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La preocupante realidad de tu móvil: «Aplicaciones y anunciantes intercambian datos...»
Egia guztia

La preocupante realidad de tu móvil: «Aplicaciones y anunciantes intercambian datos...»

Ni apps con hambre de datos ni asistentes a la escucha, el mayor enemigo de nuestra confidencialidad está en casa: somos nosotros mismos

Iñigo Galparsoro

San Sebastián

Sábado, 30 de noviembre 2024, 01:00

Tras un acalorado debate entre amigos, por fin tenemos claro cuál será el destino de nuestras próximas vacaciones: una casa rural en el Pirineo. Ahora toca lo más difícil: encontrar alojamiento, excursiones y actividades de ocio para disfrutar de la naturaleza. La tarea se presume ardua, si no fuera porque de repente nuestro móvil toma el control de la situación. Y, sin solicitud previa, como por arte de magia, comienza a proponernos planes irrechazables, quién sabe si de forma aleatoria o dirigida: un apartamento con todo tipo de comodidades y vistas, rutas de montaña al Parque Nacional de Ordesa con guías expertos, descuentos en actividades como la tirolina del valle de Tena o los descensos de cañones, vías ferratas... ¿Casualidad, coincidencia o es que nuestro móvil nos escucha a todas horas?

«Esta es una sensación que sentimos todos. La publicidad que recibimos viene definida por los perfiles de usuario que tienen las diferentes plataformas de cada uno de nosotros. Si alguna aplicación tiene acceso al micrófono y usa lo que 'escucha' para enriquecer nuestro perfil, es posible», explica Andoni Beriain, profesor e investigador del departamento de Ingeniería Eléctrica y Electrónica de Tecnun- Universidad de Navarra.

Entonces, ¿es verdad que nuestro móvil nos escucha sin ser conscientes de ello? ¿O este asalto a la privacidad es achacable más a los permisos que damos? «Las apps que tenemos instaladas suelen tener más permisos de los que creemos. Es decir, el móvil nos escucha sin que seamos conscientes de ello, pero porque le hemos dado permiso a una aplicación para ello. Es el caso de Alexa u otros asistentes personales como Google Assistant o Siri», afirma. Y es aquí precisamente donde pone el foco de atención Andoni Beriain. «Deberíamos prestar más interés a esto, ya que más que vías ocultas para escucharnos podría haber apps que hagan mal uso de los datos que obtienen gracias a nuestros permisos».

Permisos sí, pero no excesivos

Eso sí, no nos engañemos: la solución no pasa por no dar permiso alguno a las apps que instalamos, sino en otorgarles los poderes justos. Y es que, ¿cómo podría guardar una app de cámara un vídeo si no le damos acceso al almacenamiento interno? Otra cuestión bien diferente es que una simple aplicación de calculadora nos pida acceso a nuestra ubicación... Cuanto menos, resultaría extraño, ¿verdad? «La mayoría de las apps quieren acceder a la máxima cantidad de datos nuestros para poder generar los perfiles más completos posibles de nosotros. Esta información es valiosa y se puede vender, sin incumplir ninguna ley si hemos dado permiso para ello. Una aplicación maliciosa, en cambio, tratará de acceder a nuestras fotos, cámara o localización para cualquier tipo de suplantación o chantaje que se nos pueda ocurrir, pero sería importante diferenciar ambas cosas», expone.

Lo que no deja de ser surrealista es el continuo tráfico de datos que existe entre aplicaciones. Así lo argumenta este profesor de Tecnun- Universidad de Navarra. «Los intercambios de información entre apps y anunciantes son muy habituales. Si una aplicación cuenta con nuestro email y ubicación, y hemos aceptado sus términos de uso, puede que le estemos dando permiso para vender esa información. Pensémoslo: ¿cómo gana dinero, si no, una app de linterna?».

Las aplicaciones justas

Aceptar a la ligera todo tipo de permisos en nuestro móvil es una imprudencia, ya que con ello abrimos la puerta de nuestra privacidad de par en par. Eso sí, aún lo es más dar el 'sí' a tres especialmente delicados: la lectura de notificaciones, el acceso a los SMS y la accesibilidad. Con ellos, un habilidoso amigo de lo ajeno podría dejarnos en números rojos. Eso sí, Andoni Beriain pone sobre la mesa una solución mucho más práctica. «Más que centrarme en el permiso de turno, soy más partidario de instalar las mínimas apps necesarias, siempre que sean aplicaciones de confianza. Cuantas más apps instalemos y cuanto más utilicemos los dispositivos conectados, más datos daremos a las grandes corporaciones para que definan nuestros perfiles de usuario. Esto en principio no es peligroso aunque un mal uso de esa información pueda serlo».

A ello tampoco ayuda la excesiva indiferencia que mostramos a la hora de proteger nuestra privacidad: publicamos nuestras imágenes sin control, damos a conocer nuestra ubicación, las aficiones... y eso a la larga se paga caro. «El móvil es extremadamente complejo, pero cuenta con una interfaz amigable para que el público pueda utilizarlo. Cada vez que lo hacemos, definimos nuestro perfil de usuario. Y de eso no se es consciente, ni tampoco del potencial o los riesgos que entrañan las diferentes apps o servicios. No olvidemos que somos nosotros quienes más información directa y explícita ponemos disponible en las redes sociales... Por ello, si queremos ser celosos de nuestra privacidad, deberíamos empezar con ellas».

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