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La fábrica de Mercedes en Euskadi es la segunda más grande de España en número de empleados y en producción. Son 5.000 personas las que cada día acuden a las instalaciones de la multinacional germana en Vitoria, su impacto en la economía vasca ... es de más de un 5% del PIB y representa más del 10% de todas las exportaciones de la comunidad. Un corazón unido a un sistema circulatorio, el del sector de la automoción, que vive en Europa un momento complicado. El actual responsable de esta factoría vitoriana, Bernd Krottmayer, se aleja del estereotipo de ejecutivo y también de los perfiles de quienes le han precedido en el puesto. Se presenta con vaqueros, zapatillas y una camisa corporativa de la empresa, que lleva su nombre bordado. Es un «hombre de fábrica», cercano y con una sonrisa que acude rápida al rostro, mientras emana pasión y buen humor. El directivo de Mercedes concede a este periódico su primera entrevista desde que llegó a la sede alavesa de Mercedes en abril de 2023 asumiendo el reto de transformar la planta con una inversión de mil millones. Antes había dirigido una filial de la compañía en Rumanía que tiene 3.000 empleados.
– En Europa el sector automovilístico ha anunciado varios cierres de fábricas. ¿Qué está ocurriendo?
– Todos los fabricantes tenemos que gestionar la actual situación del mercado. Los coches eléctricos no se desarrollan como habíamos planeado. Falta infraestructura y el precio no ayuda, no es fácil para la industria. Tenemos que reaccionar con tesón y flexibilidad. Es una combinación por la que estamos apostando precisamente en la fábrica de Vitoria.
– ¿La situación podría afectar a la inversión de mil millones planteada en la planta vasca de Mercedes para la plataforma eléctrica?
– No. Esas dificultades no afectan. Seguimos con la apuesta firme por nuestra estrategia para transformar esta planta en una fábrica que pueda producir vehículos 100% eléctricos. Tenemos que ser flexibles para producir coches de combustión hoy y eléctricos mañana. Y, así, poder responder a la demanda del mercado. En Vitoria, con las inversiones previstas, tenemos además una ventaja frente a otros competidores.
– ¿Saldrá entonces el primer vehículo nuevo en 2026?
– Ese es nuestro plan, como hemos comunicado.
– Este año la producción de la planta ha caído a cifras de pandemia, ¿qué lectura hace?
– Es una combinación de muchos factores. En marzo cambiamos a un nuevo modelo de Vito y eso suele notarse. Hay también una caída de pedidos en el sector y, además, estamos en una transformación de la fábrica. Es algo que requiere formación, cambiar procesos, trabajo interno y habilitar semanas dedicadas para ello.
– ¿Habrá aumento de la plantilla con la nueva fábrica?
– El proceso no pasa por revisar la dimensión de la plantilla. Es una transformación de nuestra fábrica, que hoy hace la serie Vito y el modelo VS20 y después realizará los coches de la nueva plataforma eléctrica.
– Hay voces que alertan de una pérdida de competitividad en Euskadi. ¿Qué ha valorado Mercedes para hacer esta inversión aquí?
– El trabajo de las empresas con las administraciones vascas es fundamental. Es un elemento de competitividad que nos permite desarrollar proyectos. Tenemos otras plantas en Polonia y, efectivamente, con salarios diferentes. Pero la experiencia de la plantilla aquí y la colaboración institucional es el mejor elemento para competir. Es la mejor baza para tener la mejor planta de Mercedes.
– ¿Dónde es más compleja la tramitación para levantar una fábrica, en el País Vasco o en Polonia?
– No creo que se pueda comparar, son circunstancias muy diferentes. Lo que sí puedo decir es que de la Diputación alavesa y del Ayuntamiento de Vitoria recibimos toda la ayuda posible.
– Para el desarrollo de sus baterías cuentan con tecnología china. ¿Contemplan apoyarse en la gigafactoría vasca de Basquevolt?
– Colaboraremos donde veamos una ventaja para la fábrica tal y como hacemos con los diferentes agentes industriales del País Vasco. Con Basquevolt ahora no tenemos una gran cooperación, pero si se produce esa situación de ventaja para nosotros, claro que la usaremos.
– ¿Cómo se ha encontrado a la industria del País Vasco?
– Me ha impresionado mucho el desarrollo del País Vasco. Hay gran sensibilidad hacia la industria y centros tecnológicos de excelencia. Pero no podemos perder ese sentido de competir, no hay que dormirse en los laureles. Y hay que ser muy flexibles. No se pueden planear estrategias a diez años, hay que reaccionar en el corto plazo. El mundo está yendo rápido.
