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En torno a dos ejes había girado la campaña: el factor miedo y la división en dos bloques. Pues bien, ninguno de los dos era cierto. Del lado de los que proponían «echar a Sánchez», la realidad es que la amplia victoria del PSOE deja ... sin sentido los temores que sobre sus intenciones habían inculcado. Los socialistas no están atados de pies y manos a «acuerdos nefandos». Tienen las manos libres para maniobrar a su antojo. Ese miedo no era, pues, fundado. Tampoco, del otro lado, el fantasma de Vox era una corriente arrolladora, sino sólo esa parte del PP que éste siempre había tenido en su seno. Otra cosa es que, aun infundado, el miedo haya resultado enormemente rentable. Con él, Sánchez se ha librado del acoso de UP y aglutinado en torno a su partido a todos los atemorizados. Y si infundado era el miedo, no menos irreal era la España de bloques que se nos había vendido. Lo que las elecciones han dibujado no es una sociedad enfrentada en bloques irreconciliables, sino una ciudadanía plural que clama por tender puentes y fraguar acuerdos para ser gobernada.
Escrutados, pues, los votos, urge abandonar esos dos prejuicios que habían calado hondo en la campaña. De acuerdo con la aritmética -y la aritmética no es, en este caso, un conjunto de números, sino la expresión cifrada de la voluntad popular-, las posibilidades que tiene el partido, con gran diferencia, más votado para, en primer lugar, asegurar la investidura de su líder y, luego, formar un gobierno sólido y estable son múltiples y variadas. Nada está escrito de antemano.
Los comicios del 26-M marcan un límite antes del cual nada definitivo podrá hacerse. Los partidos querrán, con toda razón, confirmar o corregir estrategias en las urnas antes de comprometerse con acuerdos de envergadura. Pero no será una espera inútil. Servirá, por el contrario, para que todos digieran los datos y pongan en cuestión los supuestos en que han basado sus campañas.
Hablando desde Euskadi, no puede dejar de mencionarse el triunfo que han cosechado el nacionalismo y el abertzalismo, por no citar a sus colegas catalanes. En contraste, y no casual, el batacazo sufrido por toda la derecha. Nada extraño en C's y Vox. Más sorprendente y, por ello, más alarmante en el caso del PP. La pérdida del escaño de Maroto en Álava, coordinador electoral del partido, es más que un símbolo. Puede ser el foco del que surja la ola de descontento y protesta que acabará, sin duda, recorriendo todo el país.
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