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El precio del petróleo se recupera de la grave sacudida que sufrió en 2016, y tanto los países productores como las empresas del sector miran con renovado optimismo el presente y el futuro de un combustible al que le auguran una larga vida. Sin embargo, ... las petroleras no quieren quedarse al margen de la transición que ya está en marcha y que, más tarde o temprano, desembocará en un modelo energético basado en las energías limpias. Muchas de estas empresas buscan negocios de energía renovable en los que invertir: desde parques eólicos o fotovoltaicos a proyectos que buscan combatir el efecto invernadero, como las plantas de almacenamiento de CO2. También las compañías eléctricas, azuzadas por una legislación cada vez más restrictiva en lo referente a las emisiones de gases a la atmósfera, tiñen su 'mix' productivo de verde y plantean muy seriamente el cierre de sus plantas más contaminantes.
El cambio de modelo energético se apoya en proyectos como el que lideran diez de las grandes mayores petroleras del mundo -entre ellas BP, Shell, Total, Saudi Aramco o Repsol-. Estas compañías se comprometieron, el pasado día 27 de octubre, a impulsar la OGCI (Oil and Gas Climate Iniciative), un organismo que trabaja en varios proyectos que tratan de combatir el efecto invernadero. Uno de ellos investiga las técnicas de almacenamiento de CO2. Otro se afana en la construcción de motores para vehículos más eficientes, y un tercero persigue reducir las emisiones en el proceso de producción de cemento.
«En Repsol hace tiempo que hemos visto la necesidad de trabajar orientados a estos nuevos negocios y, de hecho, hemos hecho ya varias emisiones de bonos denominados verdes, destinados a financiar proyectos sostenibles desde el punto de vista medioambiental», afirmaba Jaime Martín Juez, director de Sostenibilidad y Tecnología de Repsol, durante el Global Annual Energy Meeting, una jornada que debatió en Madrid sobre la política energética europea desde las perspectivas geopolítica, empresarial y estratégica.
La compañía que pilota Josu Jon Imaz ha encargado a Alantra -empresa de servicios financieros- la búsqueda de oportunidades de compra en el negocio de las energías renovables. La apuesta 'verde' de Repsol quedará definitivamente perfilada en la presentación del próximo plan estratégico de la compañía, que tendrá lugar la próxima primavera.
Hace ya siete años la petrolera española creó una división de Nuevas Energías -precisamente dirigida por Imaz-, y desde entonces ha ido dando pequeños pasos en la dirección que marcan las energías limpias. Un año antes, en 2009, Repsol entraba en el aún incipiente negocio de la recarga de coches eléctricos a través de la compañía Ibil, participada a medias con el Ente Vasco de la Energía (EVE). La petrolera también ha invertido en el negocio de la eólica 'offshore' y junto a EDP y la estadounidense Principle Power ha puesto en marcha la primera plataforma eólica flotante que surtirá de energía a la eléctrica portuguesa. Aunque el proyecto ha cristalizado a principios de este año, el primer prototipo se puso en marcha en 2011. Dos años más tarde entraría en el accionariado de Graphenea, uno de los principales productores de grafeno, el llamado 'material del futuro', y en 2013 tomó parte en la empresa Scutum Logistic, dedicada a diseñar, producir y vender plataformas eléctricas y sistemas de extracción de baterías para motos eléctricas.
Este mismo año ha comprado participaciones en startups como We Smart Pack, una red de aparcamiento colaborativo, o en Drive Smart Technology, aplicación que pretende analizar y mejorar la forma de conducir. O en Sorbwater Technology, empresa que ha patentado una tecnología para separar el petróleo del agua y de muy provechosa aplicación en plataformas petrolíferas.
Otra petrolera española -aunque es 100% propiedad del fondo soberano de Abu Dabi, IPIC-, Cepsa, también ha querido asomarse al mundo de la energía verde a través de una inversión de 35 millones de euros para desarrollar un parque eólico en Jerez. Se trata de «un primer paso de Cepsa en las energía renovables», en palabras de Juan Manuel García-Horrillo, director de Gas y Electricidad de la compañía, que se ha propuesto «seguir avanzando en este campo de manera progresiva, complementando la cartera de negocios derivados de combustibles fósiles con fuentes de energía renovable».
