¿Sabían ustedes que antiguamente hubo Flanín (o lo que es lo mismo, preparado para hacer flanes y natillas) de limón, plátano, piña, fresa, almendra y naranja? ¿O que originalmente se vendió para hacer papillas, cremas, tartas e incluso helados? Y lo que es más ... importante: ¿sabían que se inventó en Donostia? El Flanín es tan conocido que aunque sea una marca casi merece escribirse con minúscula y cariño, «flanín», igual que otros nombres comerciales que por su gran popularidad pasan a formar parte de nuestro vocabulario como ejemplo ideal de una categoría de producto (papel albal, bimbo, táper). Apuesto a que, a pesar de la tradicional competencia de Potax y El Chino Mandarín, cuando a alguno de ustedes se le ocurre que necesita flan de polvos piensa en que ha de comprar flanín, a secas.
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Su fórmula salió de la mente de un empresario donostiarra al que hoy calificaríamos de tecnólogo alimentario. Desarrolló y registró infinidad de productos culinarios como sucedáneos de café, maltas, achicorias, sopas y caldos concentrados, harinas para repostería, levaduras químicas... ¡incluso la famosísima huevina! Primero desde Donostia y luego desde Pasaia, Walter Müller-Thyssen (1897-1959) revolucionó la industria alimentaria nacional a base de polvitos y soluciones innovadoras que permitieron no sólo facilitar la vida a las amas de casa, sino hacer más leves las penurias de posguerra. Fue justo después de la Guerra Civil cuando su negocio prosperó gracias a los sucedáneos del café (la Malta Muller sigue fabricándose en Zamudio) y al caldo en cubitos, publicitado como «nutrición concentrada de gran valor en calorías» e ideal «para suplir al aceite y las carnes que faltan en los regímenes corrientes».
Como toda buena historia que se precie, la de Walter también tiene sus misterios e intrigas. Intrigas nazis, para más inri. Su nombre apareció en las listas de la OSS (Oficina de Servicio Estratégicos, la predecesora de la CIA) como sospechoso de haber colaborado con y haber dado cobijo a importantes miembros del partido nazi. Tal y como contó el historiador David A. Messenger en 'La caza de nazis en la España de Franco' (2018), los Aliados le investigaron por supuesto contrabando de wolframio y posibles vínculos con la Abwehr (la inteligencia militar alemana), igual que a su hermano Alfred Müller-Thyssen. El libro 'Los años olvidados: Navarra, los nazis y la II Guerra Mundial' (2022) cuenta que en 1946 ambos fueron extraditados a Alemania y puestos en libertad al año siguiente. Walter regresó a San Sebastián y a mediados de los 50 transfirió casi todas sus marcas (entre ellas la de Flanín) a la empresa pasaitarra Tasada y Beltrán, con la cual llevaba años trabajando. Ya ven, las historias del comer son tan dulces como amargas.
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