– ¿Dónde buscan a los profesionales para contratarles?
– La formación dual, que yo mismo hice en Alemania, es fundamental. Tenemos un centenar de alumnos en prácticas. Además, mucha relación con los centros educativos y las universidades del entorno. Hay que generar una cultura, un espíritu. No solo es el dinero que se les ofrece, que tiene que ser suficiente, también hay que favorecer un desarrollo personal y de carrera profesional.
– Las patronales aseguran que hacen falta más colegios internacionales para facilitar la llegada de directivos internacionales. ¿Ha percibido usted esa necesidad?
– No lo he percibido así. Creo que cualquier sistema educativo tiene sus ventajas e inconvenientes. Pero no puedo ir más allá. Lo que sí me parece importante es que se favorezcan vocaciones de ingenieros y de industria.
– Su talante ha sido aplaudido por los sindicatos. ¿Cómo es la relación con ellos?
– Solo podemos crear valor añadido si recurrimos a toda la fortaleza de la compañía y el potencial está en la gente. Quiero poner a la gente en el centro de la fábrica. Hemos conseguido resultados con los sindicatos trabajando juntos, por ejemplo, en la revisión de algunos procesos. Necesitamos una colaboración y un discurso abierto con ellos.
– ¿Cómo afecta el absentismo, un tema muy a debate en Euskadi, en Mercedes?
– Es un gran reto que tenemos todas las compañías, el absentismo cuesta dinero. Ahí también hemos avanzado con los sindicatos, promoviendo hábitos saludables o puestos de trabajo flexibles y adaptados a las circunstancias del empleado. Hay que crear un ambiente que motive a la gente, cambiar un esquema que ahora permite pensar: 'hoy estoy regular, no estoy al 100%, puedo estar en casa dos días porque en la compañía no va a pasar nada por eso'.
– Esa relación con los sindicatos tan buena, ¿quiere decir que antes había algo que no se estaba haciendo bien?
– No podemos comparar. Cada tiempo necesita un tipo de gestión. Ahora el objetivo es transformar la fábrica y en los últimos años ha habido otros retos: una pandemia, una crisis logística, de semiconductores y, más allá, una crisis económica. La electrificación del vehículo ha tensionado a la automoción europea, condicionada por el mayor avance de China en ese ámbito y una creciente dependencia del país asiático. Ante este escenario, el director de la fábrica de Mercedes en Vitoria, Bernd Krottmayer, recuerda que el punto de llegada está fijado: el coche eléctrico, pero reclama un trabajo flexible y conjunto para adaptar la velocidad de avance a la realidad y la demanda.
– Europa ha fijado aranceles para vehículos chinos ¿Es bueno?
– Nuestra obligación es centrar los esfuerzos en la fábrica y generar confianza sobre los políticos europeos que deben dirigir la política industrial. China es muy competitiva, es muy rápida. Nosotros no nos podemos parar, tenemos que correr también. Tenemos fortalezas en las que centrarnos y trabajar. El marco corresponde fijarlo a los gobiernos de Europa.
– ¿Hemos ido demasiado rápido con el calendario para implantar el coche eléctrico?
– Es importante la demanda y el desarrollo de la infraestructura que necesitan los coches eléctricos y los gobiernos pueden ayudar en ello. En cualquier caso, son ellos los que tienen que acordar la velocidad a la que es posible conseguir los objetivos. Lo que está claro es la dirección, nosotros decidimos 100% eléctrico. Los procesos, la velocidad, hemos de acordarlos juntos.
– Entonces, ¿cuál es la clave?
– La clave sigue siendo la flexibilidad. Hay que tener capacidad para adaptar los tiempos y si vemos una oportunidad para hacer las cosas más rápido, avanzar. Y siempre atendiendo a la sociedad, a las personas, a la demanda. Esta es la flexibilidad que aplicamos aquí, en la fábrica. Creo que también, es mi opinión, debe estar en los gobiernos. No sé si es posible hacer una estrategia a 10 o 20 años. Las circunstancias actuales no lo permiten, todo es muy rápido. Hay influencias de Estados Unidos, de China, y Europa ha de reaccionar.
– ¿Qué papel pueden jugar los combustibles sintéticos?
– Si paramos de fabricar vehículos de combustión en 2035, las últimas unidades durarán 10 o 15 años. Necesitamos una solución para sus emisiones y nos la puedan dar los combustibles sintéticos.
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