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Luis López
Sábado, 17 de junio 2023, 14:25
Juan Mari Aburto ya es oficialmente alcalde de Bilbao por tercer mandato consecutivo. El pleno de constitución del Ayuntamiento que ha tenido lugar esta mañana ha discurrido por los cauces previstos y se ha impuesto la mayoría absoluta que suman PNV y PSE para poner ... la makila en manos del líder jeltzale. Es lo que viene ocurriendo desde 2015, pero el horizonte siempre es diferente. Hace ocho años el reto era resistir a una crisis financiera que hizo temblar al sistema. Hace cuatro, en 2019, consolidar una recuperación que parecía imparable. Luego llegó la pandemia y todo lo demás. Así que lo que toca ahora es gestionar la incertidumbre que planea sobre un panorama que, eso sí, es mucho más prometedor del que se vaticinaba hace unos meses.
Se va a encargar de ello un gobierno local bastante parecido al anterior, con casi las mismas caras y áreas de gobierno. Tiene sentido si se considera que los grandes proyectos ya están lanzados y toca, esencialmente, darles continuidad: desarrollar Zorrozaurre y Punta Zorroza, diseñar la operación de Abando, afinar las políticas para contener el envejecimiento de la población, atraer empresas que generen empleo de calidad, reforzar los mecanismos de solidaridad para frenar las desigualdades sociales... Todo eso en un entorno de crecimiento de la economía, descenso del paro, con unas cuentas municipales saneadas y una mayoría absoluta. Es decir, manos libres y amplio margen de maniobra para actuar.
Pero quizás uno de los principales desafíos que tiene Aburto por delante es volver a generar ilusión en la ciudad. Se nota esa ausencia de entusiasmo y cierta melancolía, al menos en cuanto al apego hacia los gestores de lo público, en el altísimo índice de abstención en las últimas elecciones y el crecimiento de votos nulos y en blanco.
El alcalde ha dedicado buena parte de su discurso inaugural a analizar los resultados electorales porque el fenómeno ha impactado de lleno en el PNV, que el 28 de mayo perdió la cuarta parte de los apoyos recibidos cuatro años atrás. En las filas jeltzales la preocupación no es poca y se han vislumbrado incluso cierta autocrítica. Aburto admitió que no había sabido llegar a la gente y luego, tras el acto solemne de la izada de bandera el pasado jueves, pidió disculpas a la ciudadanía por «aquello que a su juicio no hayamos hecho bien». Hoy ha vuelto a mencionar el asunto. No ha llegado a especificar qué es eso que no se ha hecho bien, con lo que habrá que ver si los esfuerzos de los próximos cuatro años se van a centrar en generar políticas más ilusionantes o en redoblar esfuerzos en materia de comunicación para que se visualice la dimensión de lo que se está haciendo.
El ejecutivo local encargado de todo ello es conocido. Ya ayer se supo el reparto de áreas, que se ha ajustado al nuevo panorama en el pleno. Ese panorama es que el PNV ha perdido dos concejales (pasa de 14 a 12) mientras que el PSE se mantiene (con 5) pese a que también se dejó por el camino un buen puñado de votos. La consecuencia es que los jeltzales gestionarán once áreas de gobierno (una menos que en el anterior mandato) y los socialistas cinco (una más). El cambio puede parecer impresionante, pero en realidad lo que se ha hecho es una reestructuración de competencias de tal modo que lo único que cambia de manos es Educación, que se va para el PSE.
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