«En esta ciudad, para ocupar la Alcaldía, tienes que saber seducir a un abertzale y a una señora del Centro de toda la vida. Ese es Goia. El mejor yerno de los candidatos y, desde luego, el que más se parece a un alcalde ... de San Sebastián». Lo dice un concejal saliente del Ayuntamiento refiriéndose a Eneko Goia, el jeltzale donostiarra de 47 años que acaba de ganar sus segundas elecciones. El regidor es un tipo tranquilo, sobrio -«gris marengo», dice con ironía uno de sus rivales-, que no vende fuegos artificiales, ni sobresalta a la ciudadanía, algo que es un valor en una ciudad caracterizada por el celo con que se defiende que casi nada cambie.
Eneko Goia es un político que no levanta pasiones -ni falta que le hace-, inteligente en el cuerpo a cuerpo, y cultivador de una imagen moderada y templada en un mundo lleno de egos y ruido. La prudencia le guía siempre, también en el uso de las redes sociales. Su único escoramiento ideológico, el independentismo, lo equilibra (y lo explica) con una separación clara entre lo que piensa y su gestión como alcalde de una ciudad que, siempre lo dice, es muy plural.
El alcalde es un hombre muy familiar -tiene cuatro hijos, tras recibir en acogida a Josu hace un par de años-, que para desconectar «se pone a coser o a planchar delante de la tele», según cuenta su entorno. Esta legislatura perdió a su inseparable perro Ikatz, que no sustituyó por otra mascota ante lo mal que lo pasó. Tanto que, tras haber dejado de fumar, volvió a engancharse al vicio. Su timidez le procura una imagen de ser distante, algo que quienes le conocen desmienten con un tajante: «Es divertido y buen conversador». La única distancia que se permite es la de contemplar la ciudad desde la bahía gracias a un kayak hinchable que le regaló su grupo municipal. Tampoco quiso que el cargo le acorazara y rechazó desde el principio tener escolta, pese a la insistencia de los cuerpos de seguridad en procurársela.
Amplió hace dos años su familia con un chico que recibieron en régimen de acogida
Seguidor de Churchill, conocerá en dos semanas a Merkel, una de las líderes europeas que más aprecia
En los últimos años ha ampliado sus aficiones: le gusta leer, escuchar música -sobre todo de los 90 pero también clásica-, y se engancha fácilmente a cualquier película de la Guerra de las Galaxias. De hecho, uno de los obsequios que más ilusión le hizo fue un R2D2 realizado con una impresora 3D. Goia no es propiamente un cocinillas, pero le gusta comer, sobre todo chipirones en su tinta, y se maneja bien entre las lechugas y tomates del pequeño huerto que tiene en casa.
Sus peores momentos tienen que ver con los dos chavales que fallecieron tras peleas nocturnas y la decepción de la inauguración de la Capitalidad Cultural Europea 2016. Su mayor sorpresa, sin embargo, se produjo al otro lado del mundo, cuando Marugame, la ciudad nipona hermanada con Donostia, le invitó a una visita oficial y, tras bajarse del coche a las puertas del consistorio, se quedó de piedra cuando todos los funcionarios del Ayuntamiento le hicieron el pasillo inclinando la cabeza a su paso hasta que entró al despacho del alcalde.
Eneko Goia ha jugado a no equivocarse, a cambiar el rumbo de Bildu sin proyectos rimbombantes, tratando de capitalizar la gestión de los dos partidos en el gobierno y de minimizar errores y descoordinaciones, como el desierto Tambor de Oro 2017. Había quien creía que el PNV no podía cosechar nuevos apoyos tras haber rebañado en 2015 todo el voto moderado de la ciudad. Pero este seguidor de Churchill les ha demostrado que se equivocaban. En dos semanas Goia tendrá ocasión de conocer, días antes de su reelección, a una de las líderes políticas que más valora, Ángela Merkel, que vendrá a Donostia a la cumbre de líderes conservadores europeos. La canciller alemana enfila el tramo final de su mandato; Goia se asienta en la Alcaldía donostiarra.
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