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Media luna, palma, rugby, perla, anillo, bonita, conchita, mascota, florentín, petit beurre, royal biscuit y por supuesto, María. Son sólo algunos de los nombres de las distintas variedades de galletas que fabricaba en Errenteria la «Gran manufactura de Bizcochos y Galletas La Ibérica», más conocida ... como Olibet. Ése era el apellido de su fundador, el mismo que acabó bautizando al barrio que actualmente se ubica en los antiguos terrenos de la fábrica.
El panadero bordelés Jean-Honoré Olibet (1817-1891) cambió para siempre la nomenclatura de Errenteria y hasta el apodo de sus habitantes, comúnmente denominados «galleteros». Hijo de marino, monsieur Olibet se inició en la elaboración de galletas en 1840 haciendo precisamente las que comían en los barcos, unas galletas saladas y duras que aguantaban en perfectas condiciones los largos viajes por mar. Su hijo Antoine Eugène Olibet (1844-1915) fue quien tras una estancia en Inglaterra le convenció para imitar las novedosas biscuits británicas, una versión revolucionaria de las tradicionales galletas marineras en cuya receta participaban ingredientes como huevos, azúcar y mantequilla. Aquellas pastitas de fabricación industrial estaban revolucionando el sector alimentaria europeo y los Olibet supieron aprovechar la oportunidad, comenzando a producirlas con maquinaria original inglesa en 1872. Faltaban sólo dos años para que la empresa londinense Peek Freans inventara la célebre galleta María con ocasión de la boda entre el duque de Edimburgo y la gran duquesa María Alexandrovna de Rusia.
Olibet padre e hijo tuvieron un enorme éxito. Captaron inversores, crearon una sociedad mercantil y fueron abriendo nuevas fábricas en París, Lyon… y Errenteria, donde se instalaron en 1886.
Lo novedoso de sus instalaciones, equipadas con las máquinas más modernas de su tiempo, y la exquisitez de sus productos atrajeron rápidamente la atención tanto de los guipuzcoanos como de los turistas que veraneaban en Donostia. En 1888 La Ibérica (nombre de la filial vasca de Olibet et Fils) ya vendía galletas en toda España y se anunciaba como proveedora de la Casa Real con almacenes comerciales en Madrid, Sevilla y Barcelona. La reina María Cristina fue una de las grandes valedoras de las galletas Olibet y durante sus largas estancias en San Sebastián era habitual verla visitar la fábrica de Rentería para comprar dulces. La empresa no tardó en aprovechar la simpatía de la reina por la marca sacando ediciones especiales de sus latas estampadas con la cara de su hijo Alfonso XIII o con la de su nuera Victoria Eugenia. El furor monárquico de Olibet hizo que sacara incluso dos variedades llamadas «Miramar» y «Ena», estampadas con sendas coronas. Eran otros tiempos.
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