa familiar a que se mantenga, a que cambie de generación a generación, que es uno de los temas que más importa a la empresa familiar.
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