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Ana Barandiaran
Miércoles, 19 de junio 2024, 02:00
La economista guipuzcoana Maite Aranzabal asume la presidencia de la Fundación Novia Salcedo, dedicada a promover el empleo juvenil, en un momento de intenso debate ... sobre los salarios de los jóvenes en Euskadi y sobre cómo evitar que se marchen fuera. Considera que una forma de atraerles es a través de las potentes empresas familiares que tiene el País Vasco. Es una realidad que conoce bien porque es hija de Antonio Aranzabal, impulsor del crecimiento de la firma familiar Bombas Itur. Advierte, no obstante, que las nuevas generaciones tienen otros valores y «no quieren vivir para trabajar», lo que obliga a adaptarse. Ella, dice, pertenece a una generación acostumbrada a trabajar «de sol a sol» y así lo ha hecho en su trayectoria profesional como alta directiva en empresas como Cortefiel o KA Internacional.
– ¿Qué objetivos se plantea como nueva presidenta de la Fundación Novia Salcedo?
– Voy a basarme en todo el legado de esta fundación, de más de 40 años, que ha hecho una labor impresionante por la empleabilidad de los jóvenes al hacer de puente con las empresas y las instituciones. Sobre esa base querríamos diversificar servicios y, aparte de prácticas, ofrecer más formación. Nos gustaría también ampliar nuestra implantación en otros territorios y abordar colaboraciones a nivel internacional. Apostaremos por la innovación social y, asimismo, va a ser importante buscar fuentes de financiación estables porque cada año partimos de cero. Otro propósito es medir el impacto social de lo que hacemos.
– El debate sobre los salarios de los jóvenes está que arde en Euskadi. El presidente de Kutxabank dijo que eran «extremadamente bajos». ¿Lo comparte?
– Lo lógico es que cuando empiezas en un trabajo el salario sea más bajo y lo importante es que tengas capacidad de ir subiendo y mejorando el sueldo. Quizás este ascenso se ha estancado en los últimos años.
– ¿Cree que hay fuga de talento de Euskadi por los bajos salarios?
– Tenemos una encuesta reciente que dice que los jóvenes valoran sobre todo el ambiente de trabajo, el salario y desarrollo personal. Puede haber quienes prefieran una experiencia fuera para luego volver. Dicho esto, en Euskadi sí hay cierto problema de arraigo de jóvenes y de empresas que se van porque las compran.
– Un alto porcentaje de jóvenes se va a Madrid.
– Una cosa que Euskadi puede hacer a este respecto es dar a conocer a los jóvenes sus empresas familiares. Hay un tejido impresionante de firmas innovadoras y de gran proyección internacional que los jóvenes desconocen porque solo han oído hablar de las 'big four' o las multinacionales. Hay que mostrarles lo interesante que puede ser trabajar en ellas porque es una forma de arraigarles en Euskadi.
– Las empresas se quejan de que no encuentran trabajadores y apuntan como principal causa el desajuste en la formación. ¿Cómo ve este problema?
– Creo que es necesario un diagnóstico por parte de las instituciones públicas de hacia dónde se dirige Euskadi y el tipo de perfiles que hacen falta.
– Las empresas han puesto en marcha un proyecto para reclutar trabajadores en Latinoamérica, ¿qué le parece?
– Cuando no encuentras el talento lo tendrás que traer de fuera, pero aquí hay mucho por descubrir.
– La competencia del sector público es feroz. Sus condiciones son imbatibles.
– Es verdad que en España hay una mayor tendencia al sector público, pero habrá que ver cómo se financia. La economía necesita la iniciativa privada y por eso hay que apoyar al empresario.
– Pero muchos jóvenes ven a sus padres trabajando de sol a sol y se decantan por las oposiciones.
– El mundo del trabajo está cambiando. Yo soy de esa generación que trabajaba de sol a sol pero las nuevas tienen otros valores. No quieren vivir para trabajar. Creo que hay que aprovechar las vías que se potenciaron durante el periodo de pandemia como la flexibilidad y el teletrabajo.
– Se critica a los jóvenes por su falta de compromiso. ¿Lo ve así?
– Tengo tres hijos. La mayor, de 29, es médico y le tocan guardias y de todo. El segundo tiene 27 e hizo un doble grado; trabaja en un fondo inmobiliario y muchos días se queda hasta tarde y también fines de semana. El tercero estudia ingeniería. No hay que generalizar. Creo que si están contentos con lo que hacen se enganchan y meter horas les importa menos.
– El Gobierno tiene pendiente la aprobación del Estatuto del Becario. ¿Teme que se sobrerregule y se restrinjan las prácticas con el argumento de evitar abusos?
– Habrá que ver el texto final. Existe ese riesgo, pero para eso está el diálogo social. Hay que poner en valor lo positivas que son las prácticas bien hechas para que el joven aprenda y la empresa le conozca y contrate.
– Es la primera mujer en presidir la fundación. ¿Ha sentido el techo de cristal en su carrera?
– Me ha tocado de todo, gente que me ha apoyado y gente que no tanto. Creo más en la meritocracia que en la imposición de cuotas. En caso de que estas sean necesarias, hay que ser muy exigentes con el talento.
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