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El anuncio por parte de la Fundación Kutxa de su decisión (aprobada de forma unánime por todo su patronato) de «transformar» su modelo de ... Obra Social que, en la práctica, supondrá el cierre del Museo de la Ciencia –y de otros activos emblemáticos como Arotz Enea y Ekogunea– ha levantado un gran revuelo entre la ciudadanía. Se trata de un paso enmarcado en un Plan Estratégico a 2030 reflexionado y 'masticado' en el seno de la fundación durante meses.
El cierre, explicado con una nota de prensa de manera muy superficial, ha despertado en el territorio un aluvión de críticas y lamentos, algunos incluso expresados desde las mismas fuerzas que dieron su sí a la clausura, y ha abierto el debate sobre distintos aspectos; uno de ellos es el de si es consecuente el impulso de las vocaciones científicas en niños y jóvenes y la decisión de encajar los 7.785 metros cuadrados de Eureka Zientzia Museoa en los 5.600 (en parte ya ocupados) de Tabakalera. Kutxa Fundazioa, pilotada por Ander Aizpurua como director general, dice que sí, y que su apuesta por «la educación y divulgación científica como línea de trabajo esencial de su actividad» es irrenunciable.
Otra de las aristas (el asunto tiene infinidad de ellas) alude a la forma en la que la fundación gestiona sus recursos, que dependen casi en exclusiva de los dividendos que cada año recibe de Kutxabank, del que es propietaria en un 32%; un paquete que supone más del 90% del patrimonio de Kutxa. Ese pago anual depende de cómo le vaya al banco con sede en la Gran Vía de Bilbao y de cuán generoso le permita ser el BCE.
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En los últimos años, y sobre todo tras el Covid-19, esa manguera de dinero sufre una estrecha vigilancia. Y es que este condicionante del regulador de Fráncfort se añade al hecho de que con los tipos de interés en negativo a los bancos cada día les cuesta más ganar dinero, y el BCE es consciente y no quiere líos.
En abril del año pasado, al desatarse la pandemia, el supervisor prohibió los dividendos y, más tarde, en noviembre, a la luz de las vacunas, abrió ligeramente la mano aunque reclamando prudencia. Afortunadamente, en diciembre de 2019 Kutxabank ya entregó a las kutxas un dividendo a cuenta del beneficio de aquel año, que después amplió tras el permiso del BCE. Sin embargo, a nadie se le escapa que las luces rojas permanecen encendidas en el supervisor europea que lidera Christine Lagarde. A eso se suma que los remanentes que pudieran tener acumulados las tres obras sociales van mermando, lo que obliga en ocasiones a vender activos, como sucedio con Kutxa en su día, cuando se deshizo de algunos inmuebles en el centro de Donostia. En este sentido, la propia Fundación Kutxa ya anticipa lo que ocurre al señalar en el comunicado de su 'reconversión' que «se promoverá un nuevo modelo económico-financiero que facilite la sostenibilidad de las actuaciones, concentrando actuaciones e integrando recursos de manera coherente». Dicho de otro modo, hay que hacer lo mismo (o parecido) sin tener demasiada seguridad de contar con el mismo dinero. Por eso hay que tomar decisiones. «Reformular» las cosas, apunta la institución.
Para poder interpretar lo que sucede, conviene entender qué es la Fundación Kutxa y cuál es su origen. La institución, privada y sin ánimo de lucro, es la heredera de aquella Kutxa-Caja de Ahorros que el 1 de enero de 2012 unió fuerzas con la BBK y Caja Vital para alumbrar Kutxabank. En aquel preciso momento dejó de ser una entidad financiera y su única función paso a ser la gestión de su 32% en el banco (BBK se quedó con el 57% y Vital, con el 11%) y de la Obra Social en Gipuzkoa.
Poco les duró la tranquilidad a las tres kutxas, pues en aquel mismo momento y en el marco del rescate financiero a España tras la crisis desatada en 2008, la troika (el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo) puso la proa a las cajas de ahorros españolas y, sin distinguir demasiado entre buenas y malas o entre serias y desastrosas (que de todo hubo), se empeñó en que aquellas perdieran poco a poco el control de sus respectivos bancos y que éstos cotizaran en Bolsa y estuvieran limpios de cualquier influencia política. No siempre de manera directa, pero s í a través de 'incentivos negativos' que, dicho en plata, suponían graves (incluso inasumibles) lastres si las entidades no cedían a sus deseos.
1/01/2012 es el día en que nace Kutxabank, como la fusión de Kutxa (32% del capital del banco), BBK (57%) y Vital (11%).
24/10/2014 marca en el calendario el día en que Kutxa pasó de caja de ahorros a Fundación Bancaria, obligada por la ley y la Troika.
Empezaba un camino tortuoso y repleto de momentos de tensión en Euskadi, sobre todo en Gipuzkoa, en el que todas las miradas estuvieron fijadas en Bilbao, Madrid, Bruselas y Fráncfort. Algo que no ha cambiado.
Hubo más cocina política (el PNV estuvo en primera línea) de lo que nunca se contó y hasta hay que agradecer al entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, que las cosas salieran como salieron. No se puede obviar que los test de estrés de Oliver Wyman, que dejaron a Kutxabank como el banco más solvente de España (lo sigue siendo) ayudaron lo suyo.
