Mikel Oyarzabal | Capitán de la Real

Goles que no se suben a la cabeza

El capitán se crió en Eibar, uno de los polos industriales del pasado siglo que después de sufrir una dura crisis en los años ochenta supo reinventarse y modernizar sus infraestructuras para mirar al futuro interpretando su pasado. Cree que ese carácter de los guipuzcoanos y su forma de hacer es clave para entender la fuerza del deporte en el territorio. «Hay una cultura por la práctica deportiva que no podemos perder porque es lo que nos hace diferentes. En el colegio practiqué balonmano, baloncesto, rugby, atletismo... Para ir a jugar a fútbol con los amigos subía hasta Unbe en bici por aquellas duras rampas. Entonces tenías que salir de casa para buscar el entretenimiento y el deporte era la mejor herramienta».

La juventud de hoy pertenece a una generación digital en la que la tecnología le permite llenar gran parte de su ocio sin el sacrificio del deporte, algo de lo que advierte. «El móvil es una herramienta que puede ser muy útil si se utiliza bien. Pero los chavales tienen que seguir saliendo a la calle. No puedes jugar al fútbol por el móvil. El deporte, además de su componente físico, es muy saludable y te ayuda a relacionarte. Yo era muy tímido y cuando llegué a la Real con 15 años apenas hablaba con nadie. A base de compartir experiencias con los compañeros y los entrenadores, aprendí a abrirme más. Mi personalidad y forma de comportarme no habría sido la misma sin el fútbol».

El capitán txuri-urdin tiene bien grabado en su cabeza el consejo que le dieron sus padres cuando era pequeño y que le gustaría transmitir en un futuro a su hijo Martin. «Sé feliz y haz amigos. No les preocupaba otra cosa. Ahora que está tan de actualidad todo lo relacionado con la salud mental, adquirir ese hábito de vida desde pequeño es muy recomendable porque psicológicamente es de gran ayuda».

El fútbol ha sufrido una transformación notable en estas primeras décadas del presente siglo con la incorporación de la mujer, lo que ha servido para lograr una sociedad más igualitaria. Hoy en día, como reconoce el jugador blanquiazul, se hace «inconcebible una Real Sociedad sin los equipos femeninos. Y aún hay muchos pasos que dar en esa dirección. La consecución de la Copa de la Reina en 2019 supuso un antes y un después. Para mí no fue algo nuevo porque en Zubieta hacía años que vivíamos esa realidad diaria. Yo recuerdo que compartía taxi para venir desde Eibar a entrenar con Itxaso Uriarte y Ainara Manterola. Pero echando la vista atrás es verdad que en mi época en alevines apenas había equipos de chicas y hoy superan a los de chicos. El apoyo de las instituciones ha sido clave para que el deporte femenino en Gipuzkoa esté al primer nivel. No hay más que ver los éxitos individuales o colectivos de los equipos de aquí».

La sociedad guipuzcoana ha sufrido un profundo cambio en estos 90 años de los que ha sido testigo DV. La industria fue un reclamo para la inmigración desde distintos lugares de España en su día y la globalización del siglo XXI está dibujando un tejido social diferente, una realidad que también se ve en Zubieta, cuyos equipos inferiores han dejado de estar formados exclusivamente por guipuzcoanos. «Cuando llegué en cadetes a la Real había algunos jugadores de Vitoria, Navarra y La Rioja, pero esa tendencia ha ido a más en los últimos años. Hay que mirar la emigración en términos de oportunidad si queremos seguir compitiendo al máximo nivel sin perder, eso sí, nuestra idiosincrasia. Vivimos en un mundo globalizado en el que hoy estás aquí y mañana, en la otra punta del mundo. Todo el mundo tiene derecho a buscar una vida mejor en otro sitio».

Necesita unos segundos para dibujar la Gipuzkoa de dentro de un par de décadas, aunque la pinta «más envejecida, multicultural, globalizada y tecnologizada. Los tiempos cambian pero lo importante es conservar la esencia. El Eibar que yo conocí de pequeño era diferente pero los niños siguen jugando al balón en la plaza Unzaga. Los pueblos son claves para mantener las señas de identidad de los guipuzcoanos».

Entre los principales desafíos del territorio apunta el de la vivienda. Sabe que es un privilegiado por su condición de futbolista pero es consciente de la dificultad de toda una generación para construir un proyecto de vida sin una casa en la que vivir. «Siempre se alude a la falta de trabajo como uno de los problemas de los jóvenes, pero la mayoría de mis amigos tiene un empleo. Otra cosa es que sea el que más les gusta o para el que hayan estudiado. Pero la verdadera dificultad que tienen es encontrar una vivienda. Uno solo no puede pensar en independizarse y necesitan a otras personas para hacerlo. Es la gran cuestión que tiene pendiente de resolver Gipuzkoa si quiere que sus jóvenes no se marchen y se mantengan arraigados aquí».

Oyarzabal fue noticia en su momento porque durante dos años compartió un piso de estudiantes con varios amigos en Amara cuando ya era un futbolista consolidado en Primera. De aquella experiencia sacó sus conclusiones. «Quería concluir la carrera de Empresariales y sabía que si me descolgaba de mis amigos lo tendría más difícil. Me ayudaron a llevar los estudios al día y a desconectar de la exigencia del deporte profesional. Ser futbolista no debe privarte de ser un chico normal».