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El control de la inflación es un asunto tan importante como complejo. La estabilidad de precios es la base necesaria para mantener sobre ella una política monetaria laxa, con unos tipos de interés reducidos que no atosiguen a la actividad y permitan un crecimiento razonable. ... La situación actual plantea serias dudas. Por un lado es evidente que la inflación ha aflojado sensiblemente desde las alturas que alcanzó tras la pandemia y el inicio de la guerra de Ucrania. La consiguiente elevación de los precios de la energía se difundieron por toda la economía y causó grandes destrozos, forzó un repunte de los precios al consumo y afectó a los márgenes empresariales. Desde entonces la situación ha mejorado mucho, pero no lo suficiente. La inflación, tanto la general como la subyacente, ha invertido su curva de descenso y apunta, de momento con timidez, otra vez hacia arriba. Y justo sucede cuando el BCE ha iniciado la senda de rebaja de los tipos de interés. Una decisión cuya continuidad en el tiempo tendrá que repensar con cuidado a la vista de cómo evolucionen los acontecimientos.

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