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Una vez que las urnas han dictado su veredicto, hay que trabajar con lo que tenemos y olvidarse por un buen rato de lo que deseamos. Leo y oigo a la mayoría de los analistas sensatos -incluso alguno más, como yo-, apostar por un Gobierno ... de socialistas y 'ciudadanos'. Tiene muchos argumentos a favor... Y no pocos en contra. En primer lugar, suma 180 escaños, algo maravilloso comparado con los 137 que tuvo Mariano Rajoy y milagroso con los 84 de donde viene Pedro Sánchez. Sería una investidura sin contestación aritmética. En segundo lugar, centraría al PSOE, cuyas veleidades e indefiniciones preocupan a quienes queremos estabilidad en las cuentas públicas y previsión en la acción de gobierno. Evitar la influencia de Podemos sería su mayor activo. Han sido muchos los que han ido a votar empujados por el miedo suscitado por las barbaridades de Vox, pero, ¿no asustan los antecedentes venezolanos, las propuestas de nacionalización y los resabios estalinistas de Podemos? A mí, que soy un pusilánime, sí. Y, en tercer lugar, libraría al Gobierno de ataduras y le blindaría frente a las interminables exigencias nacionalistas, algo que sería muy bien recibido en muchas otras comunidades.
Pero la nueva pareja tiene también sus pegas. Primero, deberían olvidarse las escandalosas e innecesarias acusaciones cruzadas a lo largo de la campaña. Los gritos escuchados en Ferraz en la noche del domingo «con Rivera no, con Rivera no» responden más, creo, a sentimientos personales heridos que a discrepancias ideológicas invencibles. Pero no será tarea fácil para unos desdecirse de lo dicho, ni olvidarse de ello para otros. Máxime -ya sabe, no se desmaquille-, cuando empezamos ya una nueva campaña electoral. Nada se hará hasta entonces. Por si acaso...
En tercer lugar, es muy confortable no depender, para gobernar en Madrid, de los votos nacionalistas pero tanto ERC como el PNV han tenido unos resultados magníficos y no querrán quedarse callados mirando el espectáculo desde la grada. Recuerde que la lucha por la igualdad de todos, en todos los lugares, es el núcleo central del discurso ciudadano y piense si será sostenible en ese ambiente la coalición de gobierno actual en el País Vasco, por ejemplo. Luego hay diferencias profundas en el terreno económico. Pedro Sánchez propone subir los impuestos y darle al gasto con alegría, mientras que Albert Rivera quiere bajarlos y controlar los dispendios públicos. ¿Cómo se arregla eso, con las semisumas? Es decir, este acuerdo es el más lógico, a la vista de los resultados, pero necesita mucha cocina, mucha generosidad, mucha desmemoria y una gran altura de miras. ¿Tenemos de todo esto en el almacén donde guardamos nuestras virtudes?
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