
Secciones
Servicios
Destacamos
Una calle poco iluminada, un pasadizo o incluso una avenida céntrica poco transitada son escenarios que, sobre todo por la noche, despiertan sensaciones que la mayoría relacionamos con el miedo, la inseguridad, la incertidumbre o la intranquilidad. Cada uno puede ponerle el nombre que prefiera. Lo cierto es que este sentimiento se multiplica si hablamos de las mujeres, un colectivo que en los últimos años ha visto incrementado su temor cuando sale la calle, hasta el punto de condicionar sus hábitos diarios. DV se acerca a cuatro puntos sensibles para la seguridad, dos en Donostia y dos en Irun, con el fin de testar esos temores que se generan y su intensidad entre los hombres y las mujeres.
«Tengo 45 años, soy mujer y hay sitios en los que por la noche siento miedo», reconoce Itziar Piorno, que regresa a casa a las siete de la tarde por la calle Juan Thalamas Labandibar, en Irun, acompañada de su hijo.
Lucía Sáenz, algo más mayor, también vuelve a casa junto a su marido. No le gusta salir una vez la oscuridad se ha apoderado de la ciudad, pero ahora en otoño, y tras el cambio de hora, «a poco que te entretengas llegas ya de noche», por lo que hoy no le ha quedado otra que afrontar sus temores.
Para llegar a su casa pasa cerca de la estación de tren de Irun, un punto negro de la ciudad. Además, «últimamente el barrio está bastante revuelto. Antes estaba más tranquila, pero ahora hay bastante gente rara por ahí», explica.
Lucía Sáenz
«A mí la luz me tranquiliza bastante. La oscuridad me da mucho miedo»
Lucía Sáenz
«A mí la luz me tranquiliza bastante. La oscuridad me da mucho miedo»
Lucía Sáenz
«A mí la luz me tranquiliza bastante. La oscuridad me da mucho miedo»
Lucía Sáenz
«A mí la luz me tranquiliza bastante. La oscuridad me da mucho miedo»
La compañía de su marido, pero sobre todo la iluminación de la zona, que ha mejorado en los últimos años, le ofrecen esa tranquilidad que nunca estimamos lo suficiente hasta que no la tenemos. «Yo siempre procuro evitar zonas oscuras», comenta. «Ahora han puesto estos focos que ayudan mucho. A mí la luz me tranquiliza bastante» porque «la oscuridad me da mucho miedo».
Por esa misma zona camina de la mano de su hija pequeña David Barón, del barrio de toda la vida. Su sensación es, sin embargo, bastante diferente a la de Lucía. «Hombre, a ver... Miedo, no. Quizás incertidumbre. Yo no lo describiría como miedo. Más bien es intranquilidad», matiza David que no cree que el hecho de ser hombre le pueda ofrecer una mayor tranquilidad. «Creo que el miedo lo podemos sufrir al mismo nivel. Supongo que habrá miedos diferentes en cada sexo, pero aquí la circunstancia, de darse, puede ser peligrosa para cualquiera».
«Yo voy tranquilo, pero cuando mi mujer viene por aquí sola y no hay luz, se da la vuelta»
«Yo voy tranquilo, pero cuando mi mujer viene por aquí sola y no hay luz, se da la vuelta»
«Yo voy tranquilo, pero cuando mi mujer viene por aquí sola y no hay luz, se da la vuelta»
«Yo voy tranquilo, pero cuando mi mujer viene por aquí sola y no hay luz, se da la vuelta»
Opina que, aún así, «se circula con bastante tranquilidad», aunque reconoce que «puede haber algún sitio que pueda ser un poco más preocupante y que te genere intranquilidad. Más que nada por las niñas el día de mañana».
Uri González pasea a su perro y se dispone a cruzar un pasadizo que lleva desde la calle Juan Thalamas Labandibar al bidegorri. Es otra de esas zonas inquietantes. Como todavía hay cierto trasiego asegura ir «tranquila», aunque reconoce que «más tarde no se me ocurriría pasar por aquí. Normalmente, si puedo, trato de evitar sitios así. Prefiero dar un rodeo y paso por donde haya gente o algo más de luz».
La compañía ayuda. «Al ser mujer siempre da un poco más de cosa de ir sola», dice.«Si voy con alguien, es diferente», aunque «depende de si es con una amiga o con un chico», matiza Uri, que trabaja en el mundo de la hostelería y dice estar acostumbrada a la noche, aunque constata que «de un tiempo a esta parte igual tengo un poco más de miedo» debido a que «últimamente se oyen más cosas».
