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Último lunes del mes y el penúltimo día de marzo, pero no parecía que fuera laborable en Gipuzkoa. La sensación era todavía «más extraña» que la de las semanas previas si cabe. Los polígonos industriales del territorio amanecieron prácticamente vacíos por el nuevo decreto sobre las actividades esenciales aprobado por el Gobierno para frenar la expansión del coronavirus, que también afecta a la construcción -solo se libran de esta 'hibernación' 25 sectores básicos, entre los que están el de la alimentación o el sanitario-. La industria es una de las grandes perjudicadas por esta medida. El polígono 27 de Martutene, uno de los principales de San Sebastián, despertó sin movimiento este lunes. Muchas empresas ya habían bajado la persiana el pasado día 15, cuando entró en vigor el estado de alarma, y las que continuaban abiertas tuvieron que cerrar, a excepción de algún negocio de alimentación, mensajería o talleres de reparación de coches.
La tardía aprobación y publicación del decreto en el BOE hizo que muchos trabajadores no tuvieran claro si debían acudir o no a sus puestos. Es el caso de Mari Mar Pérez, administrativa del negocio de placas y sistemas Knauf para la construcción, que no supo hasta primera hora de la mañana de este lunes que podía acercarse a la oficina «a dejar los papeles en orden». Estos últimos quince días han funcionado «más lento, pero sin problemas». Hasta el fin de semana. «El domingo me acosté sin saber lo que iba a pasar. No lo dejaron muy claro. Es más, pensaba que no iba a poder venir», asegura desde su despacho, donde clasifica varias facturas de última hora y agradece el margen de un día que ha dejado el Gobierno «para organizar todo» y parar definitivamente. Aunque esta medida no les ha cogido por sorpresa -«nos lo esperábamos por el alto número de contagios registrados»-, apunta que ha sido una decisión «muy repentina. No podemos cerrar de la noche a la mañana». Por eso ella acudió este lunes a su lugar de trabajo. «Y menos mal». Nada más entrar por la puerta llegó un camión «con un pedido urgente, que ya teníamos programado para este día». Sin pensárselo dos veces, avisó a su compañero Josean Antequera para que se acercara a ayudarle con la descarga. «¿Qué habría pasado con la mercancía si no hubiéramos aparecido por aquí?», se preguntan ahora.
Unos metros más adelante, también en el polígono 27, se encuentra la ferretería CLC maquinaria y servicios S.L., dedicada al apoyo de la industria y la construcción «mediante el suministro de artículos». Este lunes por la mañana todavía tenían que valorar la situación. Su propietario y gerente, José Lasterra, tiene dudas sobre si su empresa forma parte de las esenciales, es decir, si tiene permiso o no para seguir activa. No venden máquinas, pero trabajan con productos que se emplean en el sistema sanitario, como los equipos de protección individuales EPI's o los hidrogeles para desinfectar las manos. «Además de informarnos de si podemos abrir o no, tenemos que ver si nos merece la pena», reflexiona Lasterra. A fin de cuentas, «la afluencia de gente va a ser muy baja».No solo él dudaba de si debía abrir o no. También sus trabajadores. Por eso, el domingo por la noche optó por enviar un email a todos sus clientes y proveedores en el que decía que, en principio, mantenían su actividad. Pérez y Lasterra estaban casi solos en el polígono, donde reinaba el silencio. También lucía inactivo el parque tecnológico de Zuatzu, en la zona de Ibaeta, en Donostia. El habitual ir y venir de coches se convirtió en una tranquilidad sin precedentes. Solo había un par de repartidores y algunos trabajadores que tenían que entregar «papeles para el ERTE».
El de la construcción es otro de los sectores más afectados por este parón. Solo en Euskadi, esta medida deja en casa a un total de 50.000 trabajadores que, como mínimo, tendrán que guardar sus trastos hasta después de Semana Santa. Ni rastro de trabajadores de la construcción en las múltiples obras que hay en Donostia en estos momentos. El acceso a la futura estación del Topo Centro-La Concha, desierto. El de Benta Berri, también. Pese a la moratoria de 24 horas, la mayoría evitó acercarse a sus puestos. Poco o nada de lo que tenían en las casetas les hace falta para seguir su rutina en confinamiento, un aislamiento que hasta ahora no han tenido que cumplir al poder acudir a sus lugares de trabajo hasta el mismo domingo. Pero las obras tienen que permanecer cuidadas para que, durante el tiempo que estén paradas, no se deterioren. Por eso, el personal de mantenimiento todavía se afanaba este lunes en los diferentes tajos. Su labor, dejar todo a punto para que lo levantado hasta el momento no se dañe.
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