Se obligó a las kutxas a transformarse en fundaciones bancarias (una figura inédita en España) mediante una ley de diciembre de 2013 que complicó todo. ¿Por qué? Porque obligaba a las cajas que controlaran un banco a conformar un fondo de reserva millonario que garantizara que si venían mal dadas el banco pudiera tirar de él. Tal y como se planteó, aquello acababa con las tres kutxas y hacía saltar por los aires el proyecto de Kutxabank. El problema es que se entendía que, de partida, las tres actuaban de manera concertada, con lo que se les suponía unidad de actuación y, por tanto, un único colchón.
Hubo que esperar a una circular del Banco de España (que tardó casi tres años y en cuya redacción de nuevo hubo buenas dosis de trabajo en la sombra) para despejar las dudas. Finalmente, las cosas salieron razonablemente bien, y aquella idea de la concertación de saque pasó a mejor vida. Solo la entidad vizcaína, con su 57% de control en el banco, debía conformar ese fondo, de unos 250 millones de euros.
Ahora solo faltaba que BBK, Kutxa y Vital demostraran que como mucho eran primos, pero de ninguna manera hermanos. Y lo hicieron. De hecho, en todas las cuentas anuales de la Fundación Kutxa esto queda bien claro. «Como consecuencia de la extinción de la SIP (la fusión fría que se usó al crear Kutxabank), Bilbao Bizkaia Fundación Bancaria tiene la facultad de ejercer el control sobre Kutxabank», dice el informe de la guipuzcoana, que reconoce así que en el banco manda Bilbao.
En paralelo a la nueva legislación, a la presión de los reguladores y a los movimientos en el sector (que incluían desde fusiones de competidores a bochornosos casos de corrupción), las cajas vascas afrontaron cada una por su lado el inevitable camino.
Un tránsito que resultó más que pacífico en BBK y Vital y que, sin embargo, trajo momentos de tensión, manifestaciones, broncas, desplantes y acusaciones cruzadas en territorio guipuzcoano. EH Bildu, que en aquel momento estaba al frente de la Diputación y el Ayuntamiento donostiarra (patronos natos de la Fundación) propuso mediante la llamada 'Vía Garitano' que la caja regalara al Gobierno foral y a los ayuntamientos guipuzcoanos casi todas sus acciones en el banco.
Fundación Bancaria Kutxa La fundación bancaria es la cabecera de un grupo que incluye a Kutxa Fundazioa, encargada de la obra social; a Kutxagestión Zerbitzuak S. L. U, que nació en 2016 y es la que gestiona el Museo de la Ciencia y Ekogunea, entre otras; y a la fundación Onkologikoa.
Aquello no salió adelante e incluso un informe de PwC alertó de que era manifiestamente ilegal, pero como la coalición abertzale hizo de este asunto un 'casus belli' político, Kutxa optó por una solución muy distinta a la de BBK y Vital para elegir a los patronos de la fundación. En Bilbao y Vitoria fueron las propias asambleas de las cajas las que propusieron a los candidatos, con una paz en el ambiente que fue la misma que reinó en el resto de las cajas de ahorros transformadas en España.
En Kutxa (donde un eterno empate a siete votos, que se resolvía con el voto de calidad del presidente, Xabier Iturbe, enrarecía todo) se optó por que las Juntas Generales pusieran los nombres de los patronos encima de la mesa puesto que así se «representaba mejor a la sociedad del territorio».
El paso a fundación se dio en una convulsa asamblea celebrada el 24 de octubre de 2014, en la que los 32 consejeros generales de Kutxa que allí quedaron, tras la salida de la sala de los representantes de Bildu, votaron de viva voz y uno a uno. Nacía la Fundación Bancaria Kutxa, heredera de la caja de ahorros surgida en 1990 que, a su vez, había recogido el testigo de las fusionadas Caja Municipal de San Sebastián (1879) y la Provincial de Gipuzkoa (1896).
El trasfondo político quedó claro en aquel primer patronato, pues respondía al reparto de fuerzas de las Juntas Generales, a lo que se sumaba un representante de los trabajadores (del sindicato independiente Pixkanaka) y de una entidad social (Afagi). Un patronato, por cierto, en el que los cuatro asientos de Bildu no fueron ocupados como protesta ante la «privatización» de la caja.
Sin embargo, los estatutos de la Fundación se encargaron de desdibujar esa relación directa para señalar que los patronos, más allá de los representantes de los dos fundadores, de los trabajadores y el de tinte social, han de ser o expertos financieros o personas de reconocido prestigio. En la práctica, la ligazón no ha desaparecido del todo.
Nacida en el año 2014, la Fundación Bancaria Kutxa Fundazioa ha tenido en estos siete años tres presidentes y dos directores generales. Estos últimos son los únicos que cobran un sueldo, que tampoco reciben los patronos. El primero de los presidentes fue Xabier Iturbe, quien lo era también de la caja de ahorros y al que le acompañaba como ejecutivo Carlos Ruiz. Más tarde, Iturbe eligió quedarse en Kutxabank como vicepresidente (la ley no permite estar en una fundación y en el banco de aquella) y fue sustituido por Manuel Beraza, fallecido en 2018, dando paso a Carlos Tamayo, un histórico de la casa. Desde febrero de 2018, Ander Aizpurua es el máximo ejecutivo de Kutxa.
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