Aunque hay sectores de la economía en los que es muy difícil, por no decir imposible, reducir la dependencia del petróleo -como la aviación, o el transporte de mercancías por barco, entre otros- las compañías energéticas que trabajan en el negocio de los combustibles fósiles son conscientes de que la situación medioambiental del planeta obliga a una reducción drástica de las emisiones de CO2 -principal acelerador del cambio climático-, que este año han vuelto a crecer después de mantenerse estables los dos anteriores. El acuerdo climático de París 2015 ya establecía que para 2050 la energía primaria consumida en todo el mundo debía provenir, en un 50%, de fuentes renovables.
Por otro lado, las empresas se ven obligadas a «atender una demanda creciente fruto del crecimiento de la población en determinadas áreas del mundo», asegura Iván Martén, vicepresidente de Energía de Boston Consulting Group. Pero también «cumplir con las nuevas regulaciones, tienen que estar a la altura del reto que supone la tecnología también en este área y controlar la cadena de aprovisionamiento de materia prima de petróleo y gas pese a los conflictos geopolíticos que se dan en algunos de los países productores como Libia, Nigeria, Venezuela, etc...». Todo ello las coloca en un escenario de gran «inseguridad».
También saben que el dinero comienza a huir del negro al verde. Cada vez son más los inversores que dirigen sus fondos hacia energías verdes, y directamente se niegan a apostar por valores ligados al petróleo o el carbón, como Rockefeller Funds. O el banco francés BNP Paribas, que recientemente anunció que no seguirá haciendo negocios con empresas cuya actividad principal esté relacionada con el gas y el petróleo de esquisto (shale).
«Cuanto más alto sea el precio de contaminar, más rápida será la transición a los combustibles limpios», sostiene Ladislas Paszkiewicz, director de Estrategia de Clima de Total. El directivo asegura que hoy día la mita de la actividad de su compañía está basada en el petróleo, y la otra en el gaso. Y que la tendencia «es a aumentar esta última, ya que pensamos que el gas es un combustible de transición». Y añade que la multinacional «ya invierte en energía solar. Los negocios relacionados con la energía limpia ya están integrados plenamente en nuestra compañía, que hasta hace años estaba centrada solo en el petróleo».
«Es una realidad imparable. Se tiende a ir hacia una economía, por así decirlo, 'descarbonizada'. Y no sólo por parte de las compañías eléctricas. También por la petroleras. Ahí está el ejemplo de la noruega Statoil, que se ha convertido en un líder de la eólica marina», dice Javier Marqués, director técnico del Ente Vasco de la Energía (EVE). Esa transición hacia un modelo energético más sostenible «se está dando más rápido de lo que se pensaba», añade, pero aún así «no va a ser de la noche a la mañana. Por eso en Euskadi hemos apostado por el gas natural como combustible de transición».
En España se tramita la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que regulará las compensaciones a la gran industria por el uso de las renovables, «con el fin de generar un marco estable que dé continuidad a estas ayudas ya establecidas en los Presupuestos Generales del Estado de 2017 y, sobre todo, en cumplimiento de la normativa comunitaria», ha dicho el secretario de Estado de Energía, Daniel Navia. Sin embargo, los mensajes que llegan desde el ministerio que dirige Álvaro Nadal pueden llegar a resultar contradictorios, porque el compromiso de España con la reducción de emisiones choca con el propósito del ministro de proteger a la industria del carbón. Nadal dice que las centrales que producen electricidad con este mineral «siguen siendo necesarias», por eso ha puesto pie en pared ante la pretensión de Iberdrola de cerrar sus plantas de Velilla y Lada con la redacción de un real decreto que regulará su clausura.
Las grandes eléctricas, en general, tienden a aumentar la energía renovable en su 'mix' de producción. Además, son cada vez más las que se animan a emitir los denominados 'bonos verdes', que se dedican a financiar proyectos de energías limpias. A comienzos de este mes Gas Natural Fenosa lanzó su primera emisión de este tipo, por un importe de 800 millones de euros.
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