La tragedia de la DANA que ha afectado a buena parte de Valencia ha generado entre sus desvastadores efectos también daños más allá de lo material. Entre ellos el menoscabo de la verdad y de la realidad ejercido por algunos responsables políticos y por multitud de 'influencers', o como ellos prefieren denominarse, «creadores de contenidos». Una derivada de las grandes catástrofes naturales que ya es habitual en Estados Unidos y que nos ha sacudido esta vez a este lado del charco con multitud de bulos que corren como la pólvora de pantalla en pantalla primero y que después se cuelan en conversaciones con familia y amigos.
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La extensión de las tecnologías de la comunicación, con acceso prácticamente universal a cámaras y micrófonos, combinada con otros factores más tradicionales e intrínsecos de los humanos, como son las malas intenciones o el afán de protagonismo han generado multitud de mentiras, exageraciones y tergiversaciones que pasan por reales hasta que son firmemente desmentidas con pruebas. Porque, como señalan todos los expertos, demostrar un hecho conlleva mucho mayor esfuerzo que inventarlo o modificarlo.
En este campo de minas para la información han entrado en acción en este caso varias conocidas figuras de las redes sociales cuyos discursos no serían más preocupantes que una conversación de barra de bar si no fuera porque cuentan con millones de seguidores, en algunos casos con una buena cantidad de menores de edad entre los mismos. De ahí que el ejercicio de entrar a refutar falsedades haya saltado también a la primera línea de la actividad pública, incluyendo esta vez a sus representantes más destacados, de consejeros y ministros a los mismos Pedro Sánchez y Felipe VI.
Volviendo a los autodenominados «creadores de contenidos», habría que analizar sus diferentes tipologías. En su mayoría son personas llegadas desde el ámbito de la moda, del deporte o de los videojuegos cuyas habilidades comunicativas les han hecho muy populares. Buenos conocedores de su público y de los algoritmos que rigen plataformas como Instagram, Youtube o TikTok, un puñado de 'influencers' han conseguido tener audiencias millonarias, generalmente bien asesorados además por agencias especializadas que les representan, los apoyan y les hacen interactuar con otros representados.
Un negocio creciente y millonario, surgido hace muy pocos años que se basa en datos en principio muy objetivos: número de visualizaciones de vídeos, cantidad de 'likes', tiempo de estancia en el perfil, alcance de la cuenta,... Parámetros que conocen muy bien y que al final se traducen en euros a repartir por el protagonista, sus colaboradores y su agencia. Ingresos que llegan desde las propias plataformas o desde anunciantes externos en lo que supone la expresión más nueva de un viejo negocio, hacer y vender publicidad.
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Quienes viven de las redes sociales se encontraron desde el martes 29 de octubre ante una tesitura nueva. Una catástrofe natural que generaba un drama humano con miles de personas afectadas y que acaparaba el interés de la ciudadanía. Para ellos ese día hablar de una partida en el último vídeojuego o de un nuevo bolso se convertía en un problema de imagen ante personas que estaban atentas a lo que ocurría en Valencia. Pero no publicar el vídeo diario no es una opción para quien vive de ellos.
A groucho Marx se le atribuye la frase de que «es mejor estar callado y parecer tonto que abrir la boca», algo de lo que huye quien considera que tiene que decirle a su audiencia cómo ve cualquier tema de actualidad pese a que su preparación y conocimiento no sean los idóneos. Entres sus millones de seguidores, una gran cantidad de adolescentes que quieren seguir sus tendencias de moda o aprender el último truco para disfrutar de un juego están expuestos a su escasa rigurosidad y son víctimas de su labia.
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Rigor, credibilidad, verificación, responsabilidad,.. conceptos permanentemente presentes en los periodistas son lejanos y ajenos a influencers que estos días han contribuido a difundir bulos y medias verdades y que cuando son pillados se desdicen con la misma sonrisa y falta de ética. Más allá de políticos, generalmente de idelogías extremas, que buscan movilizar a la ciudadanía en su favor, y de conocidos comunicadores en busca también de audiencia, en la pura actividad en redes sociales algunos de los más señalados han sido María Pombo y David Cánovas, más conocido como TheGrefg, además del jurista/streamer Rubén Gisbert o el mecánico de coches Ángel Gaitán.
«El problema de estos cuñados es que asustan a la gente», resumía Iñaki López en su programa 'Más vale tarde' hace unos días. El temor que ocasionan y el descrédito de la democracia que alimentan es el mayor riesgo de estas figuras que estos días han alimentado el bulo de los cientos de muertos en el parking de Bonaire, la labor de las ONGs o la ausencia de ayudas públicas.
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Tampoco han faltado los ávidos de protagonismo para presentarse en la zona con buenas cámaras y mejor iluminación para difundir su supuesta ayuda y preocupación. En la polémica han actuado con más sensatez algunos otros protagonistas de las redes, como el mensaje compartido por Jessica Goicoechea en la que señala «la manera en la que gente del sector están aprovechando esta desgracias para ir y crear contenido como si estuvieran en un festival (...) no puedo con quienes aprovechan para hacerse rells y fotos mostrando a la sociedad su buena fe para tener views y likes (...) se me caería la cara de verguenza ponerme a grabar delante de nadie ante una catástrofe así (...) si vas a ayudar te aseguro que es imposible que puedas ni sacar el móvil, no tienes tiempo ni ganas».
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Como siempre, la recomendación ante informaciones delicadas es contrastar varias fuentes, no compartir aquello que nos genere dudas por muy llamativo que sea o fijarnos en errores tipográficos y faltas de ortografía.
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