Lorea Tellaeche | Bióloga hernaniarra

«En el ártico podemos medir la salud del mundo»

Allí, al norte del paralelo 60, se pueden observar organismos extraordinarios, como dice Lorea Tellaeche, que permiten medir la salud de nuestros océanos, el alcance de la biodiversidad y, en suma, el futuro de nuestro planeta. En el fondo marino, a más de 2.500 metros de profundidad, donde todo se encuentra sumido en la oscuridad, científicas como Lorea Tellaeche recogen muestras de lodo a través de la tecnología más puntera donde, «a veces y cuando tenemos suerte», se adivinan pequeños huesos del oído de peces, que son «únicos para cada especie y nos permiten estimar la edad de los organismos del pasado». La decoloración de cada hueso cuenta «la historia de los patrones estacionales, migraciones y comportamientos, así como los cambios en la química y las condiciones del océano. Podemos medir la salud del planeta gracias a cada pequeño hueso», explica la bióloga guipuzcoana de 25 años.

Lorea Tellaeche ha evaluado junto a un equipo de científicos de todo el mundo la acidificación, el calentamiento y la contaminación del mar por microplásticos en una expedición del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que partió desde Vigo para adentrarse en el Círculo Polar Ártico, y remontar hasta el archipiélago sueco de Svalbard. En la expedición oceanográfica a bordo del 'Sarmiento de Gamboa', que se ha extendido durante un mes, los biólogos han investigado varios de los patrones clave para entender las consecuencias del cambio climático en el Ártico, y eventos climáticos extremos como la trágica DANA de Valencia. Además, las muestras recogidas en las regiones templadas y frías del Atlántico arrojarán luz sobre el impacto del CO2 en el mar.

La expedición en la que embarcó la hernaniarra partió desde Vigo el 16 de agosto y navegó durante más de 30 días desde las regiones templadas del Atlántico hasta las polares del Norte con el objetivo de evaluar «los problemas derivados de la acidificación del océano y el calentamiento y contaminación del mar por microplásticos». La primera parada fue en las Azores y, desde ahí, remontaron hasta el mar de Noruega, bordeando la costa del país escandinavo para llegar al archipiélago sueco de Svalbard, en el Ártico. El buque, finalmente, se dirigió hacia Islandia, la última parada antes de volver a Galicia.

En la campaña oceanográfica en la que ha participado la bióloga guipuzcoana, un total de 42 personas -15 investigadores y 27 tripulantes y técnicos- han estado a bordo del 'Sarmiento de Gamboa', un buque de 70,5 metros de eslora y 15,5 metros de manga. Se trata de una de las embarcaciones tecnológicamente más avanzadas del CSIC, y es el primer barco oceanográfico español que puede trabajar con los ROV, un vehículo sumergible operado remotamente, además de que cuenta con laboratorios termorregulados de análisis y química, entre otros sistemas.

Lo especial de esta campaña, revela Lorea, es que «nunca antes se había subido tan al norte». «Hemos remontado el Atlántico hasta el litoral del archipiélago Svalbard, aunque por el hielo y las tormentas que nos persiguen, se tomó la decisión de bajar antes a Islandia y evitar Groenlandia».

En estas «estaciones» marcadas por la profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona y líder de la investigación, Patrizia Ziveri, -segmentos del océano de unos 20 kilómetros cuadrados-, los investigadores recogen muestras del agua desde la superficie hasta el fondo marino que, dependiendo de la latitud, puede llegar a situarse hasta en más de 2.500 metros de profundidad. Los científicos utilizan sistemas como las botellas Niskin, unos recipientes que se cierran automáticamente a determinada profundidad para el posterior análisis del «plancton, nutrientes, microplásticos y química». También recogen el lodo del fondo marino para comparar «la población de peces de hace unos siglos con la de ahora».

En cada expedición los sedimentos «van cambiando», explica Lorea, porque cada «masa de agua es diferente». El 'Sarmiento de Gamboa' siguió la corriente del Atlántico norte a lo largo de América del Norte. En cambio, más al norte del paralelo 60 y en la última estación de Svalbard las aguas cálidas se hunden y, por ende, «la fotografía del fondo marino cambia», como explica Lorea. «Es increíble lo que encontramos aquí, pero también impactante, porque el Ártico nos avisa de que cuestiones derivadas del cambio climático, como la acidificación de los océanos, ya está pasando», relata.