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El título de este artículo es idéntico al que encabezó la portada de El Diario Vasco al día siguiente del asesinato de Santi Oleaga. Con esa expresión quisimos plasmar desde el principio nuestro compromiso permanente con la memoria de nuestro compañero, al que ETA asesinó ... vilmente hace ahora veinte años. Su recuerdo plenamente vigente, como el de todas las víctimas de la violencia terrorista, siempre perdurará como testimonio de una huella dolorosa de centenares de asesinatos, miles de personas heridas, amenazadas y extorsionadas durante décadas, más de trescientos atentados sin esclarecer e innumerables daños materiales...
El asesinato de Santi Oleaga fue la culminación cruel del acoso brutal al que ETA sometió a El Diario Vasco con la ofensiva que desencadenó tras la ruptura de la tregua de Lizarra en noviembre de 1999. Intentó volar el edificio del periódico con cien kilos de explosivo en febrero de 2001, un mes después pretendió atentar contra mi persona, recabó datos e información sobre miembros del consejo de administración y del comité de dirección, atacó los edificios de las Delegaciones de Eibar y Tolosa, y finalmente asesinó al entonces director financiero del periódico, Santi Oleaga, el 24 de mayo de 2001.
Santi era una gran persona y excelente compañero. Nunca imaginó que ETA fuese a atentar contra él. Pocas semanas antes de ser asesinado, se acercó un día a mi despacho para preguntarme cómo estábamos mi familia y yo mismo tras habernos visto obligados a cambiar apresuradamente de domicilio, después de que la Ertzaintza detuviera al comando Gaua con exhaustiva información para preparar un atentado contra mí. Ese era Santi. Una persona empática y cercana que siempre se preocupaba por los demás.
El brutal impacto emocional que nos provocó su asesinato a todos los compañeros del periódico se transformó aquel día en una profunda rabia e indignación contenidas. Ese sentimiento desató en cada uno de nosotros todo el caudal de energía que necesitábamos para elaborar al día siguiente el periódico como nuestro mejor homenaje posible a Santi, a su mujer Amaia, a sus hijos Jon y Oihana, y a toda su familia. Hace veinte años, hoy y siempre, su memoria mantiene vivo nuestro compromiso: Santi, no te olvidamos.
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