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La postura del presidente Donald Trump frente a Europa -manifestada de su habitual manera aparatosa a lo largo de su visita al Reino Unido-, es ... incomprensible, además de muy inamistosa. No se entiende bien que un presidente americano, con escasos apoyos internacionales -podríamos decir que ninguno fuera de la extrema necesidad y la angustiosa conveniencia-, muestre tanto interés en debilitar a su principal aliado natural. Decir que apoya un Brexit duro es absurdo, entre otras razones porque además de debilitar a Europa perjudicaría más al Reino Unido y su promesa de pactar (él dirá que conceder) un acuerdo comercial privilegiado me parece intolerable. No digamos nada de la excentricidad que supone proponer a Nigel Farage como líder del proceso.
La política comercial exterior de la administración Trump es un conjunto de provocaciones, maniobras negativas y ataques al sentido común. El libre comercio está en la base del gran desarrollo logrado por los Estados Unidos en las décadas transcurridas desde la Segunda Guerra Mundial. Han impuesto su tecnología -porque era buena, claro está-, hemos bailado al son de su política monetaria -las bolsas europeas esperan a que abra Wall Street para orientar sus propios cierres-, y nos han inundado con sus dólares, que hemos atesorado con fruición. Pero lo que empezó con ese ejemplo de amistad y desprendimiento que fue el Plan Marshall está convirtiéndose en todo un tratado de hostilidad y malos modos. ¿De verdad que la debilidad de Europa fortalece a los Estados Unidos? No parece una conclusión sensata.
Enfrentarse a China, chulearse frente a México y despreciar a Europa no es la mejor vía para promover un desarrollo ordenado del mundo civilizado. Mientras tanto, la política matonista de Donald Trump no ha conseguido avanzar un milímetro en la solución del avispero de Oriente Medio, ni tranquilizar a Irán, ni arreglar el desaguisado venezolano, ni disminuir la amenaza norcoreana, ni abrir Cuba a la modernidad. Un bagaje muy pobre para tanto ruido.
La economía americana va bien. Eso es cierto. Nunca ha habido tanto empleo..., ni han tenido tanta deuda exterior. Pero, además de pavonearse por el exterior, Trump provoca también en el interior. El pasado martes, el presidente de la Reserva Federal dijo que «actuará como corresponda para sostener el crecimiento económico», lo que ha sido interpretado por todos como que no va a subir los tipos de interés en el próximo futuro. Con tensiones inflacionistas en el horizonte y con pleno empleo en el presente, no parece arriesgado suponer que esa decisión ha sido 'inspirada' por la Casa Blanca, metida de lleno en la tarea de asegurar el segundo mandato presidencial, algo que pudiera peligrar si la economía se tuerce. Cada vez que los tipos suben o, incluso, amenazan con subir, la Bolsa se desparrama y las dudas aparecen.
Pero él parece tan empeñado en salvar su actividad interior como en perjudicar la exterior. Las subidas de aranceles, unas anunciadas y otras practicadas, dentro de su desordenada política comercial está provocando una ralentización del comercio mundial que terminará por afectar al crecimiento global. ¿Todo para asegurarse su reelección? Sin duda alguna sería un precio excesivo para tan discutible logro. ¿Puede alguien pararle los pies? En Europa no creo. Como siempre, la respuesta europea es tímida, parcial y poco coordinada. Es decir insuficiente. Quizás lo pueda hacer China, pero no sé si eso es trasladarse desde Guatemala a Guatepeor... El gigante asiático no es un buen ejemplo de libertad comercial, de neutralidad cambiaria ni de respeto a las normas de protección de la propiedad intelectual, de las relaciones laborales, medio ambiente, etc... Total, que !Vaya panorama nos presenta el mundo!
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