Secciones
Servicios
Destacamos
Yno me refiero a la Semana Grande. Hasta hace una pocas semanas, las preocupaciones procedían de las previsiones. Cada vez que se oteaba el horizonte la visión de la economía se ennegrecía. El crecimiento era menor y la generación de empleo menguaba. Ahora, la cosa ... es mucho peor porque son los hechos constatados los encargados de proporcionarnos las malas noticias. Ya sabíamos que las bravatas de Donald Trump y las reacciones chinas no podían conducirnos a ningún lugar seguro y agradable. También sabíamos que las locuras británicas eran perjudiciales y que las insensateces italianas no ayudaban nada.
Pero, ahora sabemos que el crecimiento en Alemania, nada menos que en Alemania, durante el segundo trimestre ha sido negativo y lo más probable es que la contracción se repita en el tercero, lo que supondría la entrada en recesión de la locomotora europea. Sus exportaciones han caído un 8% en junio y la producción industrial es un 5% menor que hace un año. Sabemos también que las Bolsas se han derrumbado, convirtiendo los avances anuales conseguidos en pérdidas absolutas, algunas de ellas muy sonoras. Por ejemplo, la del Ibex-35 que se ha dejado 63.000 millones de euros en capitalización en los últimos doce meses. Sabemos que Italia se adentra en nuevos desafíos presupuestarios, si la soberbia de Mateo Salvini no consigue sacar adelante sus caprichosas nuevas elecciones. Sabemos que Turquía no sale del hoyo y que a Argentina los mercados le dan un 80% de posibilidades de entrar en quiebra. Mas que a Zambia, aunque todavía menos que a Venezuela.
Sabemos que el bono español a diez años ha llegado a tocar el 0% de rentabilidad y que la curva de tipos en los Estados Unidos ha estado invertida algún día, al superar los bonos a dos años a los de diez. Una situación singular que, en el pasado, ha precedido a una crisis en ocho de las diez veces que tal cosa ha sucedido.
¿Estamos en crisis? Nosotros no, sin duda y Europa, de momento tampoco. ¿Nos adentramos en ella? Pues hay que ser muy optimista para decir que no. Al menos tanto como la ministra Nadia Calviño que, esta misma semana, ha insistido en mejorar las previsiones de crecimiento. ¿Sabe algo que nosotros desconocemos o quiere imitar a Rodríguez Zapatero y trasladar buenas noticias, aún sabiendo que son falsas?
Los bancos centrales no comparten su visión. La FED ha iniciado el retroceso de los tipos de interés -tienen margen -, y el BCE anuncia medidas espectaculares para el próximo mes de septiembre. Entre ellas, nuevas bajadas de tipos, adentrándose más aún en esa locura incomprensible de los tipos negativos e incluso comprando acciones de empresas europeas. Esta última iniciativa añade estupor a la sorpresa. ¿Acabarán siendo propiedad del Banco Central tanto la deuda pública -ya casi lo es-, como los activos, hoy, privados? ¿Y cómo termina esta truculenta historia, lo sabe alguien?
Porque lo único evidente es que encaramos esta nueva fase en una situación novedosa y, por cierto, nada confortable. De las crisis se ha salido utilizando la política monetaria, es decir bajando los tipos de interés para fomentar la inversión y el consumo a crédito; y poniendo a trabajar a la política fiscal a través de presupuestos expansivos, es decir deficitarios. ¿Ahora, que sucede? Pues resulta ya muy difícil esperar algo de lo monetario, tras partir de unos tipos de interés hundidos, mientras que es suicida actuar desde unos presupuestos públicos que han sido deficitarios durante la última crisis y durante los años de bonanza, lo que nos ha conducido a una deuda de tamaño hipopotámico.
Alemania debate un plan de expansión. Pero allí han ahorrado durante la bonanza y tienen una deuda que alcanza el 60% de un PIB de 3,3 billones de euros. Nosotros tenemos la deuda en el límite del 100%, de un PIB situado en los alrededores de 1,3 billones. Es decir, ellos podrían emplear en la recuperación una cantidad similar al PIB español, sin alcanzar una situación de deuda peor que la nuestra. Mariano Rajoy cedió en los déficits, al no ser capaz de resistir la presión ejercida por los adoradores del gasto. Pedro Sánchez ni siquiera lo ha intentado y, repasando los colectivos con quienes se ha reunido para forzar su investidura, podríamos decir que ni siquiera tiene deseos de resistirse. ¿Dónde acabará todo esto? Ni idea. ¿Prefiere que hablemos de la Diada, de la sentencia del Procés, de la de los EREs o le gusta más el Brexit? Elija tema para septiembre. ¡Nos vamos a divertir!
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Las zarceras tras las que se esconde un polígono industrial del vino en Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.