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os dos fundadores de Cultzyme, el colombiano Juan Garzón y el albaceteño Rubén Palomero –dos ejemplos perfectos de ese tipo de personas brillantes y autodidactas– se conocieron en San Sebastián hace ocho años en un grado del Basque Culinary Center sobre tecnología alimentaria. Después, el ... primero fue becado en el Centro de Física de Materiales y el segundo recaló en el CSIC, pero ambos tenían el gusanillo de emprender, y a base de «muchas noches sin dormir», dice Garzón, pusieron en marcha Cultzyme, apoyada por el BIC. «Empezamos en un bajo de mala muerte de Egia, que era una carpintería», rememora divertido este enamorado de la tecnología que ha sido capaz de poner en marcha una empresa de bioprocesadores inteligentes. Ahora, con proyectos abiertos en varios ámbitos, la empresa busca financiación para dar el salto internacional.
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