Tenemos un problema grave de inflación y todos los 'enterados' aseguran que es un problema cuya solución es urgente pues corroe los salarios, arrasa los ahorros, encarece la financiación y lamina las capacidades de compra de los ciudadanos. Christine Lagarde, la presidenta del Banco Central ... Europeo, la calificó de 'monstruo' y los que la padecen, como los argentinos, o la padecieron, como los alemanes de entreguerras, están de acuerdo con su capacidad destructiva.
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La teoría económica asegura que la mejor arma para luchar contra ella consiste en subir los tipos de interés, pues al encarecer el crédito, retrae la demanda y al contraerse ésta presiona los precios a la baja. Claro que eso se cumple con precisión en los casos en los que la inflación es consecuencia de un exceso de demanda que, a su vez, presiona los precios al alza. Sin embargo, no es tan evidente que funcione de la misma manera cuando la inflación es debida a un aumento de los costes, como es el caso que sacude a Europa en la actualidad.
Bueno, lo nuestro es más complejo, pues si consideramos que el origen de todo está en las alzas bruscas de los precios de la energía que sufrimos tras el inicio de las hostilidades en Ucrania, todavía tenemos que encontrar las razones que expliquen el hecho de que cuando empezó la invasión rusa la inflación estaba ya en el 6% y, ahora que la energía ha vuelto a los remansos por los que circulaba antes de ella, los precios no acaban de sosegarse.
Cambiemos de página. Por su parte, los tipos de interés bajos son una bendición para la actividad económica, pues abarata la inversión y el consumo que se hacen a crédito y despejan la aversión al riesgo que anima a moverse en el mundo de la economía. Pero, por contra, son malos para los bancos porque reducen los márgenes de los que surgen sus beneficios. Es decir, los reguladores monetarios han tenido que elegir entre unos tipos altos para luchar contra los precios, aunque eso contraiga la actividad o unos tipos bajos que la dinamicen, aunque eso reavive al fantasma de la inflación.
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Hasta ahora lo han tenido claro. En cuanto se han disipado los riesgos de la pandemia, la prioridad máxima han sido los precios y por eso han subido los tipos con decisión. Ahora aparecen una serie de problemas bancarios que han traído las dudas sobre la actuación, a la vez que los nubarrones de pasadas crisis (curiosamente, los tipos altos deprecian las carteras de los bancos y complican su solvencia, como se ha visto en el caso del SVB), y el gran debate es: limitamos las subidas de tipos para no dañar a la economía en general, aunque eso perjudique a los bancos, o las mantenemos para garantizar que los precios regresan a la tranquilidad.
¿Sabe la solución? Llame por favor al BCE. Se lo agradecerán, porque no la tienen.
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