Es la misma sensación que antes había expuesto Lucía y que también comparte Itziar. «Estoy convencida de que cuando tenía 20 años no teníamos miedo. Había zonas peligrosas, pero no existía esta sensación» que hay ahora.
Y es esta sensación relativamente nueva la que alguna vez le ha hecho reaccionar de manera preventiva ante una situación que ha juzgado como peligrosa sin tener luego muy claro si realmente era así. «Me pasó en este bidegorri cuando iba a correr a las mañanas. No estaba muy iluminado -recuerda- y había un chico con una capucha que de repente empezó a correr. A lo mejor se había parado a descansar y de repente empezó a correr. No lo sé», pero lo cierto es que «hice el sprint más rápido de mi vida».
David Barón
«El miedo lo podemos sufrir al mismo nivel, aunque habrá miedos diferentes en cada sexo»
David Barón
«El miedo lo podemos sufrir al mismo nivel, aunque habrá miedos diferentes en cada sexo»
David Barón
«El miedo lo podemos sufrir al mismo nivel, aunque habrá miedos diferentes en cada sexo»
David Barón
«El miedo lo podemos sufrir al mismo nivel, aunque habrá miedos diferentes en cada sexo»
Echar a correr es el último recurso. Hay otros que se utilizan para tratar de disuadir a posibles agresores o simplemente para ir más tranquila. «A veces saco el móvi y hago como que llamo por teléfono. Parece una tontería pero alguna vez incluso he llamado», confirma Itziar.
Por ese mismo pasadizo ha cruzado Antonio González. «Camino tranquilo por aquí, sin ningún problema», afirma. «Igual el fin de semana hay más chavales y eso, pero nada más. Generalmente voy tranquilo». Como se ve, un mismo lugar y a la misma hora puede generar sensaciones contrapuestas.
Otro pasadizo delicado es el de Ategorrieta, aunque lo cierto es que toda la zona que rodea al pasadizo es bastante inquietante cuando la noche cae sobre un barrio bastante oscuro. La estación de tren tampoco ayuda. «Me da miedo cruzar las vías o el pasadizo», asegura Marian Escobar. «Intento evitarlos», aunque «si voy acompañada cambia mucho la cosa y puedo ir por el pasadizo».
Marlon Estrada
«Nunca me ha pasado nada pero siempre llevas ese temor a quién puede andar tras de ti»
Marlon Estrada
«Nunca me ha pasado nada pero siempre llevas ese temor a quién puede andar tras de ti»
Marlon Estrada
«Nunca me ha pasado nada pero siempre llevas ese temor a quién puede andar tras de ti»
Marlon Estrada
«Nunca me ha pasado nada pero siempre llevas ese temor a quién puede andar tras de ti»
Por allí camina Marlon Estrada, acostumbrado a cruzarlo prácticamente a diario. «Nunca me ha pasado nada, pero sí que da un poco de temor», lo que le lleva a «mirar hacia atrás» con cierta frecuencia porque «llevas ese temor a quién puede andar tras de ti».
Con Marlon se cruza Rafael Niño que, al contrario, dice sentirse «tranquilo». «Ahora hay iluminación, antes no y cambia bastante». Esa sensación no la comparte su mujer. «Antes he venido por aquí con ella y ella sí» siente miedo. «Cuando viene y no hay luz, se da la vuelta. Sola no pasa por aquí».
Dicen que el miedo es libre pero de él no se libra casi nadie. Sobre todo si se es mujer.
Hace una semana el Observatorio Vasco de la Juventud publicó un informe que dejó patente que el porcentaje de mujeres que sentía miedo cuando volvía a casa por la noche se había duplicado respecto al último informe de 2016, al pasar del 34,2% al 74,1% de 2020.
Esa cifra contrastataba con la respuesta que dieron los hombres, ya que apenas el 11,9% de ellos dijo sentir miedo, si bien este porcentaje también se había incrementado respecto al registrado cuatro años antes, que fue del 3,9%.
Según el estudio 'Juventud Vasca 2020-2021', una de las consecuencias de esta mayor percepción de miedo por parte de las mujeres es «la autolimitación de movimientos y del disfrute de los espacios públicos y de los tiempos de ocio», lo que «aumenta la desigualdad entre hombres y mujeres».
Texto Bruno Parcero
Vídeo y fotografía Borja Luna y Lobo Altuna
Narrativa visual Izania Ollo y Beatriz Campuzano
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
A. González Egaña y Javier Bienzobas (Gráficos)
Lucía Palacios | Madrid
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.