Un miedo escondido

Aquellos fueron años duros para el periodismo. En la redacción, y más en concreto en la sección de Política donde yo era redactor, vivíamos envueltos bajo una especie de angustia personal para cubrir aquella macabra agenda de ETA que era justificada sin pestañear por sus acólitos. Sorprendentemente, hay quienes aún siguen sin rectificar aquella actitud connivente con la violencia.

Hace veinte años ETA puso a determinados medios de comunicación, entre ellos este periódico, en su diana porque no le gustaba lo que escribíamos. Quería inocular el miedo en las redacciones. Recuerdo perfectamente cómo aquellos días tenía miedo cuando salía de casa, cuando volvía de noche... Solo estaba tranquilo dentro del periódico. Era un miedo que oculté siempre y que jamás trasladé a mis compañeros. Era un miedo a morir por ejercer mi trabajo. Todo resultaba terrible. Miserables señalamientos a periodistas, escoltas protegiendo a informadores, cócteles molotov en casas de redactores y en sedes informativas, cartas-bomba, intento de volar este mismo periódico, tiros en la nuca... Sin embargo, a pesar de que el acoso violento iba estrechando su cerco en los periodistas que contábamos el horror delictivo de ETA, ese miedo nunca doblegó la obligación de informar a nuestros lectores de la sinrazón de aquellos hechos. Veinte años después de que ETA asesinara a Santi con siete tiros, seguimos recordando a nuestro compañero y defendiendo nuestro trabajo. Siempre.