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Abril no ha sido un buen mes para la economía española. A los resultados de la EPA del primer trimestres, que muestra una desagradable destrucción de empleo y el consiguiente aumento del paro, se le unió un nuevo récord de deuda pública, esto ya no ... es noticia y ayer un aumento de la inflación, paliada por un descenso de la subyacente. Por contra, el déficit público se reduce, aunque lamentablemente no lo hace por un recorte de los gastos, ni siquiera por un aumento de la actividad, sino que procede de un aumento de los impuestos. Esto agrada mucho a la vicepresidenta segunda que ayer no tardó ni un segundo en reclamar 'más madera' una vez deshojada la margarita de la continuidad de Pedro Sánchez, pero es incómodo para el conjunto de la ciudadanía que la soporta. En el barullo impositivo hay de todo, desde las subidas del IVA que afectan al consumo de los hogares, hasta el incremento de las cotizaciones que castigan al trabajo. Tampoco es buena la resistencia de los precios, que obligan al BCE a retrasar (de momento eso) las esperadas y deseadas bajadas de los tipos de interés. Pero me alejo de la crítica, no vaya a ser que me recluyan en la perrera que acogerá a la jauría, una vez que ya ha quedado claro que criticar al gobierno es algo retrógrado y antidemocrático, algo que es necesario mantener a día de hoy controlado y quizás mañana reprimido.

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